Lo del hiyab en una persona adulta puede ser un asunto menor que forma parte de la decisión personal -aunque hay otras que lo valoran como sign de sometimiento religioso o machista- , tampoco llevarlo en Granada o España supone una ruptura del sistema, se convive sin mayores problemas. Lo que resulta sorprendente es que se pueda afirmar que el Corán o la Sunna recogen los derechos de las mujeres como afirma Wadia «recuperación de nuestros derechos de género, legítimamente recogidos en el Corán y en la Sunna.» Son conocidos los numerosos textos patriarcales del Corán y no digamos nada de las aberrantes discriminaciones de la sharia. Es bueno que las mujeres musulmanas luchen hoy por su emancipación, su liberación, sus derechos,… pero han de ser conscientes del contenido patriarcal de su religión, igual que prácticamente todas las religiones. Desde el Observatorio, contrarios al dogmatismo y abiertos a la reflexión, reproducimos la entrevista para conocer esta perspectiva sobre la mujer y el Islam, sus razones y argumentos y poder tener una visión de este tema, al margen de que se comparta o no lo expresado por la entrevistada.
Nerea Balinot, de la Delegación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía en Granada, entrevista a Wadia N Duhni, una de las voces del feminismo islámico que reivindica los derechos de las mujeres musulmanas y su empoderamiento.
You can not liberate the free (no puedes liberar la libertad). Así advierte una imagen que muestra a una muchacha con hiyab leyendo en una biblioteca. No es difícil imaginar porqué Wadia N Duhni –musulmana, feminista e incansable activista por los derechos humanos- ha elegido esta fotografía para presentarse.
La joven ovetense, de origen sirio, lleva años trabajando en el activismo desde las redes sociales y se ha convertido en todo un referente en la lucha contra la intolerancia. Su guerra comienza en territorio propio, en cada agresión, insulto o discriminación que ha tenido que enfrentar como mujer y musulmana. Pero su implicación va mucho más allá, hacia la defensa de la causa palestina, los derechos de los migrantes o el movimiento antirracista.
‘‘Ah, pero, ¿es que vas a trabajar con eso en la cabeza?’’ Así la recibieron en su primer día de trabajo para una farmacéutica española. Eso, es el hiyab que Wadia utiliza, orgullosa, desde que cumplió 20 años. En nuestro país, utilizar eso en la cabeza implica, entre otras, que te pregunten si tu marido te maltrata. O si es tu padre quien te obliga a taparte. O si es que no quieres ser libre.
Wadia afirma que ‘‘llevar hiyab en España es antisistema’’ y no tarda en enumerar algunas de las agresiones que sufren cada día las mujeres hiyabíes por ser la cara más visible del Islam. Si tienes suerte, te gritarán por la calle que vuelvas a tu país, aunque tu país sea este y hayas crecido en Asturias. Si no la tienes, quizás, recibas una patada en el abdomen estando embarazada, como sucedió en septiembre en Barcelona.
Frente a estos ataques machistas y racistas, las mujeres musulmanas han encontrado en el feminismo islámico una de sus mejores defensas. Y, en Wadia, una voz clara para reivindicar sus derechos. Empoderamiento, diversidad y respeto son algunos de los pilares de su mensaje que, cargado de humanidad, se enfrenta al odio.
P:. En España, existe un alto índice de delitos de odio relacionados con la islamofobia, ¿cómo se viven estas agresiones?
R:. Duelen, pero también nos reafirman. Somos testigos de bestiales ataques islamófobos contra las mujeres musulmanas, pero muchas nos reafirmamos en nuestra decisión de llevar hiyab. Al miedo hay que mirarlo de frente.
¿Estos ataques afectan más a las mujeres? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de islamofobia de género?
Las mujeres musulmanas acabamos doblemente apaleadas por el hecho de profesar el Islam y ser, además, mujeres. Es un peligroso punto donde se mezclan actitudes xenófobas e islamófobas con el discurso sexista y paternalista.
¿Cómo se vive el activismo desde el Islam?
No entiendo un Islam sin activismo. Dentro del Islam se profesa que ‘‘si hay una injusticia, tenemos que intentar cambiarla’’. No es una religión pasiva que entregue la otra mejilla, sino una que insta a la acción. Luchar contra la opresión -ya sea dictatorial, genocida, racista, machista…- se convierte en un deber religioso.
¿Cuándo comienzas a implicarte en el feminismo?
Me reconocí como feminista al cumplir los veinte años, pero creo que ya lo era mucho antes. Mi integridad como mujer o defender a mis compañeras siempre han sido prioridades sagradas para mí. Con los años, esta inquietud creció hasta convertirse en un deber moral. Ahora lucho por un movimiento que respete la diversidad a través de la interseccionalidad y la hermandad.
Ahí es donde entra el feminismo islámico, ¿en qué consiste?
Es la reivindicación y recuperación de nuestros derechos de género, legítimamente recogidos en el Corán y en la Sunna. Luchamos por la libre emancipación de las mujeres musulmanas en cualquier país del mundo.
Defiendes que el mensaje islámico es muy empoderador para las mujeres, ¿se ha tergiversado su significado?
R:. Mucho. Hace más de 1400 años que el Islam nos otorgó a las mujeres el derecho a la propiedad, a la herencia, al divorcio, al aborto hasta los cuarenta días de gestación (derechos que, hasta hace poco, se debatían en el congreso de España); y, sin embargo, en el mismo desierto en el que las musulmanas dirigían caravanas de camellos, ahora se prohíbe conducir a la mujer. Es paradójico, retrógrado y un insulto al Islam en sí mismo.
Hay quienes piensan que, en esencia, el Islam es una religión machista, ¿qué les dirías?
R:. Que se informen, ya no hay excusas para tragarse el material belicista, etnocéntrico e islamófobo que nos cuentan. Tienen que abrir los ojos, leer, documentarse, preguntar a las mujeres musulmanas… Tienen que quitarse esa venda de los ojos, porque es mucho más peligrosa que la que cubre nuestro cabello.
¿Qué es lo mejor que te ha traído el activismo?
R:. Muchísima sororidad y fraternidad con un amplio número de mujeres de todas las ideologías, creencias, clases sociales, orígenes, razas y países. Hemos tejido una red maravillosa de apoyo entre mujeres que son o han sido víctimas de violencia de género. Y hemos trabajado juntas para plantarle cara al miedo, tomar decisiones importantes, querernos y defender nuestra integridad y dignidad. Eso es muy grande. Y merece siempre la alegría.