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La verdad secular

Aunque desde el laicismo se propugna la eliminación de contenidos religiosos en la escuela y este artículo defiende priorizar la entrada de valores seculares, esta reflexión, desde el secularismo judío, valora los apectos positivos que conlleva el laicismo y la necesidad de que esos valores estén presentes en el sistema educativo. A esa reflexión añadimos que la coherencia implica sacar las religiones de la escuela.


En lugar de que los laicos se opongan a la inclusión de contenidos religiosos en la educación israelí, sería más útil que traten de introducir valores seculares en ella, tales como el compromiso con la verdad, que constituye la base de la investigación científica; la compasión, la igualdad y la libertad, que constituyen la base de la democracia; y el conocimiento de que solo los seres humanos y no alguna fuerza superior, pueden luchar contra los males del mundo moderno.

Últimamente muchos israelíes seculares se quejan de la orientación cada vez más religiosa del sistema educativo nacional, pero en lugar de concentrarse en los temas que a su juicio habría que sacar del programa escolar y de los libros de estudio, deberían concentrarse en los temas que sería necesario incluir en los planes de estudio. En lugar de luchar por la supresión de contenidos judíos en las clases, sería mejor luchar por la inclusión de contenidos seculares y oponerse a los contenidos judíos solo cuando contradicen los valores fundamentales del laicismo.

Aquí naturalmente se plantea la interrogante: ¿cuáles son esos valores básicos? Hay gente que cree erróneamente que el laicismo se define por lo que rechaza y no por sus valores propios. Los seculares son personas que no creen en Dios, que no respetan el sábado, que no comen Kasher. Ese es un gran error. El laicismo es una concepción del mundo positiva y activista que da al hombre un amplio margen de libertad de elección, pero al mismo tiempo le exige la fidelidad a valores fundamentales. Esta es una concepción del mundo que implica valores muy definidos como la valoración de la verdad, la compasión al prójimo, la igualdad, la libertad, la valentía y la responsabilidad. Los laicos educan a sus niños a respetar esos valores básicos, en los cuales se basan la ciencia y la democracia en la modernidad. Estos avances de la humanidad han liberado a millones de seres humanos del despotismo de regímenes tiránicos, de plagas, de hambre y de ignorancia. Al mismo tiempo, los seculares tienen clara conciencia de las lacras y los crímenes que afligen al mundo moderno y enseñan a las jóvenes generaciones a tomar sobre sí la obligación de luchar contra esos males sin confiar en que una fuerza superior vendrá a solucionar los problemas de la humanidad.

El primer deber de los laicos es ver su prioridad esencial en la verdad. Ellos no confunden la fe con la verdad. Para ellos la verdad se basa en hechos, comprobaciones efectivas y observaciones directas. Los seculares no sacralizan ningún libro, ningún mito, ningún pueblo y ningún hombre confidencial presuntamente depositario de una verdad absoluta. En cambio, los laicos enseñan a sus hijos a valorar la verdad esté donde esté: en huesos petrificados desde hace millones de años, en complicadas fórmulas matemáticas, en fotografías de galaxias lejanas o en tablas de datos estadísticos. El avance de la ciencia se basa en este compromiso con la verdad. Este avance hizo posible la desintegración del átomo, el descubrimiento del código genético, la investigación de los orígenes de la vida y la comprensión de la historia de la especie humana.

Casi todos los seres humanos hoy, incluyendo a aquellos que no se definen como laicos, confían en los logros de los institutos de investigación seculares. En cambio, los seculares se las arreglan muy bien sin las creencias de tales o cuales grupos religiosos organizados. Si mañana por la mañana desaparecieran todos los institutos de enseñanza rabínica y centros de enseñanza religiosa judía, el mundo secular seguiría llevando su vida sin problema alguno. En cambio, si mañana de mañana, desaparecieran todos los institutos de investigación científica y todos los laboratorios, el mundo ultra-ortodoxo se derrumbaría. Después de todo, lo que protege a los alumnos de los institutos rabínicos de epidemias no es el estudio del Talmud sino la utilización de vacunas y lo que sostiene con vida a muchos rabinos ancianos, quizás sean algunos rezos, pero es sobre todo, el uso de los antibióticos adecuados.

CHINOS, HINDÚES Y JUDÍOS

El segundo deber fundamental de los laicos es la compasión. La moral secular no se basa en la obediencia a las órdenes de ninguna autoridad divina, sino en la comprensión profunda del sufrimiento en el mundo. Una conducta moral implica el saber ayudarse a sí mismo y ayudar a otros del sufrimiento. Los seculares no matan a otros porque un libro o un hombre hubiera sentenciado “No matarás”, sino porque el asesinato produce un terrible sufrimiento. A juicio de los seculares, es muy peligroso que haya gente que no cometa asesinatos tan solo “porque Dios lo prohibió”. Esas personas actúan por obediencia a algo en que creen y no por su propio juicio ni por compasión a su eventual víctima. ¿Qué pasaría con ellos si creyeran que Dios les ordenó matar infieles, o amalequitas, u homosexuales?

Por supuesto, al carecer de mandatos divinos explícitos y absolutos, la moral secular enfrenta a menudo difíciles dilemas. ¿Qué pasa si tal acción me causa un daño a mí pero es útil para otra persona? ¿Es justo imponer pesados impuestos a los ricos para ayudar a los pobres? ¿Es justo quitarle la tenencia de su hijo a un padre golpeador? ¿Es justo matar animales para comer su carne? Cuando la moral secular enfrenta dilemas como éstos no se plantea la pregunta: ¿Qué es lo que Dios ordena? En cambio, examina cuidadosamente los sentimientos de todos aquellos que están implicados en el tema planteado, examina cuidadosamente todas las opciones y alternativas y trata de encontrar una solución que cause el menor sufrimiento posible. Esta es también la causa por la cual, el hombre secular busca la verdad: no para satisfacer su curiosidad, sino para que la verdad ayude a liberar a la humanidad del sufrimiento. El compromiso con la compasión traduce las verdades científicas a medicamentos, a alimentos y a techos bajo los cuales cobijarse. El compromiso con la verdad también constituye el fundamento del régimen democrático y de la defensa de los derechos humanos; es lo que permitió a millones de seres humanos liberarse de la tiranía, la violencia y la pobreza.

El compromiso con la verdad y con la compasión está estrechamente vinculado con el compromiso con la igualdad. Todos los hombres están asociados en su esfuerzo por descubrir la verdad. La verdad no pertenece a un pueblo determinado, ni a una clase determinada, ni a un sector de la sociedad. La educación secular induce a sus alumnos a interesarse por el pensamiento de los hindúes y los chinos al igual que por el pensamiento de los judíos. Por supuesto, el conocimiento científico estará abierto para las mujeres, para los pobres, y para toda persona ansiosa de conocimiento. Del mismo modo, en su esfuerzo por liberar al hombre del sufrimiento, el secularismo se preocupa por todo el sufrimiento humano, sin importar si afecta a alguien de otra religión, otra clase social u otro pueblo. El conocimiento tiene un valor específico y no importa quien haya sido su descubridor y el sufrimiento es sufrimiento y no importa qué lo haya provocado. Por supuesto, los seculares se enorgullecen de los valores específicos de su pueblo, su país y su cultura, pero no piensan que estas características impliquen una presunta superioridad sobre los demás pueblos. Ser diferente no significa ser superior. Sin duda, una escuela laica enseñará a sus alumnos que tienen obligaciones específicas con su país y su pueblo, pero esto no significa que este compromiso tenga un carácter exclusivo. Al mismo tiempo, tienen un compromiso tácito con toda la humanidad en la totalidad del planeta.

La búsqueda de la verdad y la liberación del sufrimiento no son posibles sin la libertad de pensamiento y de investigación, y sin la posibilidad de probar cosas nuevas lo que eventualmente puede inducirnos a cometer errores. Los seculares no aceptan las reglas impuestas por tal o cual libro “sagrado” ni reconocen a nadie la potestad de decidir que es bueno y qué es justo. El hombre siempre tiene derecho a la duda, a examinar nuevos argumentos, a escuchar otras opiniones, a probar nuevos caminos. La educación secular destaca la valentía moral de Galileo Galilei que se atrevió a dudar de que la tierra se encuentra inmóvil en el centro del universo, la determinación de las masas en París que asaltaron la Bastilla y derrocaron el poder tiránico del Rey y el coraje de Rosa Parks que se atrevió a sentarse en un lugar “exclusivo para blancos” en su ciudad en el Sur de los Estados Unidos.

Los seculares valoran no solo el valor de quienes luchan contra prejuicios arcaicos y contra regímenes dictatoriales sino sobre todo la valentía de quienes se atreven a reconocer la necesidad de la lucha contra la ignorancia, plantean preguntas y están dispuestos a explorar lo desconocido. La educación secular nos enseña que cuando no sabemos algo, no debemos tener miedo de reconocer nuestra ignorancia y buscar las respuestas adecuadas a lo que desconocemos. Aun cuando pensamos que sabemos algo, no debemos tener miedo a la duda. Siempre un re-examen de nuestras certidumbres es positivo. Hay mucha gente que teme a lo desconocido y aspira a encontrar respuestas claras e inequívocas a cualquier problema. El temor a lo desconocido puede paralizar la conducta humana aún más que cualquier régimen dictatorial. A lo largo de la historia, mucha gente vivió con el temor de que la ausencia de respuestas claras y terminantes a todos los problemas, habría de llevar a la desintegración de la sociedad y a desatar una violencia de terribles consecuencias. La historia de la modernidad demostró que las sociedades integradas por gente dispuesta a reconocer sus limitaciones y a plantearse dilemas difíciles, son generalmente las más prósperas y también las más tranquilas.

En las sociedades en las que la gente está obligada a creer en una única verdad oficial, los que temen perder su seguridad tienden a ser más violentos que aquellos acostumbrados a aceptar la multiplicidad de ideas y de soluciones a los problemas de la sociedad.

Finalmente, los laicos son personas responsables. Ellos no creen que exista una fuerza superior responsable por lo que sucede en el mundo, que castigue a los malvados, favorezca a los justos y defienda a los hombres del hambre, las epidemias y las guerras. Por ello, son los hombres los que deben tener plena responsabilidad por lo que hacen o dejan de hacer. Si existe sufrimiento en el mundo, es responsabilidad nuestra encontrar soluciones. Los seculares pueden enorgullecerse de formidables logros de la especie humana a lo largo de muchas generaciones, como el descubrimiento de medicamentos para enfermedades mortales, la disminución del hambre en el mundo, y la consolidación de la paz en grandes territorios del planeta. Los seculares no adjudican estos logros a ningún poder superior. Fueron obtenidos debido a que los seres humanos supieron utilizar sus conocimientos y actuaron con un sentido de compasión hacia sus semejantes. Los seculares se avergüenzan profundamente por los crímenes y los tremendos errores cometidos por los hombres, como la discriminación contra el sexo femenino a lo largo de miles de años, los genocidios que llevaron a la destrucción de millones de seres humanos, y la destrucción de los recursos naturales del planeta. Conociendo la dimensión de esos fracasos y esos crímenes, los seculares tratan de impedir su repetición. Los seculares no rezan pidiendo la ayuda de ningún poder sobrenatural sino que preguntan qué es posible hacer para ayudar a mejorar la situación.

SHAKESPEARE JUNTO A MAIMÓNIDES

Los expuestos previamente son los valores esenciales que caracterizan a los laicos. Cabe destacar que la concepción del mundo secular y el estilo de vida secular no se definen por la vestimenta o por la realización de ceremonias, ni por tales o cuales costumbres. Una persona puede prescindir de la “kipá” y comer comida prohibida por el ritual judío, pero esto no significa que encarne los valores seculares. Por otra parte, una persona puede usar “kipá” y comer comida Kasher, y al mismo tiempo sentirse profundamente identificada con valores seculares. Hay numerosos científicos religiosos, feministas religiosas, activistas a favor de los Derechos Humanos religiosos y defensores del Medio Ambiente religiosos. Si ellos consideran prioritarios en su conducta la fidelidad a la verdad científica y a valores como la compasión, la igualdad y la libertad, ellos son socios plenos del mundo secular y no hay razón alguna para exigir a los hombres que se saquen la “kipá” y a las mujeres que no usen pañuelos para cubrir sus cabezas. Por razones similares, no tiene sentido exigir que en los libros de matemáticas no haya problemas que mencionen las horas de oración o que entre las lecturas literarias no haya cuentos que hagan alusión al Shabat. En lugar de eso, más vale exigir que los libros de matemáticas incluyan asimismo problemas que hagan referencia al ayuno de Ramadán o a la evolución humana, y que las lecturas literarias incluyan asimismo cuentos sobre la vida de homosexuales y sobre elecciones democráticas.

Para concluir, la educación secular no auspicia viajes en Shabat o consumo de carne no autorizada por las autoridades religiosas, ni se opone a la inclusión en los programas de estudio de todo contenido judío. En cambio, la educación secular enseña: a diferenciar la fe de la verdad explicando porque debe darse prioridad a esta última; a comprender lo qué es el sufrimiento y a tratar de ayudar a los que viven esa dura experiencia; a tratar con ecuanimidad a todas las personas, y particularmente a los extraños y los diferentes; a pensar libremente y no temer a lo desconocido; a actuar de manera responsable y a preocuparse por lo que sucede en el mundo entero. La educación secular se opone a todo aquello que estimule a los estudiantes a creer de manera ciega en leyendas carentes de credibilidad, a actuar cruelmente con sus semejantes; a sentirse superiores a personas integrantes de otros pueblos; a temer plantearse interrogantes o a actuar de manera irresponsable. Desde el punto de vista práctico, la educación secular da prioridad a la investigación científica y no a los mitos religiosos, a los valores universales y no a los intereses estrechos o inmediatos.

El secularismo se basa en la teoría de la evolución y no en la Biblia y enseña a sus alumnos las ideas de Confucio, Shakespeare y Freud paralelamente a las del rabino Akiva y de Maimónides. De este modo, la educación laica enseña a sus alumnos a ser mejores científicos, mejores ciudadanos y mejores seres humanos.

Traducción del hebreo: Egon Friedler

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