Este alcalde ya tiene a sus ediles para seguirle el juego y, precisamente, gracias a toda la patulea del equipo de Gobierno de Morón se aprobó tal concesión que se celebró con el canto de la Salve en el Salón de Plenos del citado consistorio.
No termino de ver eso de un cántico religioso en un acto público y mucho menos si es en un pleno municipal. Además, este alcalde tiene una nula calidad cristiana, ya que mientras entonaba la cancioncilla como un católico de pro, el individuo hacía el gesto de vomitar hacia los concejales de Izquierda Unida, que tuvieron que aguantar algún que otro insulto del público cuando salían del Salón de Plenos. Seguro que los allí presentes también acuden a otras sesiones plenarias, que en realidad sí tienen que ver con asuntos de importancia para el pueblo.
Manuel Morilla podría cambiarse el apellido. Le pega más Cristianilla. Cualquier comisión del Ayuntamiento podría aprobar este detalle, ya que el alcalde tiene previsto incluir en el orden del día del siguiente pleno el cambio de nombre del municipio: Morón por Cristianón. Y también le quitará ese apellido de ‘de la Frontera’, para poder olvidar que no siempre éste fue un territorio cristiano. Reinventará la historia y así será Adán, el de las costillas, el que con una muela picada diera lugar a un santo lugar consagrado a la Virgen, su alcaldesa.
También hemos sabido que esta cesión de su mandato a la divinidad se debe a que Cristianilla quiere triunfar en los toros, como hace años, cuando el alcalde irrumpió en una corrida embriagado por la emoción. Asimismo, Morilla sabe que el juez que lo procesó a principios de este año por un delito de prevaricación urbanística, al permitir varias actividades industriales ilegales en un terreno no urbanizable, no se atreverá a juzgar a la madre del poseedor de los veredictos del Juicio Final.
Frustrado en el toreo y en el sacerdocio, lo cierto es que Morilla terminó en política -en el PP, concretamente- para acabar con el verdadero sentido de la misma. Una vergüenza para el Estado de Derecho, sus instituciones y nosotros, los ciudadanos.
*Ígor R. Iglesias es periodista y lingüista.