El partido de Pedro Sánchez cepilla su programa electoral y acepta impartir en las escuelas la enseñanza cultural sobre el hecho religioso
Los bárbaros atentados de París han producido tremendas sacudidas que han afectado tanto en el terreno de la geopolítica como en el de las conciencias, y han obligado a replantearse muchos esquemas. El fundamentalismo que algunos han visto detrás de la actuación criminal de los yihadistas y de sus mentores intelectuales ha tenido su efecto a la hora de corregir los contenidos del programa electoral del PSOE en materia de laicidad. Tras un primer borrador en el que se abogaba por que la religión fuera «totalmente excluida» de las escuelas, finalmente se ha optado por promover la enseñanza cultural del hecho religioso «en términos de integración y convivencia, como parte de nuestro patrimonio cultural, evitando, por ignorancia los riesgos de los fundamentalismos». Frente a la tesis de la eliminación se ha optado por modular el discurso. La pasada semana Angela Merkel recibió en el Museo Judío de Berlín el Premio Abraham Geiger por su respaldo al florecimiento de la vida judía y al pluralismo en Alemania. En su discurso, la canciller señaló que «el conocimiento de las religiones fomenta la tolerancia» y que «sólo entendiendo las propias raíces religiosas se pueden entender otras religiones».
La cuestión del fundamentalismo ha salido estos día a pasear en muchos escenarios. El propio Papa se refirió a ello en su encuentro con los musulmanes de Bangui -el pontífice rezó en la mezquita y el imán subió con él al papamóvil- donde señaló que el fundamentalismo es una enfermedad que afecta a todas las religiones, «incluida la católica». En Francia, el experto en violencia urbana Alain Bertho, un antropólogo del ya marcado barrio de Saint Denis, sostiene que el problema del yihadismo no es un fenómeno religioso sino una expresión de la radicalización social urbana; pero, en cualquier caso, lo concibe como un extremismo que se ha ‘islamizado’. Es un avance de la tesis que amplía en su nuevo libro, ‘Les enfants du chaos’, de próxima aparición.
El grupo federal Cristianos Socialistas ha venido dando la batalla en el seno del PSOE para suavizar el discurso de brocha gorda del partido con respecto a la Iglesia y la religión. La propuesta aprobada ahora es una iniciativa suya que buscaba una solución ‘a la finlandesa’. Se trata, sin duda, de un salto adelante con un cambio de modelo que afectaría a los Acuerdos Iglesia-Estado, que también quiere denunciar el PSOE, en el que conviven distintas almas. Es cierto que la laicidad está en el ADN de este partido, pero también es verdad que existe un poso humanista, que se identifica con lo cristiano. No hay más que leer lo que decía y escribía Fernando de los Ríos, figura del pensamiento socialista y ministro de Justicia durante la Segunda República.
Pedro Sánchez asegura que su propuesta de laicidad se basa en el modelo francés, un modelo que ahora se cuartea en las ‘banlieues’ de París y de las grandes ciudades con cinturones en los que habitan miles de desarraigados. Alain Bertho se refería a la mezcla del comunitarismo étnico y laicidad agresiva en Francia en una entrevista con el periodista Rafael Posch. «Se ha confesionalizado la vida pública. La obsesión de la laicidad nos lleva a observar las tensiones de las fuerzas públicas y sociales sólo desde el punto de vista de lo religioso. En el fondo el poder público ha oficializado esta confesionalización, radicalizándola. La laicidad es la neutralidad del Estado, no de la gente. Se inventó para proteger la libertad de conciencia, de culto y manifestación. Es ridículo pedir a la gente que sea neutra. Esta laicidad obligatoria y punitiva se dirige esencialmente contra el islam. No se mete con las otras religiones. Se juega al aprendiz de brujo en este asunto», avisa.
La catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado Zoila Combalía Solís advertía, en unas jornadas sobre la convivencia confesional, sobre el «laicismo agresivo que intenta recluir la religión al ámbito de lo privado y excluirla de su presencia en la sociedad. Lo que hace esto es que el principio de laicidad, que es noble porque intenta garantizar la misma libertad a todos los ciudadanos con independencia de sus creencias, pase a ser un principio que limita la libertad y la igualdad». Solís, miembro de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa del Ministerio de Justicia, explicó que esta visión de laicidad agresiva había sido más o menos viable en Europa ya que el cristianismo admitía esa reclusión en el ámbito privado. «Pero luego irrumpe el islam, una religión con fuerte carga identitaria y fuerte visibilidad y eso nos genera desconcierto y nos lleva a interrogarnos sobre el rumbo que ha tomado la laicidad», sostuvo.
España no es Francia, por supuesto, pero a la hora de conciliar a las distintas confesiones con la secularización de la vida pública y la política ¿se puede extraer alguna lección? ¿Todo es malo en la religión? ¿No hay valores universales que se pueden compartir desde un cristianismo progresista y abierto que se distancia del ultrarrigorismo doctrinal y la imposición y el dominio ideológico? Patxi López, secretario de Acción Política y Ciudadanía del PSOE, ha participado este año en dos asambleas de Cristianos Socialistas. En la primera, celebrada en enero, abogó por plantear el laicismo de forma normalizada, sin extremismos ilógicos, «porque hay quien confunde las cosas y se cree más de izquierdas por ser más antirreligioso», enfatizó. El dirigente vasco, que no es creyente, cargó contra el anticlericalismo esteríl y defendió que el humanismo cristiano y el socialismo democrático comparten «un gran suelo moral, que da sentido a la práctica política».
El pasado mes de octubre, pese a que no pudo asistir, López sí mandó la intervención que había preparado, en la que animó a superar los «rastros de trinchera» con una afirmación categórica: «Son las instituciones públicas las que tienen que ser neutrales y laicas, pero no las sociedades, porque la fe tiene una dimensión colectiva y social». «Los socialistas debemos hacer un esfuerzo para entender la dimensión pública de la vivencia de la fe». Lo más llamativo es que invocó la exhortación ‘Evangelli Gaudium’ del Papa Francisco como un ejemplo de las «amplias zonas de encuentro» entre el socialismo y el humanismo cristiano. «El análisis de la desigualdad y la inequidad que hace esa carta la podemos sucribir enteramente todos los socialistas», aseguró. «Los noes de este documento: no a una economía de la exclusión, no a la nueva idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de servir, no a la inequidad que genera violencia, pueden perfectamente ir grabados en nuestro programa electoral», certificó.
El Papa Francisco, uno de los cien pensadores más influyentes del mundo, atesora una autoridad moral que ha sido reconocida por todo el arco ideológico. También está sirviendo para regenerar la imagen de la Iglesia como institución, muy mal valorada en las encuestas de opinión, sobre todo por los jóvenes Pero hay otros organismos, como es el caso de Cáritas, que compensan esa visión con signos positivos. En el caso de los socialistas, tienen que andar con mucho cuidado para no espantar el voto cristiano con convicción social.
En las elecciones de 2011 un 70% de los votantes del PSOE, con el partido en su momento más bajo, se calificaron como católicos, según el barómetro del CIS de 2014, que cruzó los datos de filiación religiosa con los del voto el 20-N. En el barómetro del pasado mes de julio un 70,6% de españoles continuaban definiéndose como católicos. En el aspecto educativo, Andalucía -granero de apoyos de PSOE- es la comunidad donde más padres piden Religión para sus hijos en las escuelas. En la sede de Ferraz el ambiente puede estar más radicalizado, pero fuera de Madrid quizás tendrían que ser más templados y prudentes. Y no está el clima para abrir tantos fuegos. Reforma de la Constitución, denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado…. Muchos frentes para un escenario como el que se barrunta de gobiernos débiles e inestables.
El mensaje del Partido Socialista sobre la religión no puede ser todo negativo. En su seno hay líderes que no se atreven a dar la cara para templar las posiciones anticlericales. La presidenta de Andalucía y los presidentes de Extremadura y Castilla la Mancha vienen del mundo cristiano, al igual que algunos de los candidatos a la Alcaldía y a la Comunidad de Madrid. Da la sensación de que en el PSOE se está instalando una ‘cultura anti’ y quien es cristiano lo silencia o lo oculta. Por ejemplo, hay una cosa que me ha llamado mucho la atención. Pedro Sánchez, que se casó por lo civil bendecido por Trinidad Jiménez, ha bautizado (al menos) a una de sus dos hijas. La ha bautizado en una barriada de Madrid un sacerdote vasco. Que en su vida privada acepte ese sacramento tan importante es algo muy relevante. ¿Poso cristiano? ¿Presión familiar? Su mujer es una brillante ejecutiva licenciada en Marketing por el ESIC, la universidad privada de los Padres Reparadores -congregación religiosa de los sacerdotes del Corazón de Jesús-, configurada desde la perspectiva del humanismo cristiano.
En su discurso de investidura, Rodríguez Zapatero reivindicó el ‘credo’ de su abuelo paterno, el capitán Juan Rodríguez Lozano, fusilado por las tropas franquistas en 1936 por defender la legalidad de la República tras el golpe militar (a pesar de las peticiones de clemencia del obispo de León, monseñor José Álvarez Miranda). El entonces presidente utilizó una cita del testamento de su abuelo en el que monstraba «una ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes». La cita era incompleta. Su abuelo, un gran hombre con inquietudes espirituales, declaraba «creer en la existencia de Cristo» y a él encomendó su «alma de creyente», según reza en sus últimas voluntades.