Solo 17 años después de su muerte, el Papa ha canonizado en el Vaticano a la beata española Madre María de la Purísima de la Cruz, sexta superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, quien dedicó su vida al servicio y la atención de los más necesitados y falleció en Sevilla en 1998. En su alocución, el Pontífice aludió reiteradamente al compromiso de la beata con los pobres, los enfermos y los más necesitados, a quienes dedicó su vida, pero no glosó ninguno de los dos milagros que se le atribuyen y por los cuales se habría ganado el derecho a la santidad. El verdadero milagro fue su bondad, parecía proclamar tácitamente Francisco.
Durante la solemne ceremonia, Francisco también ha proclamado santos al sacerdote diocesano Vincenzo Grossi, fundador del Instituto de las Hijas del Oratorio y a los padres de santa Teresita del Niño Jesús, Luis y Celia Martin.
El Papa ha destacado que Santa María de la Purísima de la Cruz “vivió personalmente con gran humildad el servicio a los últimos con atención particular a los pobres y enfermos”. Además, ha expresado que “su gloria no está en la ambición o sed de dominio, sino en el amor a los hombres, en acompañar con ternura infinita su atormentado camino”.
Durante la homilía el Papa ha destacado que las lecturas bíblicas de hoy “hablan de servicio y llaman a seguir a Jesús a través de la humildad y de la cruz”. En este sentido, ha pedido que “frente a los que luchan por alcanzar el poder y el éxito, los discípulos están llamados a hacer lo contrario”.
Por ello, ha enfatizado que “el que sirve a los demás y vive sin honores ejerce la verdadera autoridad de la Iglesia” y ha recordado precisamente que Jesús “invita a cambiar de mentalidad y a pasar del afán del poder al gozo de servir”.
“Jesús realiza un sacerdocio de misericordia y compasión, conoce y entiende a pecadores”, ha comentado al respecto. Así ha reiterado que la Gloria de Jesús “no está en ambición o sed de dominio, sino en el amor a los hombres, en asumir y compartir su debilidad y ofrecerles gracia que restaura”.
La Madre María de la Purísima de la Cruz es la segunda monja de este instituto en subir a los altares, junto con la fundadora sor Ángela de la Cruz. Además se trata de la canonización más rápida después de la de San Juan Pablo II.
Esta santa contemporánea murió en Sevilla el 31 de octubre de 1998 y fue beatificada en 2010 en el Estadio Olímpico de la ciudad andaluza. El capuchino fray Alfonso Ramírez Peralbo es el postulador general de la Causa de Madre María de la Purísima. Tras años de investigación por parte de la Congregación para los Santos, concluyó que Francisco José Carretero Díaz, ‘Carre’, armao de la Macarena, fue curado gracias a la intercesión de María Purísima de la Cruz después de permanecer doce días en coma. El Papa aprobó este segundo milagro necesario para su exaltación a los altares.
María Isabel Salvat Romero adoptó el nombre de María Inmaculada Concepción fue la superiora general de la Congregación de las Hermanas de la Compañía de la Cruz. El 27 de marzo de 2010, Benedicto XVI firmó el decreto que reconocía un milagro atribuido a la intercesión de la religiosa y por el que era declarada beata.
Madre María de la Purísima de la Cruz hizo los votos perpetuos en 1952. Desde 1977 hasta su fallecimiento en 1998 fue madre general. Sus restos mortales permanecen en la Casa Madre, en la cripta que ocupó Santa Ángela durante cincuenta años.
A la ceremonia han asistido decenas de fieles españoles que han llegado a Roma y numerosas Hermanas de la Cruz y sacerdotes, acompañados por el arzobispo de Sevilla, Monseñor Juan José Asenjo, así como diversas autoridades españolas como el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, la defensora del Pueblo, Soledad Becerril, la Fiscal General del Estado, Consuelo Madrigal, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas (PSOE), la secretaria de Estado de Justicia, Carmen Sánchez-Cortes, el director general de la Guardia Civil, Arsenio Fernández de Mesa y el secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste Castillejo.
Durante la misa, ha tenido lugar el tradicional rito, en el que monseñor Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos, ha leído una breve biografía de cada uno de los nuevos santos y ha solicitado al Pontífice su canonización. Después, los postuladores han llegado con las reliquias para ponerlas en el altar y el Santo Padre ha pronunciado solemnemente la fórmula con la que, a partir de ese momento, los cuatros beatos pasaron a formar parte del santoral romano