Desde que desapareció del calendario aragonés la festividad de uno de los jueves que “relucen más que el sol”, la jerarquía eclesiástica zaragozana trasladó al domingo siguiente del mencionado jueves los fastos que celebran el Corpus Cristi. Entre esos ceremoniales están una misa en la Basílica del Pilar oficiada por el Arzobispo de la Diócesis y a la que acuden las fuerzas vivas del municipio. A continuación en ordenada procesión salen por una puerta del Templo con un paso arrastrado por, presumo, unos cuantos religiosos meritorios y tras el que desfilan ordenadamente una nutrida representación de la institución católica.
Hace unos años que el desfile lo abren unos policías locales con uniforme de gala, montados a caballo; lo cierran otros funcionarios del Ayuntamiento, sospecho que ujieres o conserjes, igualmente engalanados flanqueando a la corporación municipal con el alcalde a la cabeza.
La asociación MHUEL (Movimiento Hacia un Estado Laico) lleva años denunciando este y otros actos similares en los que cargos públicos acuden con los distintivos de su condición -Bandas de munícipes y bastón de la alcaldía– entendiendo que en un Estado definido constitucionalmente como aconfesional sobran las demostraciones que desde los poderes públicos hacen algunos de los políticos locales en apoyo explicito de una determinada confesión religiosa.
Estas muestras de disconformidad las plasma MHUEL en una silenciosa presencia en este acto, con el máximo respeto a los creyentes participantes. Respeto que no siempre es reciproco por parte de los que piadosamente procesionan, quienes profieren insultos a los demandantes del cumplimiento de la Constitución. Estos beatillos cuando provocan, lo hacen amparados en la presencia y pasividad policial.
El despliegue policial resulta un alarde desproporcionado y excesivo que, imagino, es exigido por el astuto Delegado del Gobierno. Los silentes manifestantes le deben parecer muy peligrosos al representante del Gobierno de la Nación. Es complicado encontrar otra explicación. Las acciones se limitan a levantar, al paso de la corporación municipal, unos letreros con leyendas como: “Estado Laico”, “Ayuntamiento laico”, y cosas por el estilo. Una vez han pasado los representantes públicos se retiran los carteles y finaliza la “protesta”.
Ante estas expresiones de defensa de la legalidad y la denuncia de la participación de representantes de las instituciones de gobierno en actos de marcado carácter confesional, siempre se ha dado la misma contestación: Acuden haciendo uso del legítimo derecho que tienen a practicar las creencias que consideren oportunas. Nadie cuestiona este derecho, el asunto es otro.
Lo que nunca quisieron entender es que deben separar a la persona del cargo. La persona puede ser y practicar lo que le venga en gana, el cargo debe permanecer neutral en materia religiosa. Nada les impide acudir, siempre que lo hagan como particulares, no como concejales.
Una y otra vez el “todavía” alcalde Belloch defendía su intervención en el desfile con el argumento y letanía señalada. Incluso aconsejaba a los concejales colaborar aportando un modesto óbolo.
La participación de concejales era mayoritaria, pocos discrepantes, y entre los pocos díscolos prácticamente ninguno de los partidos mayoritarios PSOE y PP que acudían en masa a la llamada de sus jefes respectivos.
Años de alcaldía socialista no han servido para poner en valor el mandato constitucional de neutralidad en materia religiosa. Los episodios del ex – biministro son múltiples y anacrónicos; desde su empecinamiento en colocar un crucifijo presidiendo los plenos hasta las procesiones piadosas, pasando por las exenciones de IBI o por las dádivas en forma de cesión de parcelas para construir edificios de disfrute clerical, o no articular ninguna acción para procurar la recuperación de la catedral de la Seo para su legítimo dueño, la ciudad de Zaragoza.
La apropiación de ésta por parte del Arzobispado fue valiéndose de una estratagema que se benefició una dejación registral y aprovechó una ley franquista. Con más tiempo trataremos este espinoso asunto que demuestra la avaricia incontrolada de la curia católica. Ni las leyes les paran, muy al contrario si por casualidad alguna disposición legal les entorpece, llega el Aznar de turno y acomoda la ley al gusto de la Conferencia Episcopal.
Todo arreglado monseñores ya pueden ustedes expoliar el patrimonio nacional, adjudíquense a su gusto ermitas, iglesias, catedrales, basílicas, huertos del cura o lo que se les ocurra… la Mezquita de Córdoba o la Catedral de la Seo, tanto da, ahora la ley permite su apropiación por parte de la Iglesia Católica.
Con estos beatíficos antecedentes choca sobremanera determinadas ausencias en la procesión del Corpus del domingo 7 de junio. De repente la participación de concejales se reduce a la mínima expresión desapareciendo la totalidad de concejales socialistas, y ¡Oh milagro! muchos de los concejales del PP, entre ellos Eloy Suarez un asiduo a estos eventos que en esta ocasión no ha asistido, seguramente tendría poderosas razones. Los demás incomparecientes seguro que también. Tampoco vamos a atribuir la ausencia del alcalde y de su fiel escudero García Anadón a una pérdida repentina de fe.
Choca que a unos días de dejar el sillón Alberto Belloch haya abandonado la altanería. Quizás haya querido evitar un nuevo recordatorio acerca de sus obligaciones como edil, sus castos ojos deben soportar mal la visión de unos conciudadanos exigiendo neutralidad en materia religiosa. O tal vez ya no necesite quedar bien con el Arzobispo.
Aunque mucho mas llamativo resulta que, sin el jefe a la cabeza del desfile, el resto de concejales excusen su participación ¿Cobardía o fragilidad de sus propias y firmes creencias?