Nadie sabe a ciencia cierta a cuánto ascendía la fortuna de doña María, la boticaria de Órgiva (Granada) que falleció en octubre de 2008. Nadie salvo sus albaceas, dos sacerdotes. A saber, Francisco José Campos Martínez, juez eclesiástico suspendido en sus funciones, que no cesado, y uno de los doce imputados en el caso de los abusos sexuales que investiga el Juzgado de Instrucción número 4 de Granada, y Juan Carlos Moreno Muñoz, actualmente párroco de San Gabriel de Loja. La boticaria no los nombró herederos de sus bienes. Les encargó cumplir su última voluntad y custodiar sus propiedades hasta repartirlas entre los herederos. En este caso, eran herederos sin nombres, los pobres, genéricamente.
Doña María confió en sus dos albaceas para que ellos decidieran cómo repartir su herencia, para que determinaran quiénes eran pobres. Lo que hicieron los curas con la herencia, con las cuentas corrientes y la fortuna que dicen que tenía la boticaria, solo lo saben ellos, aunque ya empiezan a encajar algunas piezas del puzle.
El sumario del caso los ‘romanones’, que ha desvelado en exclusiva andalucesdiario.es, evidencia que buena parte de las propiedades de la farmacéutica de Órgiva están en manos de los curas: de los dos albaceas y del líder del grupo, Román Martínez Velázquez de Castro.
EL REGISTRO NO ENGAÑA
Los datos del Catastro incorporados en el sumario confirman que el sacerdote Román Martínez de Castro, que tiene a su nombre 18 propiedades, algunas heredadas y otras adquiridas por compraventa, posee el 33,33 por ciento de locales comerciales y viviendas en Órgiva. Son los locales y las viviendas que la boticaria puso en manos de los dos curas a los que nombró albaceas para que los distribuyeran entre los pobres. Pero los titulares de esos inmuebles son los curas. Los dos albaceas poseen el 33,33 por ciento cada uno. El 33,33 por ciento restante está inscrito a nombre de Román.
Se trata de un local de 74 metros cuadrados, otro, de 116 y una vivienda de 212 metros cuadrados. Según se deduce de los datos contenidos en el sumario, los dos curas a los que la boticaria nombró albaceas se quedaron nominalmente con esas propiedades, que compartieron a partes iguales con el líder del grupo, según se deduce de las notas del registro de la propiedad que constan en el sumario.
El asunto, aparentemente, resulta bastante turbio. De hecho, aparece en las conversaciones telefónicas que forman parte del sumario.
UNA CONVERSACIÓN A ALTAS HORAS
El día 22 de noviembre, dos días antes de su detención, Román recibe una llamada a altas horas de la noche.
-Hola, Román, buenas noches.
-Hola… ¿que tal?
-Disculpa que te moleste a estas horas.
-No te preocupes.
-Para ver si es posible que me dejes, pues hemos visto que ha salido una foto del testamento de la señora de Órgiva.
– ¿Ah, sí?
-Ha salido una entrevista por la cadena SER bastante bastante delicada, ¿vale?, entonces para ver si es posible que mañana me facilites fotocopia de toda la documentación de la que hemos hablado, desde su testamento, copias simples, escrituras.
-Todo eso, lo que pasa es que es difícil, tendría que ir a los notarios y todo…
-Pensábamos que las tenías tu a mano, aunque no sean las originales.
-Fotocopia sí, con la fotocopia te la puedo hacer mañana.
-Sí, de todo, absolutamente todo, tanto de las viviendas como si tenéis testamento de la mujer, ¿vale?
-Sí, sí.
-Era por eso, ¿vale?, cuando te venga a ti bien, a la hora que te venga bien y donde te venga bien, eso no es problema.
-Yo lo preparo y mañana te lo doy.
-Ya está, perfecto, estupendo.
A la mañana siguiente, Román queda con su interlocutor para llevarle los documentos, según se deduce de las escuchas telefónicas. Lo que llama poderosamente la atención es que el sacerdote a quien consideran líder del grupo posea el 33,33 por ciento de los bienes inmuebles de la farmacéutica de Órgiva. En el testamento de doña María, al que ha accedido andalucesdiario.es, no aparece el nombre del cura para nada. La boticaria no habla de donaciones y solo pide que sus bienes sean repartidos entre los pobres, encargo que encomienda a los dos sacerdotes a los que nombró albaceas (no a Román). La mujer, profundamente religiosa, modificó su testamento hasta en tres ocasiones para nombrar a albaceas de su hacienda a los sacerdotes Francisco José Campos Martínez, y Juan Carlos Moreno Muñoz.
Según el informe patrimonial de los imputados contenido en el sumario, el local que ocupó la botica y la propia vivienda de la farmacéutica es hoy propiedad de los tres curas. ¿Son los pobres innominados a los que la farmacéutica quiso dejar sus bienes? La mujer, que se confesaba “católica, apostólica y romana”, no hubiera dejado la gestión de su capital en manos de quienes hoy protagonizan una historia que gravita sobre más de un pecado capital, amén de otras acciones supuestamente delictivas. La investigación judicial ha desvelado que parte de sus bienes están en manos de los propios curas que debían repartirlos entre los pobres. Todo lo demás, el destino del dinero que poseía en cuentas corrientes, es un misterio.