Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Los fanatismos

EN Israel la Policía detenía a 28 ultraortodoxos que protestaban porque se había permitido abrir un aparcamiento el sábado (shabbat) rompiendo, así, con la tradición judía de descansar (a diferencia del mundo cristiano que lo hacen en domingo). Durante la protesta, lanzaron piedras y botellas contra la Policía, causando un herido, demostrando la fiereza de sus convicciones. No hay duda de que en este planeta la divergencia entre el purismo y la tolerancia ostentan un foso difícil de conciliar. El respeto de quienes tienen una versión light o ninguna de la cultura religiosa se contrapone contra quienes consideran que la religión es el eje principal de sus vidas. El problema reside cuando algunos creen que la observancia de unos ha de imponerse a los demás y las políticas liberales de los otros ofende a estos otros. Incluso se puede ir más lejos, y es posible afirmar que esta cultura religiosa también, en ocasiones, se apodera de la cultura política de un país (caso vasco, por ejemplo).

Los radicales no son en sí mismos peligrosos por sus ideas, que pretenden salvaguardar del tiempo y del cambio, sino por el hecho de que piensan que sus percepciones de la realidad son las que toda la sociedad ha de asumir. En Israel este estribillo es conocido. Se trata del único país racial, en el mal uso del término, porque ser judío, que no deja de ser una religión, te garantiza la ciudadanía israelí. Sin embargo, la complejidad del mosaico de la sociedad israelita se vislumbra claramente en el fragmentado arco parlamentario.

No hay un partido único capaz de alcanzar una mayoría; hay partidos tradicionales, estilo occidental, radicales, ortodoxos y heterodoxos. Unos son laicos y otros muy clericales, unos defienden minorías árabes y otros el purismo de la Torah. El Gobierno actual, conformado por partidos de centro derecha, está compuesto por nada menos que seis formaciones, mientras que la oposición cuenta con otras seis. En suma, son doce partidos los que tienen alguna representación parlamentaria. La necesidad de consensos y de pactos es tan elemental que los partidos que cuentan con mayor peso en la política israelí, como el Likud (derecha) y el laborismo (izquierda), no podrían conformar juntos un gobierno en mayoría. Al pretender entender la política de un país como Israel debemos procurar incluir a estos partidos, que son un grupo de presión significativo. No olvidemos la importancia que tiene la política de los asentamientos de los colonos, afín a los ultraortodoxos, en un tira y afloja, no sólo en las garantías de los procesos de paz con los palestinos sino entre los propios judíos. Pero es un error anteponer las creencias de uno mismo a la de los demás. Y el peligro deriva ya no sólo en la posibilidad de que alguien resultase gravemente herido o muerto en este tipo de confrontaciones, sino en la actitud de no respetar las opciones religiosas de otras personas.

Cuando volvemos los ojos al mundo islámico siempre nos fijamos en el papel subordinado que juega la mujer. Las más liberales llevan el pelo tapado, otras, en cambio, tienen que enfundarse en el burka, lo cual las hace invisibles en la sociedad. Pero no es en esta esfera de lo simbólico lo verdaderamente preocupante sino en la real. La falta de atención primaria a muchas mujeres por no poder desnudarse ante médicos o enfermeros, por ejemplo, la imposibilidad de que puedan acceder a una cultura superior, la humillación o el trato vejatorio que puedan recibir de sus padres o esposos, etc. Nos han escandalizado los casos de mujeres que han sido condenadas a muerte tras sufrir una violación. Pero los fanatismos se pueden desarrollar en muy diversas culturas y, por eso, hay que tener cuidado de ellos.

Al contraponer los extremos, nos consolamos al considerar que en Occidente la máxima preocupación es que las mujeres musulmanas no vayan con el pañuelo en la cabeza, el chador. Símbolo, según nos explican, de su sumisión. No siempre es así, hay mujeres que se han negado a acudir a las aulas y a la universidad por esta prohibición. La tolerancia y los valores se confrontan cuando una sociedad laica pretende imponer ese laicismo, sus formas o modos de interpretarlos, a otra parte de esa sociedad clerical. La retirada de símbolos religiosos de todos los órdenes públicos puede derivar en una ofensa para otra parte de los ciudadanos que lo consideran otra forma de intolerancia.

De hecho, hemos de ser flexibles y no caer en la misma dinámica de ignorar que no llueve a gusto de todos. Los actos violentos derivados de abrir un aparcamiento en sábado resultan absurdo, igualmente lo es que se prohíba a las mujeres musulmanas a acudir a centros públicos con el chador. Es como si se nos negara a entrar en una escuela por llevar en el cuello un colgante con un crucifijo o medalla religiosa. Es menos visual pero es igual de significativo. La Iglesia católica, a fin de cuentas, aunque más permisiva no es menos machista. La cultura religiosa de un país debe ser respetada pero, además, debe saber respetar. En la sociedad europea no debemos de entrar en esa dialéctica. Lo importante es educar, que las mujeres, por ejemplo, puedan, sin menoscabo, optar a puestos de responsabilidad, puedan abrirse paso en un mercado de trabajo de forma independiente. Más allá de lo que pueda ser el símbolo sumiso del chador, si en las próximas generaciones la mujer alcanza un desarrollo intelectual pleno, entonces, decidirá lo que quiere hacer y cómo quiere vestirse.

Hay marcos sociales en los que el Estado no debería actuar de forma totalitaria (en la matización del concepto). No debemos confundir la defensa de los derechos ciudadanos y el garantizarlos, con la de impulsar leyes que se fundamenten en no respetar la voluntad individual. Del mismo modo que se pretende impulsar una cultura de tolerancia universal, debemos no caer en querer controlar cómo quieren vivir los demás; alejándonos de la intolerancia sea del signo que sea. O, en el peor de los casos, permitiendo que la educación sea el pilar en el que construir unas sociedades tolerantes y no discriminatorias.

* Historiador

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share