El argumento cristiano usual es que el sufrimiento del hombre es una purificación del pecado, y, por lo tanto, una cosa buena. Este argumento es, claro está, sólo una racionalización del sadismo, pero en todo caso es un argumento pobre. Yo invito a cualquier obispo de la Iglesia Católica a que vaya a los barrios pobres, y que presencie los sufrimientos que se padecen allí, y luego insistir en la afirmación de que esas gentes y esos niños están moralmente abandonados que merecen lo que sufren. Con el fin de afirmar esto, un obispo tiene destruido en él todo sentimiento de piedad y compasión. Tiene, en resumen, que hacerse tan cruel como el Dios en quien cree que los sufrimientos de estos seres son por su bien, el monseñor puede mantener intactos sus valores éticos, ya que siempre está tratando de hallar excusas para el dolor y la miseria.
La intolerancia judía · por Jordi Llovet
Las religiones, aunque se practiquen menos, dejan una impronta sólida en las costumbres y la moral de una…