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Nadie mejor que los curas para dar sexo a nuestros hijos

Hace pocos días se dio a conocer el plan de educación sexual que el arzobispado de Valencia propone para las escuelas públicas y concertadas en el reino de Paco. A mi entender, los medios de comunicación no dieron a esta noticia la relevancia que merece, unos por desinterés sobre el tema de la sexualidad, otros por la alergia que les provoca todo aquello que tiene que ver con la Iglesia.

Pero no se trata de una noticia baladí. La educación sexual de nuestros jóvenes y adolescentes es algo que debería preocuparnos sobremanera. No se trata de un tema puntual de nuestras vidas, va mucho más allá, es la base de toda una forma de pensar y de actuar que tiene una importancia vital en la formación moral de las Nuevas Generaciones y, por lo tanto, de la misma sociedad.

Paco, al que no en vano sus mejores amigos, y especialmente los del grupo Gürtel, conocemos como el “curita”, sabe de la importancia de una correcta educación sexual y por ello está dispuesto a dejarla en manos de quienes más esfuerzo han dedicado desde siempre al conocimiento de la sexualidad infantil y juvenil: los sacerdotes.

Sé que algunos de ustedes pensarán que el que los sacerdotes se ocupen de la educación sexual, cuando tienen voto de castidad, es como si pusiéramos de monitores de tiro al plato a los vendedores de la ONCE, pero se equivocan, como por otra parte es habitual en los lectores de este diario digital.

El que sacerdotes y monjas no tengan una específica formación sexual, lejos de ser un problema es un gran aliciente para ellos como activos enseñantes y para los alumnos como pasivos receptores. A diferencia del resto de asignaturas de la enseñanza tradicional, en la que los profesores, formados especialmente en una materia, imparten sus conocimientos a unos ignorantes alumnos; la asignatura de educación sexual impartida por la Iglesia centra su programa en el aprendizaje mutuo, en el descubrimiento de profesores y alumnos del siempre fascinante mundo de la sexualidad.

Todos los que hemos tenido la suerte de haber recibido nuestra educación en centros religiosos, fuimos testigos de cómo la asignatura sexual, que en aquellos años del franquismo los buenos sacerdotes nos daban a escondidas, era la que impartían con más ilusión y devoción. Sacerdotes que se mostraban adustos y serios cuando nos enseñaban matemáticas o geografía, se convertían en tiernos y cariñosos a la hora de mostrarnos las muchas y gozosas posibilidades que esconde el sexo.

Si el plan educativo tiene éxito, y no duden que lo tendrá, el gobierno valenciano estudia contratar a las monjitas del convento de Santa Lucía de Zaragoza, para que den clases de economía en la Universidad de Valencia. Con unas maestras como ellas, capaces de reunir un millón y medio de euros (todos en billetes de 500) vendiendo unos cuadros y restaurando un puñado de manuscritos, que no saben ustedes la demanda que tienen hoy día los manuscritos, en cuatro días Valencia supera a China como segunda potencia económica mundial.

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