La marea verde les dio un impulso.
En enero de 2021, tras la legalización del derecho al aborto en Argentina, surgió con renovada fuerza el movimiento del pañuelo naranja, símbolo de la Campaña por la Separación Estado-Iglesias.
En pocas semanas, la «campaña naranja» empezó a recibir una gran cantidad de consultas y nuevas adhesiones a través de sus perfiles de redes sociales. También activaron trámites de apostasías, campañas informativas y de visibilización, denuncias de abuso de poder, genocidios, e injerencias indebidas de las religiones en la educación y en el ejercicio de derechos, denuncias de abuso infantil o su encubrimiento, y entrevistas con figuras de distintos sectores sociales y políticos.
Vamos por la separación definitiva del estado y la iglesia! Súmate desde tu provincia a nuestro móvimiento! #estadolaico #AbortoLegal2020 #SeraLey #naranja #curas #asuntoseparados #laicismo #igualdad pic.twitter.com/Zj2rr7b5bR
— Campaña Fed. Por La Separación Estado/Iglesia (@CampEstadoLaico) January 2, 2021
Con el lema «Iglesia y Estado: Asuntos separados», esta campaña lucha por la consagración de un Estado argentino laico que no destine fondos públicos para la institución católica, pero sobre todo, donde las creencias religiosas, católicas u otras, no determinen las políticas públicas que afectan el pleno ejercicio de los derechos. No es solo el lobby de la cúpula religiosa, hay legisladores que históricamente han alegado razones religiosas para votar contra derechos humanos básicos, como el divorcio, el matrimonio igualitario, la Ley de Identidad Trans, el derecho al aborto y la educación sexual integral, y que a su vez, reciben apoyo (y votos) de la gente que comparte esas creencias.
Nicolás Panotto, teólogo y director general de Otros Cruces, una ONG que aboga por la libertad religiosa en armonía con la democracia, explica el boom de la campaña:
Ya a inicios de 2018 se vivió una indignación generalizada al conocerse sobre los 130 millones de pesos (unos 4.6 millones de dólares) que el Estado argentino otorga a la iglesia católica para cubrir los sueldos de la curia, los estudios de seminaristas y otros gastos “filantrópicos”. Pero el debate sobre el aborto ha mostrado que la vinculación orgánica entre Estado e iglesia sobrepasa lo financiero, y mete la cola como un factor determinante y excluyente en el tratamiento de políticas públicas, donde los intereses particulares (entre ellos religiosos) no deberían ser condicionantes.
Se podría decir, entonces, que la campaña naranja nació de la marea verde por el derecho al aborto y se hizo rápidamente visible en el contexto del primer debate en 2018 por el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, como reacción ante la fuerte presión de la iglesia durante los debates y cerca de las votaciones, y los discursos de tinte religioso que imperaban entre quienes se oponían a la Ley.
Cuando se habla de separar al Estado de la Iglesia, solemos pensar solo en la Iglesia católica. Sin embargo, la Campaña hace énfasis en «las iglesias» (en plural). La última encuesta de creencias religiosas en Argentina, llevada a cabo por el CONICET, señala que hay menos personas que profesan el catolicismo, pero más personas que practican la religión evangélica, con doctrinas mucho más conservadoras que la católica. Esto acompaña un mayor avance del poder político y social de sus líderes y representantes en América Latina: En 2019, llegaron a presentar más de 200 postulantes en las listas electorales para diversos cargos.
Si bien la lucha por un Estado argentino laico se remonta a los inicios de la República y tuvo una segunda ola después de 1950, esta campaña empezó dentro de un naciente «laicismo del siglo xxi», con un grupo de Facebook creado en 2018 por Taty Barranco, militante feminista y activista por los derechos humanos, diversidad y género. Su fin era reunir a las personas que se sentían incómodas o agraviadas por la imposición de dogmas religiosos en los ámbitos educativos públicos y privados.
Procedente de Salta, una de las provincias más religiosas y conservadoras del país, Taty explica a Infobae la fuerte influencia religiosa en su vida:
Mi mamá creció en el campo, en un lugar muy conservador de Salta. Fue criada por una mujer muy religiosa, que siempre ejerció su violencia psicológica con un rosario en la mano. […] Quedó embarazada de mí a los 19 años, y la violencia por parte de esa mujer empeoró. ¿Por qué? Por el dogma religioso y moral que dice que si te quedas embarazada joven sos una prostituta.
Una campaña autoconvocada, apartidaria, transfeminista y federal
En pocos días, el grupo de Facebook creado por Taty Barranco llegó a reunir 40.000 integrantes. Esto planteó la necesidad de organizarse y dividir tareas. En conjunto, y con inspiración en el pañuelo verde, pensaron un diseño y color de pañuelo: Así nació el pañuelo naranja.
Poco a poco, organizaron comisiones y crearon movimientos regionales para localizar el activismo y hacer la campaña más nacionaly geográficamente diversa. Sus integrantes son de todas las afinidades políticas, sociales e, incluso, religiosas, pero con una visión común: Que las instituciones y creencias religiosas se limiten a una elección de vida personal, y se mantengan lejos de los asuntos públicos que afectan la vida de la ciudadanía en su conjunto.
Uno de los ejes de la campaña son las apostasías —la renuncia formal a la vinculación con la institución católica consagrada en el sacramento del bautismo. Es una acción simbólica individual pero muy importante, y además, mucha gente se acerca a la campaña para consultar cómo apostatar y se queda para apoyar la causa.
Otro eje es la iniciativa de Espacio Público Laico, que registra y denuncia la presencia de monumentos y símbolos religiosos en espacios públicos no religiosos, como plazas, parques, juzgados, hospitales, estaciones de tren y metro, oficinas, universidades y escuelas públicas.
Por ser un grupo autoconvocado, aún no tiene personería jurídica ni apoyo financiero estatal, partidario o privado. Son personas que aportan voluntariamente su tiempo y sus conocimientos, y se organizan mayormente a través de las redes sociales.
Recientemente, se unieron a la coalición Organizaciones Laicistas Argentina (OLA), creada en marzo de 2021 con el objetivo de unir fuerzas y poner fin a los privilegios de las instituciones religiosas y sus representantes derogando todas las leyes y decretos, incluido el Artículo 2 de la Constitución Nacional, que dice que “el Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano”, para eliminar los beneficios pecuniarios pagados del bolsillo del Estado (es decir, de sus contribuyentes).
Por el momento, la campaña naranja se centra en el activismo de difusión: Darse a conocer, atraer militancias y apoyos, construir alianzas, e informar y educar a la comunidad con material variado y de calidad a través de sus perfiles de Twitter, Facebook e Instagram, con la idea de crecer y expandirse por toda América Latina, como lo hizo la marea verde.
Si bien tuvieron un gran impulso este año, el sistema que se busca cambiar sigue siendo muy sólido, y está tan profundamente inserto en la matriz social y cultural que, a veces, es invisible para mucha gente. El objetivo primero lo expresó Taty Barranco en entrevista con el medio La Tinta:
Nos interesa viralizar información e instalar el debate, porque lo que no se ve, no existe.