“Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”. Pablo Neruda.
Al siglo XX se le ha llamado “el siglo de las mujeres”. En verdad que la participación de las mujeres en la vida pública, si se compara con su presencia en el siglo XIX, ha significado una revolución, no de otro modo cabe calificar el fin del patriarcado. En la plaza del Carmen, en el patio del Ayuntamiento, se puede contemplar una ilustrativa y muy didáctica exposición titulada “Cien mujeres del siglo XX que abrieron camino a la igualdad en el siglo XXI”, organizada el año pasado por el Consejo de la Mujer de Madrid para conmemorar el LXX aniversario de la ley que reconocía el derecho a voto de las mujeres. La muestra comprende en cuatro bloques las grandes etapas de la historia española del siglo XX: 1ª) Reinado de Alfonso XIII; 2ª) La II República y la Guerra Civil; 3ª) El Franquismo, y 4ª) La Transición y la Democracia. Ciertamente toda muestra comporta el riesgo de elegir o marginar, de alzaprimar o descartar. A mi juicio, en la primera parte de la exposición, en los años que comprende el reinado de Alfonso XIII hay omisiones tan sorprendentes como olvidarse de Rosario Acuña, de Amalia Domingo Soler, o de Ángeles López de Ayala, entre otras. Las dos últimas citadas nacieron en Andalucía y aquí vivieron durante su infancia y parte de su juventud. Aunque sea con ánimo divulgativo, creo que merecen que las nuevas generaciones conozcan sus vidas y sus luchas por la emancipación de la mujer, de las que fueron pioneras.
Rosario Acuña de Laiglesia había nacido en Madrid en 1851. En la adolescencia, a los 16 años, quedó casi ciega y a los 38 estaba ciega por completo. Se educó en un colegio de monjas. Viajó por Francia y vivió en Roma. Se casó a los 25 años, pero se separó en seguida. Articulista, novelista, poetisa y autora dramática de éxito, ocupó la tribuna del Ateneo y de El Fomento de las Artes. Fue una apasionada defensora de los ideales librepensadores. Miembro muy activo de la masonería, ligada primero a la logia Constante Alona, de Alicante y después a la Jovellanos, de Gijón, fue asidua colaboradora del periódico Las Dominicales del Librepensamiento defendiendo la emancipación de la mujer y luchando por la igualdad de derechos de hombres y mujeres. A partir de 1909 residía en Gijón, ciudad a la que volvería tras su destierro en Portugal y donde moriría en mayo de 1923. Fue una de las mujeres más singulares de su época. Se la llegó a comparar con Emilia Pardo Bazán. Sin embargo, después de la Guerra Civil, el nombre y la obra de Rosario Acuña cayeron en el olvido.
Amalia Domingo Soler nació en Sevilla en 1835, en el seno de una familia muy humilde. También tuvo graves problemas con la vista a poco de nacer. Su madre la enseñó a leer. A los 18 años empezó a publicar poesía. A los 25 años, tras la muerte de su madre, se trasladó a Madrid trabajando de día y de noche hasta el extremo de perder la vista de la que estaría privada durante varios meses. En la capital entró en contacto con los grupos espiritistas, que proliferaron al abrigo de las libertades reconocidas en la Constitución de 1869. En 1872 empezó a colaborar en los periódicos El Criterio, de Madrid y La Revelación, de Alicante. En julio de 1876 se traslada a Barcelona. Allí publicó numerosos trabajos sobre espiritismo y dirigió el periódico espiritista La Luz del Porvenir durante más de veinte años. Aunque no existe constancia documental de su pertenencia a la masonería, su estrecha relación con Ángeles López de Ayala, la militancia masónica del importante núcleo espiritista catalán así como sus colaboraciones en Las Dominicales del Librepensamiento, inducen considerarla masona. Sí se conoce su participación en importantes mítines librepensadores como el que congregó en Barcelona, en diciembre de 1884, a más de 7.000 personas en defensa de la “Confederación Catalana de Enseñanza Laica”. A pesar de todo, también ha caído en el olvido, de modo que hasta los redactores de la Enciclopedia de Andalucía ignoraron su existencia. Murió en Barcelona en abril de 1909.
Ángeles López de Ayala y Molero nació en Sevilla en 1856. También se educó con las monjas, intentó incluso ingresar en el noviciado. Era sobrina del dramaturgo y político Adelardo López de Ayala, diputado y ministro cuatro veces durante el Sexenio Democrático y Presidente del Congreso de los diputados en 1878. A los 16 años escribió El triunfo de la virtud, novela en cuatro tomos. En 1881, con apenas 25 años, se trasladó a Madrid y en un certamen organizado para conmemorar el II Centenario de la muerte de Calderón de la Barca, ganó el 2º premio con un trabajo que llevaba el revelador título de “Estudio sobre la educación de la mujer y su misión en la Tierra”. Sus campañas antimonárquicas, su anticlericalismo y sus luchas en pro de la libertad de conciencia la llevarán a la cárcel. A finales de la década de los años 80 pasó a residir en Barcelona donde conoció a Amalia Domingo Soler, entrando a colaborar en la revista La Luz del Porvenir. Miembro muy activo de la masonería, estuvo afiliada a la logias madrileñas Amantes del Progreso y después a la Hijas de los Pobres. En Barcelona se afilió a la logia La Constancia, de la que fue secretaria en 1895. Participó en los Congresos de Librepensamiento, colaborando también en el periódico Las Dominicales del Librepensamiento. Fundó varias publicaciones como El Progreso y El Gladiador así como la “Sociedad Progresiva Femenina”, que tenía como objetivo la educación y dignificación de la mujer. En julio de 1910, Ángeles López de Ayala al frente de la “Sociedad Progresiva Femenina” organizó y encabezó en Barcelona la mayor manifestación de mujeres conocida hasta la fecha, logrando concentrar a 15.000 mujeres con el lema “¡Abajo el clericalismo! ¡Viva la libertad de conciencia!”. Las feministas de la época pensaban que habían de liberarse primero de la Iglesia, para emanciparse después de los hombres. Se ha considerado a Ángeles López de Ayala la gran impulsora del feminismo en Cataluña, y la primera feminista que plantea la lucha por la emancipación de las mujeres en términos radicalmente modernos. Murió en Barcelona a finales de 1926.
Bajo la bandera del librepensamiento fueron los masones, republicanos, anarquistas y espiritistas los primeros en impulsar la lucha en pro de la emancipación de la mujer. Las masonas españolas jugaron un importante papel en la liberación de la mujer, aún no reconocido. Se sirvieron de las logias y de la prensa masónica para convencer a un público -casi exclusivo- de hombres, de la necesidad de ayudarlas en sus luchas por la emancipación femenina, la mitad del género humano.