Erdogan arremete contra «la corriente racista y fascista» que recorre Europa – Un ministro llama a los musulmanes a retirar el dinero de la banca suiza
"Las mezquitas son nuestros cuarteles y los minaretes nuestras bayonetas". La lectura en público de este poema islámico le costó la cárcel a Recep Tayyip Erdogan en 1998. Condenado por "incitar al odio religioso", fue defenestrado de la alcaldía de Estambul y su carrera política se vio arruinada. Tardó casi cinco años en recuperarse.
El hoy primer ministro de Turquía ha vuelto a mentar los alminares, esta vez para condenar el resultado del referéndum por el que hace una semana los suizos prohibieron la construcción de nuevos minaretes. Es una "señal de la corriente racista y fascista que recorre Europa", acusó Erdogan en un programa de televisión, "y la islamofobia es un crimen contra la humanidad, lo mismo que el antisemitismo".
Tras siete años en el poder, los islamistas moderados del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) de Erdogan han barrido en todas las elecciones con porcentajes superiores al 40% de los votos.
El sí de los suizos a la abolición de un símbolo religioso islámico ha levantado una polvareda de indignación en Turquía, país miembro de la OTAN y candidato a la adhesión a la UE. Hasta los más moderados han puesto el grito en el cielo. Egemen Bagis, ministro para Asuntos Europeos, ha llegado a exhortar a los musulmanes a "retirar su dinero de los bancos suizos". "Turquía es un lugar de coexistencia entre religiones, con más de 800 años en los que diferentes culturas han vivido juntas", reivindicaba el jefe de las negociaciones con Bruselas.
"Los turcos están muy quemados", reconoce un diplomático europeo basado en Ankara, "pero en el fondo siguen mirando hacia Europa, que es su destino. Son pragmáticos, buenos comerciantes y tienden a buscar el consenso". Pero muchos observan en Turquía la emergencia de un nuevo choque de civilizaciones y temen que se repitan episodios violentos como los registrados en el mundo islámico tras la publicación de las viñetas de Mahoma en Dinamarca. "El Gobierno y la sociedad turca ven un claro mensaje de intolerancia", explica Akin Ozçer, un ex diplomático que dirige un portal en Internet hispano-turco. "No parece sensato someter a referéndum temas vinculados a los derechos fundamentales, como la libertad religiosa".
La crisis de los minaretes ha generado un raro sentimiento de unidad nacional, incluso entre la oposición laica y nacionalista, que hace frente común ante el PJD. "El recado que nos llega desde Suiza es muy negativo, porque muestra el temor de sectores europeos hacia los musulmanes, destaca Attila Eralp, director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Técnica de Oriente Medio, en Ankara, una de las más prestigiosas de Turquía.
"La sociedad turca ha perdido el impulso en su camino hacia la integración en Europa, que ya no cuenta con el apoyo de la población y que además produce una extraordinaria polarización política", advierte Eralp en su despacho en el centro de Ankara. Según sus datos, el portazo de Bruselas ha hecho caer el interés de los turcos hacia la UE del 75% a menos del 50% en apenas cuatro años. Y sólo un tercio de los turcos confía ahora en poder entrar algún día en la UE. "Turquía y la UE son como una pareja que no se habla. ¿Quién quiere construir una Europa basada en la religión?", se interroga este experto.