Tanto si hay discrepancias entre el padre o la madre, o si el menor lo rechaza, como si no hay ninguna discrepancia, hay que pensar que los menores tienen derecho a su libertad de conciencia y a no ser adoctrinados, por lo que es temas religiosos o ideológicos habría que esperar a que tuviesen una edad suficiente para decidir cuales sn sus convicciones y creencias, por lo que tanto la comunión, como el bautismo,… y otras decisiones en este terreno deberían retrasarse hasta que pudiesen decidir libremente.
¿Deben los niños comulgar con ruedas de molino? La pregunta está en el aire después de que hace unos días un juez de Mallorca determinase que una menor debía hacer la primera comunión a pesar de su propia negativa y la de su madre. El padre, divorciado de su mujer y partidario de que la hiciera, argumentó que su hija había sido bautizada, asistido a clases de Religión y que ellos se habían casado por la Iglesia. Así que el magistrado decidió que el sacramento era “consecuente a la trayectoria católica de los padres”. Pero, ¿hizo bien? ¿hay que obligar a los niños a comulgar aunque ellos no quieran?
Todo depende, según los expertos, que aseguran que a los ocho o nueve años los niños no entienden muy bien qué significa hacer la comunión. El psicólogo Ángel Peralbo,especialista en programas de terapia familiar y problemas de la infancia y adolescencia, explica que la primera comunión es un acto que no siempre lleva aparejado un alto grado de identificación con los valores cristianos, sino que muchas veces “se hace porque toca”.
En esos casos, indica, las familias no tienen los valores muy arraigados, los niños no los han vivido y no los entienden a la perfección, por lo que el menor puede decir que sí o que no “con total inmadurez y desconocimiento”. En cualquier caso, Peralbo recomienda que los padres escuchen siempre las razones del niño, pero teniendo en cuenta su edad, ya que muchas veces evidencian “argumentos o frases que no están maduros”.
“FORZAR EN ESTOS TEMAS NO TIENE SENTIDO”
“Pueden decir me gusta o no, pero con criterios poco profundos. Un ‘he descubierto que no creo en Dios’ a los 14 años puede tener mucho sentido porque con toda seguridad es fruto de una profundización, pero a los ocho o nueve años no va tanto por ahí, sino más bien por algo que han oído o alguien les ha dicho”, explica.
El experto subraya que eso no quiere decir que haya que obligar o prohibir al niño hacer la primera comunión porque “forzar en estos temas no tiene mucho sentido”. Peralbo insiste en que los menores suelen comenzar a tener reticencias cuando van a catequesis, así que los padres tienen tiempo para maniobrar. “El objetivo suele ser persuadirles, hablar con ellos, convencerles. Y la mayoría de las veces los padres suelen conseguirlo porque es una edad en la que puede haber cierto nivel de capricho o de inmadurez”, explica. Y recalca que si con ese razonamiento y con el trabajo de catequesis no se produce ese “proceso de interiorización”, hay que reconocer que el niño tiene “una negativa tremenda”.
En ese caso, dice, lo más razonable es “esperar un poquito” y “dejarlo para más adelante”, aunque eso sea difícil de aceptar para muchas familias. “Es una edad en la que hay que tantear muy bien si el crío está diciendo que sí o que no de una manera improvisada y caprichosa o de pronto tenemos un niño muy cerebral que sí lo está viviendo. Y eso se capta muy bien”, explica Peralbo.
Pero no todos los expertos piensan así. El psicólogo Ignacio Calvo advierte de que el tema “es muy delicado” y asegura que “es muy complicado” razonar con un niño de nueve años “para el que la comunión significa recibir regalos y atención” y que no tiene “la capacidad de valorar hasta qué punto la religión es importante para él”.
CUESTIONES “NO NEGOCIABLES”
Por eso, cree que son los padres lo que tienen que decidir la religión que quieren ofrecerle a su hijo, igual que lo hicieron al bautizarlo o no. “Desde un enfoque inductivo, hay reglas que se pueden negociar y hay reglas que son innegociables. Y las cuestiones de creencias no son negociables para esa edad”, zanja.
Siempre hay que intentar buscar la menor imposición posible y tratar de dialogar: “Decir ‘Nosotros lo creemos así porque es lo mejor para ti. Cuando seas adulto, decidirás si te interesa o no. Pero de momento, esto es lo que te ofrecemos”, asegura.
Mientras, la Iglesia oficial se ha llegado a plantear adelantar la edad de la primera comunión. En 2010, el polémico cardenal Antonio Cañizares propuso anticipar a los siete años el momento. Algo que choca con la posición que mantienen los más críticos con la jerarquía eclesiástica. Evaristo Villar, sacerdote portavoz de Redes Cristianas, es más partidario de retrasar la administración de los llamados “sacramentos de iniciación”, entre los que se agrupan el bautizo, la primera comunión y la confirmación.
“UN NIÑO NO LO VA A ENTENDER”
“Deberían ser con gente adulta, que sepa lo que está haciendo tras recibir una formación seria en las iglesias”, afirma. Explica que los bautizos nada más nacer tuvieron cierto sentido en el pasado, cuando la mortalidad infantil era grande y las familias, con las creencias de entonces, temían que sus hijos falleciesen y no fueran al cielo sino al limbo. Pero ahora, insiste, no tiene razón de ser.
“Un niño no va a entender eso de que bautizarte es entrar en la muerte y resurrección de Jesús, ni que comulgar significa que te sientas en la mesa de la comunidad y eso supone asumir responsabilidades y derechos. Y es lo que está pasando”, admite. Además, cree que si la jerarquía “pensara un poco” tendría que darse cuenta de que bautizar y dar de comulgar a “tantísima gente” no tiene sentido porque “para muchos es la primera y la última comunión”.
“Habría que hacer las cosas de otra forma, aunque se corra el peligro de reducir enormemente el volumen de la Iglesia. Pero, ¿qué es mejor? ¿tener mucha gente que no entiende bien lo que hace o tener menos miembros pero más comprometidos, más conscientes y más militantes?”, se pregunta. La respuesta está en el aire.