Resumen
La enseñanza de los Derechos Humanos constituye un campo de formación para que las y los estudiantes construyan para sí mismos una posición ciudadana. En este artículo se analiza la laicidad y la fundamentación de la teoría y práctica de una ética de mínimos, partiendo de la formulación de un discurso argumentado en lugar recurrir a posiciones que no resultan adecuadas en una sociedad pluralista y democrática.
La enseñanza de los Derechos Humanos (edh) conforma un saber construido racionalmente. Pero su enseñanza no sigue el camino de las rosas, el trayecto terso y directo, sino el camino de las espinas, la vía de los cuestionamientos, los dilemas, la discusión de posiciones antitéticas y por consiguiente, de los inevitables rodeos. Parafraseando a Gastón Bachelard, la educación —en esto como en casi todos los temas— no se alza desde un edificio con cimientos firmes e inalterables, sino en medio de obstáculos y rupturas con supuestas evidencias previas (las cuales suelen enmascarar prejuicios y falacias). La enseñanza de dh requiere de la comprensión y uso de los mecanismos del diálogo y la argumentación. Con ello se busca criticar y demoler visiones obsoletas y crear un horizonte de ciudadanía que permita habitar el ejercicio profesional de los universitarios.
En su libro El civismo explicado a mi hija Régis Debray distingue dos conceptos que parecen, en principio, fundamentales para nuestra temática: la separación entre lo privado y lo público.
En la escuela laica, el profesor se guarda de manifestar sus convicciones privadas. Se impone un deber de reserva para no influir en sus alumnos. Pero si neutral significa abrir la puerta a los fanatismos, acoger amablemente todas las sectas, todos los delirios, como cera blanda, entonces no, neutralidad es una palabra demasiado débil. El laicismo es más astuto y más exigente. Consiste en separar bien lo privado de lo público. (Debray, 2000:58)
… … … …
Seguir leyendo: Los principios del laicismo y los derechos humanos