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Vladimir Acosta: «La Iglesia católica fue y es un pilar fundamental del colonialismo en América Latina» · por Victoria Martínez

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La conversión al catolicismo fue vista como un paso necesario para «civilizar» a los indígenas

En su obra «Salir de la Colonia», el conocido historiador venezolano Vladimir Acosta analiza, con todo lujo de detalles, cómo la Iglesia Católica fue fundamental en la imposición y mantenimiento del colonialismo en América Latina. Este artículo explora su papel en la colonización, el control social y político, y su persistente influencia en la región.

La historia de América Latina difícilmente puede entenderse sin un análisis profundo sobre papel que desempeñó la Iglesia Católica durante la colonización y en los siglos posteriores.

    En su obra «Salir de la Colonia», el conocido historiador venezolano Vladimir Acosta ofrece una crítica contundente de cómo la Iglesia, lejos de ser un simple actor religioso, fue una institución central en la imposición y perpetuación del colonialismo en la región.

   Este artículo explora, basándose en el análisis de Acosta, cómo la Iglesia Católica contribuyó a consolidar la dominación colonial y cómo su influencia continúa presente en la cultura y política latinoamericanas.

 LA IGLESIA COMO HERRAMIENTA DE LA CONQUISTA

    Desde el inicio de la colonización en el siglo XVI, la Iglesia Católica fue un pilar fundamental en la empresa colonial española. Los conquistadores no solo llegaron armados con espadas, sino también con crucifijos, utilizando la religión como justificación para la subyugación de las poblaciones indígenas. Según Acosta, la imposición del catolicismo no fue un proceso pacífico de evangelización, sino una campaña violenta que buscaba erradicar las religiones y culturas indígenas, consideradas «paganas» y «heréticas».

    Los misioneros, junto con los colonizadores, destruyeron templos indígenas, prohibieron prácticas religiosas autóctonas y forzaron a las comunidades a adoptar el cristianismo. La conversión al catolicismo fue vista como un paso necesario para «civilizar» a los indígenas, un concepto que despojaba a estas comunidades de su identidad y autonomía. Este proceso no solo consolidó el control español sobre las poblaciones nativas, sino que también sirvió para justificar la explotación y el genocidio que siguieron.

EL CONTROL SOCIAL Y POLÍTICO DE LA IGLESIA

    Durante la colonia, la Iglesia no solo actuó como un poder espiritual, sino también como una institución política y económica. Se le otorgaron vastas extensiones de tierra y acumuló riquezas inmensas, convirtiéndose en una de las fuerzas más poderosas del continente. La Iglesia controlaba la educación, la moral pública, y, en muchos casos, también la justicia. En las regiones más apartadas, donde la autoridad de la corona era débil, la Iglesia a menudo actuaba como el verdadero gobierno.

    Acosta señala que la Iglesia jugó un papel crucial en la legitimación del dominio colonial. Predicaba la obediencia a la autoridad y enseñaba a los pueblos colonizados que su posición en la sociedad era el resultado de la voluntad divina, lo que ayudó a mantener el statu quo. La Iglesia también fue instrumental en la creación y mantenimiento de la jerarquía racial que caracterizó a las sociedades coloniales, justificando la superioridad de los europeos sobre los indígenas y africanos mediante una teología racista que vinculaba la cristiandad con la blancura.

LA PERPETUACIÓN DEL PODER COLONIAL EN LA REPÚBLICA

     Con la independencia de los países latinoamericanos a principios del siglo XIX, muchas de las estructuras coloniales permanecieron intactas, y la Iglesia Católica fue una de ellas. Aunque algunos líderes independentistas intentaron limitar su poder, la Iglesia logró mantener una influencia significativa en las nuevas repúblicas. Según Acosta, la transición de colonia a república no alteró la relación entre la Iglesia y el Estado; en muchos casos, esta relación se fortaleció.

      La Iglesia continuó siendo un actor clave en la política, alineándose con las élites conservadoras que deseaban mantener el orden social heredado de la colonia. Fue un obstáculo para las reformas liberales, oponiéndose a la secularización de la educación y al establecimiento de un Estado laico. En muchos países, la Iglesia jugó un papel central en la resistencia a los movimientos progresistas y revolucionarios, condenando las ideologías que promovían la justicia social y la igualdad.

EL CATOLICISMO Y LA IDENTIDAD NACIONAL

      Acosta también discute cómo la Iglesia Católica influyó en la construcción de la identidad nacional en América Latina. Durante la colonia, el catolicismo fue un elemento unificador impuesto a las diversas etnias y culturas del continente, creando una identidad religiosa común que se superpuso a las identidades indígenas y africanas. Sin embargo, esta identidad católica fue también una fuente de exclusión y opresión, ya que se utilizó para marginalizar a aquellos que no se conformaban con los dogmas y prácticas de la Iglesia.

      En el siglo XIX, mientras los nuevos estados buscaban definirse a sí mismos, la Iglesia Católica continuó siendo una fuerza poderosa en la configuración de la identidad nacional. Los gobiernos conservadores promovieron una identidad basada en la herencia católica, lo que reforzó la subordinación de las comunidades indígenas y afrodescendientes. Esta identidad católica-nacionalista también contribuyó a perpetuar el racismo y la discriminación, al considerar a los indígenas y negros como «otros» dentro del marco cristiano-europeo.

 EL RESURGIMIENTO DEL PODER RELIGIOSO

EN EL SIGLO XX

      En el siglo XX, especialmente en la segunda mitad, la influencia de la Iglesia Católica experimentó una transformación. Si bien perdió algo de su poder ante el avance de la secularización y la modernización, encontró nuevas formas de influencia, particularmente en la política. Acosta destaca cómo la Iglesia se adaptó a los cambios sociales y políticos, apoyando dictaduras en algunos países y oponiéndose a regímenes comunistas en otros, siempre alineándose con las fuerzas que garantizaban su supervivencia e influencia.

    Un fenómeno notable fue el surgimiento de la Teología de la Liberación, un movimiento dentro de la Iglesia que abogaba por los derechos de los pobres y oprimidos y que, en algunos casos, se alineó con movimientos revolucionarios. Sin embargo, este movimiento fue rápidamente reprimido por las altas esferas eclesiásticas, que temían perder el control sobre la narrativa religiosa y política en la región. Este periodo también vio un crecimiento significativo de corrientes protestantes, que comenzaron a desafiar la hegemonía católica en América Latina.

EL RESURGIMIENTO DEL PODER RELIGIOSO EN EL SIGLO XX

     A pesar de los cambios sociopolíticos, la Iglesia Católica sigue continua siendo una fuerza influyente en América Latina. Acosta somete a una duracrítica el hecho de que, incluso en la actualidad, la Iglesia siga desempeñando un papel extraordinariamente importante en la política, oponiéndose a temas como el derecho al aborto, el matrimonio igualitario y otras cuestiones que afectan los derechos civiles y humanos. Esta influencia, – argumenta- , es una extensión de su legado colonial, donde la religión se utiliza para mantener el control social y perpetuar valores conservadores que limitan el progreso social.

     Acosta sostiene, asimismo, que para que América Latina logre una auténtica descolonización, es preciso enfrentar y desmontar la influencia de la Iglesia en la política y la sociedad. Esto no significa rechazar la religión, sino cuestionar el poder que la Iglesia ha ejercido históricamente y que sigue ejerciendo en detrimento de la autonomía y el desarrollo social de la región.

      El análisis de Vladimir Acosta en «Salir de la Colonia» ofrece, pues, una visión crítica del papel de la Iglesia Católica en la historia de América Latina. Desde su participación activa en la conquista y colonización hasta su persistente influencia en las repúblicas modernas, la Iglesia ha sido una institución central en la construcción y mantenimiento de estructuras coloniales. Descolonizar América Latina, en el sentido pleno del término, implica no solo la liberación de influencias económicas y políticas extranjeras, sino también la emancipación de la hegemonía religiosa que ha moldeado la identidad y las estructuras sociales de la región durante siglos.

Fuente:

Acosta, Vladimir. Salir de la Colonia. Editorial Galac, 2020.

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