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Vientres de alquiler: la hermana pequeña de la prostitución

La prostitución, la pornografía comercial y la subrogación no son más que expresiones del machismo de nuestra sociedad y todas ellas significan la explotación de las mujeres por los hombres. Hacer pasar los vientres de alquiler como una práctica inocua o una mera transacción mercantil es no ver lo que existe detrás de esta realidad.

El laicismo y el humanismo siempre se han pronunciado contra la explotación de la mujer al tiempo que ha levantado el derecho  de las mujeres a la libre reproducción y una sexualidad plenamente libre, incluido el aborto y al ser la última depositaria de las  decisiones en relación a su propio cuerpo; siempre se han manifestado en contra de las constricciones que las iglesias  o las leyes injustas  han  impuesto a la mujer en las distintas civilizaciones y a lo largo de los siglos. Concretamente la Iglesia Católica, en nuestro país, ha sido la institución que más daño ha hecho a las mujer al mantenerla relegada a una posición de sierva del patriarcado, influyendo en el Estado para que promulgara leyes en ese sentido. Todos los derechos civiles y sociales  de las mujeres han sido contestados por la iglesia católica: el divorcio, el aborto y  cualquier medida emancipadora de la mujer; incluso hoy en día sigue presionando a los poderes públicos en contra de los derechos de las mujeres, de los homosexuales, de las lesbianas y transexuales. En España, la Iglesia católica tiene cada vez más problemas para que la sociedad acepte su moral y por eso pretende mantenerla en sus colegios. La lucha por una educación laica ha sido una de las primeras luchas que en el siglo XX emprendió la mujer en España para liberarse de la nefasta tutela católica. Desgraciadamente esta asignatura está aún pendiente en nuestro país ya que los colegios católicos son mantenidos por el Estado y decenas de miles de catequistas adoctrinan en los colegios públicos en la moral católica.

Desde el humanismo y laicismo se apoya el derecho moral y legal inequívoco de todas las mujeres a la autonomía sobre su propio cuerpo y las opciones reproductivas. El acceso de las mujeres a la planificación familiar, anticoncepción, control de la natalidad, anticoncepción de emergencia y los servicios sanitarios plenos debe reivindicarse como un derecho básico de las mujeres y la financiación pública no puede ser utilizada para comprometer estos derechos escudándose en visiones morales religiosas o de éticas privadas. Igualmente el laicismo y el humanismo se han pronunciado contra todo tipo de discriminación para las personas que por su identidad y orientación sexual se encuadran en el LGTB y aboga por una equiparación absoluta en derechos a las personas heterosexuales  incluyendo el matrimonio, la adopción  y el acceso a las técnicas de reproducción asistida. Sin embargo, la denominada  maternidad subrogada no se encuentra en esta perspectiva de liberación y emancipación.

Nadie puede estar a favor o en contra del uso de técnicas reproductivas asistidas; simplemente son técnicas que han sido desarrolladas por la medicina y la biología. El problema es que estas técnicas se conviertan en un mero negocio en el cual la mujer sea exclusivamente un vientre de alquiler. La violencia, física y mental, que supone el tener un embarazo solo por dinero, en la cadena del negocio de la procreación,  es un hecho de una agresividad extrema.

La subrogación altruista es una cortina de humo, que no existe en la práctica a gran escala. La denominada subrogación maternal  es una industria y en los países donde solo se permite la subrogación altruista, el dinero se da a las mujeres  bajo manga. La subrogación maternal está construida sobre una muy antigua noción patriarcal de la reproducción, como en el famoso relato bíblico de Agar;  Abraham, debido a la esterilidad de su mujer Sara, tuvo un hijo, Ismael, con la esclava egipcia Agar, del cual son descendientes los ismaelitas. Después de tener a Ismael, Agar fue  maltratada  y expulsada por Sara al desierto. Se trataba  de mantener la dinastía  del patriarca Abraham como fuera, incluso utilizando  y maltratando a los esclavos.

El llamado derecho maternal o paternal, en sí mismo, no deja de ser otra manifestación de la ideología patriarcal y machista. El humanismo laicista aborda este asunto desde la perspectiva de la liberación sexual  y huyendo de los modelos patriarcales de  la sociedad. Los vientres de alquiler constituyen  una práctica donde los ricos del mundo utilizan a las mujeres de los países pobres y a las clases inferiores como criadoras para tener hijos genéticos. Es un retorno al principio del patriarcado, donde las mujeres son meras criadoras.

Las parejas estériles  heterosexuales u homosexuales del mundo desarrollado quieren tener un derecho para satisfacer sus caprichos sentimentales a expensas de las madres biológicas de los países pobres. Antes del desarrollo de las técnicas de reproducción asistida se hacían estas mismas prácticas, de los vientres de alquiler, pero de forma  natural. Es el caso, por ejemplo, de la monja Sor Maria en España que tenía un comercio de bebes en varios hospitales de Madrid y también compraba bebes a las mafias de la prostitución de los años sesenta en España para dárselo a las  parejas estériles católicas, esquivando la legislación de adopción de la época. Este negocio  del tráfico ilícito de bebes siempre ha sido realizado de manera subrepticia por las órdenes religiosas que han mantenido durante años el control de los hospicios y de muchos hospitales de maternidad. El descubrimientos reciente de  los restos  de 800 cadáveres de  bebes  y niños menores de tres años en los patios de un convento en Irlanda ha causado un gran estupor internacional, pero ninguna sorpresa. En los hospicios siempre han existido esta práctica de transferencia más o menos legal de bebés; en Argentina, el caso de los bebes robados de las mujeres desaparecidas en la dictadura causó pavor al mundo pero fue la iglesia católica argentina quien sirvió de  cauce de esta transferencia de recién nacidos de las jóvenes desparecidas. Incluso  Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, tuvo que testificar, en el año 2012, sobre la desaparición de Elena de la Cuadra y  sobre apropiación ilegal y el robo de la identidad de su hija en 1977, Ana Libertad, dando, durante el interrogatorio,  evasivas poco convincentes y muy sospechosas.

 Esta práctica de trasferencias de bebes que ha sido realizada por siglos por las órdenes religiosas   hoy se realizan con prácticas de reproducción asistida por las clínicas de  México, Rumania, Polonia, Ucrania o  la India  que son los países  donde más ha florecido este negocio; las personas más ricas van a  EEUU donde un  bebe cuesta 150.000 dólares y las clases medias van a la India o Ucrania donde cuestan la mitad o menos. Justificar este negocio en la libertad de conciencia es un sinsentido. Es como si quisiéramos amparar la extracción y el comercio ilegal de órganos basado en la libertad de conciencia. La pobreza te  puede abocar a  la prostitución o  te puede abocar a ser una madre de alquiler pero eso no tiene nada que ver con la libertad de conciencia, nunca es una elección libre. Pudiera objetarse que pudiera existir una mujer  enteramente altruista; en ese caso regúlese pero de forma muy rígida ya que si no sería el coladero para la explotación comercial de las mujeres en situación de vulnerabilidad. También debe regularse la filiación de los bebes producto de este nuevo tráfico internacional. En México y en la India, se están planteando prohibir la maternidad subrogada ya que se está comprobando la agresividad extrema de esta práctica neocolonial. Por su puesto que el turismo sexual en Tailandia puede ser justificado de mil maneras y cabe verse como una elección libre de las jóvenes que se prostituyen pero también cabe verse como una explotación y abuso sexual  por los hombres del mundo desarrollado y nunca la prostitución ha sido una forma para salir de la pobreza; quizás la subrogación maternal  sea la hermana pequeña de la prostitución. El objetivo debe ser detener este negocio. No estamos hablando de igualdad, ni de liberación ni de emancipación, estamos hablando de patriarcado y explotación bajo la apariencia de la libre decisión.

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