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Pedro Sánchez y Pilar Alegría

Viene la regeneración democrática. Pero son buenos chicos · por Enrique del Teso

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Sánchez debería entender que la democracia es más atacada por la derecha que por la izquierda, porque son los ricos los más hartos de que los demás tengan derechos.

Cuando cogemos frío y enfermamos no es porque vengan los gérmenes. Los gérmenes están siempre ahí. El frío debilita las defensas y esa amenaza siempre al acecho se encuentra sin obstáculos. Sánchez dijo una obviedad que estaba a la vista. La democracia estaba cogiendo frío. La democracia es incómoda para todo el mundo en algún momento. Eso de que los demás tengan derechos cansa. Me aburre que los alumnos tengan derecho a revisar sus exámenes. A los poderosos los irrita siempre. Cada derecho es una dentellada a su posición de ventaja. A la Iglesia la democracia le hace rozaduras todos los días, como una prenda barata demasiado ajustada. La Iglesia siempre quiere valores sagrados que las leyes no puedan quebrar y que ellos puedan administrar. En realidad, son más profundos los valores que fundamentan las leyes que las doctrinas religiosas y el afán eclesiástico de regular las vidas ajenas es muy humano. Que la gente coma carne en Viernes Santo y tenga sexo a su conveniencia, que los legisladores no pidan permiso a los obispos para hacer las leyes, que los científicos pongan edad a la Tierra y el Universo sin mirar la Biblia y que la gente apenas recuerde qué se celebra cuando hace su estrago dietético en Navidad, todo esto produce ese escozor de que las cosas llegaron demasiado lejos. La democracia produce ese efecto. Es tan irritante que los empresarios más ricos sienten que nadie quiere trabajar, que las leyes están para el trabajador y dejan indefenso al empresario y que pagan unos salarios demasiado altos que frenan el progreso. Un rico que sea lo bastante rico no concibe no tener poder y mangonear. La democracia es una sarta permanente de insolencias de gente que no sabe cuál es su sitio. La democracia, decía, nos harta a todos en algún momento, pero a fanáticos y mandones les hace úlceras y bubas todo el tiempo.

Así que los gérmenes están siempre ahí, y todos notamos que los anticuerpos de la democracia llevan tiempo debilitándose y que poco a poco el sistema está cogiendo frío y acatarrándose. Es difícil interiorizar que cada vez que se debilita un mecanismo democrático los gérmenes reaccionarios avanzan en el sistema y que, cuando se debilita la democracia, antes o después nos perjudica a todos menos a los que no la quieren. Es difícil interiorizarlo porque, como digo, a todos nos molesta la democracia en algún momento. Es fácil sentir calidez hogareña cuando los cabestros fachas abren campañas de bulos y asedian el domicilio de los chicos malos y faltones de Podemos. Es fácil tener pereza para derogar la ley Mordaza. Es fácil porque molesta a los cuerpos armados del estado. A los chicos malos de Podemos también les dio pereza hincar el diente en ese asunto.

A Echenique se le juzga por decir que es mayor la frecuencia relativa de abusos sexuales de sacerdotes que de delitos de inmigrantes

Sánchez dijo lo que era obvio. A Echenique se le juzga por decir que es mayor la frecuencia relativa de abusos sexuales de sacerdotes que de delitos de inmigrantes. En cambio, la policía recomienda los servicios de Desokupa y les contrata formación para policías. Cosas que se ven a simple vista: se nos traslada que hay grupos armados más efectivos que los cuerpos armados del estado; carteles enormes en los que un perturbado amenaza con los puños a Sánchez no tienen la neutralidad política exigible a los uniformados; que en el mismo cartel se incluya una mención racista a Marruecos se aparta de la Constitución que debe proteger la policía; que Daniel Esteve amenace a periodistas incluyendo la mención al colegio de sus hijos es un delito y no sé qué quiere aprender la policía de esas mañas. Echenique es juzgado y a Esteve lo contratan nuestros cuerpos armados.

Las pendencias judiciales y las prevaricaciones palmarias de jueces ultras también llevan siendo evidentes desde hace tiempo. No es que los jueces sean corruptos, así en conjunto. Es que siempre hay algún juez corrupto de guardia, siempre hay un grupo ultra con el mapa de jueces de guardia y siempre hay algún falso medio que publica alguna falsa noticia. ¿Se acuerdan del juez Lasala procesando a González Laya como si él pudiera fiscalizar la política exterior del Reino y como si él pudiera decidir quién es terrorista? Para qué insistir es los escándalos de García Castellón. Para qué recordar que Puigdemont anda libre por Bélgica y antes por Alemania y no es extraditado porque nuestros aliados no reconocen los delitos por los que se le reclama. Pasó como con los chicos malos de Podemos. La democracia nos toca las narices a todos (me disculpo por la cursilada, ya saben que no estaba pensando en las narices), apetece que Puigdemont no tenga derechos. En diferido nos vamos dando cuenta de que no era Puigdemont sino los derechos de todos lo que estaba en juego.

Tenemos desde hace tiempo a cantantes y personajes públicos encarcelados o procesados por ofender los sentimientos religiosos. Mucha gente sentiría de mal gusto ciertas befas o escarnios a símbolos religiosos. Pero es un mordisco objetivo a la democracia que tal cosa sea un delito. Y más cuando la única condición para ofender es que alguien se sienta ofendido. Con andamiaje tan enclenque, andan por ahí los ultras de Abogados Cristianos, como macarras pandilleros, aporreando juzgados y zarandeando a presuntos herejes (qué rabia da que Apolonia Castellanos tenga derechos, jodida democracia). Es más hondo y civilizado lo que ofendió el otro día Sanz Montes. Que sean los sentimientos religiosos los únicos que no pueden ser ofendidos y que el delito de ofensa suceda porque alguien se ofenda parece una emanación de leyes medievales. Y ahí las teníamos.

Parece que también daba pereza, como si no hubiera anticuerpos de la democracia en juego, quitar la zarandaja del delito de ultraje a España o a la bandera. Mucho se rugió cuando Dani Mateo se sonó los mocos con la bandera nacional. A Albert Pla el primer gobierno de Moriyón le canceló una actuación por haber dicho que le daba asco ser español. En el reino de Duloc de Shrek, regido con mano de hierro por el malvado lord Faarquad, era obligatorio ser feliz y estar alegre. Supongo que el facherío querrá que sea delito no circular por la calle henchidos de orgullo y transidos de ufanía patria. Estas leyes quiebran derechos elementales porque la idea de ultraje está sesgada ideológicamente y no puede ser delito no tener cierta ideología. Federico Trillo, siendo ministro de Defensa, ordenó que todos los meses se izaran 40 kilos de bandera nacional en Madrid. A mí tan monumental parida me parece un escarnio a la bandera más alevoso que la humorada de Dani Mateo. No hubo vez que oyera a Marta Sánchez cantar su versión del himno nacional que no sintiera como si masticara cristales mientras me ahogaba en vergüenza ajena. Las banderas nacionales en pulseras y balcones, a los que es tan dado el facherío, son manifestaciones de odio hacia un montón de españoles. No se ponen como símbolo de unidad, sino como reafirmación faltona contra enemigos, que siempre son los españoles que no les gustan. El sesgo ideológico del delito de ultraje es obvio y es obvio que es una quiebra de la democracia.

Sánchez dijo que el país necesita regeneración democrática. Cada cierto tiempo la democracia necesita chapa y pintura y hay un impulso regeneracionista. Cada cierto tiempo los reaccionarios aúllan de escozor y quieren derogar derechos y acatarrar a la democracia, pero con la misma etiqueta: regenerar la democracia. Hace años, cuando todavía se fumaba en el Parlamento, Carrillo le dijo al presidente Felipe González, echando una bocanada de humo, que los poderes fácticos sabían desde hace tiempo que «ustedes eran buenos chicos». Sánchez debería entender que la democracia es más atacada por la derecha que por la izquierda, porque son los ricos los más hartos de que los demás tengan derechos. Y que si la mugre avanza es porque el PSOE, que está en el espacio natural para revertir los desmanes más reaccionarios y abrigar la democracia para que no coja frío, es tibio y cobardón. Viendo el otro día a Bolaños y Urtasun haciendo malabares dialécticos para no entrar ni mencionar el delito de ultrajes a la Corona, me acordé de Carrillo. Qué buenos chicos.

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