La historia de Ángel Campos refleja la opacidad de centros públicos aún gestionados por religiosos en la Transición: denuncia abusos de tres clérigos, una religiosa y un responsable de la Diputación entre 1976 y 1984
Ángel Campos fue abandonado por su madre en el hospicio público de Valladolid cuando tenía dos años, en 1968. Estuvo allí, en diversas instalaciones de la Diputación gestionadas por las monjas de las Hijas de la Caridad, hasta los 18 años, una infancia y adolescencia que recuerda como una pesadilla. Afirma que sufrió abusos de hasta cinco adultos distintos a lo largo de los años, entre 1976 y 1984, en la residencia Juan de Austria y en dos campamentos de verano: dos curas, un religioso salesiano, una monja e incluso un responsable de la Diputación Provincial. Cuando tuvo la mayoría de edad solo quería huir, y se fue andando y haciendo autoestop hasta París con 1.000 pesetas en el bolsillo y una mochila. “Pasé la frontera de Irún la Nochevieja de 1984, lloviendo, y el guardia civil me preguntó asombrado que dónde iba en una noche así”. Fue a París porque había hecho amistad con un niño francés en un campamento, con el que se había escrito cartas. Pero no lo encontró. Le robaron todo. Se quedó sin nada, pero desde ahí empezó a rehacer su vida. Y con 57 años ha decidido contarla: “Mi vida en el internado fue un infierno de abusos sexuales, físicos y psicológicos. Las palizas y los malos tratos eran lo normal, y fui sufriendo abusos desde los nueve años hasta que me fui de allí”. Afirma que otros niños pasaron por lo mismo, y espera que salgan más testimonios a la luz.