Todas las religiones son creadas para conducir al individuo hacia la divinidad, por un camino que favorece ciertos intereses humanos. No hay religiones superiores ni inferiores, salvo por la cantidad de adeptos y por el grado de poder socioeconómico o político que esos creyentes aportan. Ninguna fe puede probar que es más verdadera que otras religiones. Las diferencias se basan en sus objetivos que, para ser efectivamente alienantes y lograr captar a las masas, siempre se venden como valores positivos. De ahí que se asocie al cristianismo con el amor y la caridad, al judaísmo con el temor a la divinidad y con un rígido apego a sus ritos y tradiciones, al hinduismo con la trascendencia mística, o al islamismo con la sed de justicia, por mencionar cuatro de las religiones más populares junto con las necesidades básicas humanas que prometen satisfacer en sus seguidores. Claro que también enfrentan limitantes: el cristianismo carece de un sano manejo del sexo y abunda en miedo, intolerancia, culpa y castigo; el hinduismo confunde con su complejidad metafísica; el islamismo cojea por relegar a la mujer y por la fatwä que autoriza la defensa violenta, aún a costa de la propia vida; el judaísmo por su ritualismo anacrónico y la autodiscriminación de considerarse el pueblo elegido. El budismo, aunque es más filosofía de vida que religión, promete sosiego mental usando el cuerpo físico, pero enfrenta dificultades al adiestrar al mundo occidental, tan distinto a la cultura oriental. Mientras el cristianismo y el judaísmo creen en un dios personal humanizado, capaz de proteger, proveer y consolar como lo haría un padre o un amigo, el hinduismo y el budismo tienen la idea de un dios cósmico más ajeno a lo humano que la divinidad judeo-cristiana, pero intelectualmente más poderoso que ésta y más exitoso en los resultados de sus creaciones. El Islam, debido a su compleja base teológico-política, procura conciliar ambas versiones divinas. En tanto estas religiones se esfuerzan por permanecer y dominar, crece cada vez más el número de ateos y agnósticos, ya que el mundo permite como nunca antes su existencia pública. La falta de respuestas racionales y la incongruencia entre discurso y acto de las religiones, sumado al paso del politeísmo al monoteísmo en gran parte de la humanidad creyente, facilita las cosas al ateo, al agnóstico o al librepensador. Generalmente cuesta menos renunciar a un apego o un dios que a muchos, sobre todo si ese apego se va debilitando en el tiempo, como ocurre actualmente en el campo religioso, donde la fe en la ciencia suple a la fe en lo divino, y lo racional combate miedos atávicos y supersticiones con nuevos recursos, intereses, ideas y conocimientos que, si bien en algunos casos hacen al mundo más violento y rebelde, también lo hacen menos dado al oscurantismo ideológico, aún en medio de tantas propuestas indemostrables que ofrece la Nueva Era.
Mitra: adorado por pastores al nacer un 25 de diciembre con la misión de redimir al género humano, recibió los apelativos de La Luz, El Buen Pastor y La Verdad. Su transitus recuerda el Vía Crucis del relato evangélico. El banquete ritual de los fieles de Mitra precede en su forma a la eucaristía cristiana, inspirada en dos rituales del judaísmo: la pascua -que a su vez viene de rituales nómadas- y los ázimos, rito de origen agrícola. El día sagrado del mitraísmo era el domingo. Los atributos del Pater -máximo nivel de iniciación en el mitraísmo- eran el gorro frigio, la vara y el anillo, muy similares a la mitra, el báculo y el anillo de los obispos cristianos.
Horus:nacido de la virgen Isis, anunciado por la estrella Sirio, nacido un 25 de diciembre, visitado por las tres deidades solares, amenazado de muerte por Herut, seguido por doce discípulos, llamado “el ungido” (Krst, fonéticamente) revivió a Osiris, quien bajó al infierno antes de subir al cielo y también resucitó.