La relación de la Iglesia venezolana y el Socialismo del Siglo XXI parece cada vez más definida. No hay medias tintas en las respuestas del clero a las políticas sostenidas por el presidente Nicolás Maduro y el fallecido mandatario, Hugo Chávez Frías.
Las palabras “dictadura militar, socialista, marxista y comunista”, subrayan las críticas a iniciativas oficiales como por ejemplo, la imposición de una Asamblea Nacional Constituyente.
Los sectores oficiales responden, señalando a los purpurados y los que siguen la línea de jerarquía en la iglesia católica como piezas de una conspiración internacional urdida por Washington y les conminan a dejar la sotana y lanzarse a la arena política.
En el más reciente round, la Conferencia Episcopal Venezolana, la máxima autoridad de la Iglesia Católica expresaba que: “la dirigencia política no ha estado ni está a la altura de la problemática que sufren los venezolanos”.
Y en el mismo documento, dejaba colar que la crítica situación que atraviesa el país, “no puede ser ajena a nuestras preocupaciones, oraciones, compromisos evangeli- zadores y de promoción humana”.
Maduro le pidió a sus críticos, no “politizar” las festividades de la Semana Santa. “Que nadie venga a politizar la Semana Santa (…). Le hago un llamado a la élite de la Iglesia Católica a respetar al pueblo venezolano (…) y al pueblo venezolano a hacerse respetar”.
Basta saber como degusta o no el Gobierno la iniciativa de la Iglesia de asistir a la población víctima de la escasez y carestía de los alimentos, compartiendo una “olla comunitaria o una comida fraterna el próximo Domingo de Resurrección”.
No hay que olvidar que el Gobierno tiene también ministros religiosos prestos a celebrar misas e impartir bendiciones a los más necesitados en los actos oficiales. Tampoco, que en horas de apremio, sus más elevados representantes han reconocido de manera pública sus pecados, sus arrepentimientos y blandiendo un crucifijo, hasta han besado al Cristo Redentor.