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niñas con velo islámico en Irán

Velo islámico contra República laica: así defiende Francia su escuela pública · por Luis Rivas

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

La penetración del islam intenta transformar las sociedades occidentales para adaptarlas a su ideología

Desde Parla a París; desde Salt a Bruselas, la penetración del islam intenta transformar las sociedades occidentales para adaptarlas a su ideología y creencias. El velo islámico es un estandarte político usado para afirmar una identidad separatista en el espacio social, empezando por la escuela, a la espera de extender su esfera de influencia con la inestimable ayuda de tontos útiles y políticos ávidos de “voto musulmán”. 

La República francesa, uno de cuyos pilares fundamentales es el laicismo, lucha desde hace 35 años contra la presión islamista en la escuela pública. En 1989, tres alumnas de 12 años, nacidas en Marruecos, se negaron a quitarse el velo en clase y fueron excluidas por el director del colegio. Quince años más tarde, ese episodio fue zanjado, aparentemente, con una ley, pero no ha frenado la ofensiva de organizaciones musulmanas radicales no solo en la enseñanza, sino en todos los ámbitos de la sociedad, desde el deporte, al lugar del trabajo, pasando por la Universidad, en estrecha colaboración con el clientelismo político.

El “affaire de Creil” – conocido así por el nombre la localidad donde se situaba el colegio – inició así el debate y la controversia sobre el papel del islam en Francia, y, en especial, sobre la influencia de la religión islámica en la escuela pública que sigue vigente hoy aún con más fuerza. 

“Locas por Alá”

Al grito de “Locas por Alá, llevaremos el velo hasta la muerte”, las colegialas Leila, Fátima y Samira fueron utilizadas como punta de lanza de una ofensiva político-religiosa que cogió desprevenidos y desarmados de argumentos a la mayoría de los políticos de la época, especialmente a los de izquierda. El socialista Lionel Jospin, ministro de Educación desde un año antes, afirmaba que “hay que respetar el laicismo en la escuela pública y no hacer ostentación de signos religiosos”, pero matizó, “la escuela está hecha para acoger a los niños, no para excluirlos”. 

La polémica fue creciendo y los casos se multiplicaron por toda Francia. La responsabilidad recayó en los directores de colegio, que debían tomar la decisión que les pareciera conveniente, hasta que, en 2004, bajo la presidencia de Jacques Chirac, se aprobó con mayoría en la Asamblea la ley que prohíbe el velo islámico (y cualquier otro signo religioso) en los colegios públicos. En 2023, bajo el gobierno del centrista Gabriel Attal, la abaya, túnica tradicional islámica, fue también prohibida en todos los recintos de enseñanza pública donde intentaba imponerse. 

Pero la provocación no cesa. El último episodio de rechazo a la ley de la República tuvo lugar en un centro público de formación profesional de Tourcoing (Norte de Francia), el pasado diciembre.  Una alumna de 18 años abofeteó a una profesora que le reprochó ponerse el velo antes de salir del recinto. Fue arrestada por su agresión, pero es solo un ejemplo, entre cientos, de la persistente presión ejercida por el entrismo islamista.

No hace falta recordar que los profesores franceses viven en alerta y con miedo. El velo fue la primera señal de aviso de una actitud que, llevada al límite, provocó el asesinato por degollamiento de los profesores Samuel Paty y Dominique Bernard, a manos de musulmanes integristas, uno checheno y el otro ingusetio, – refugiados en Francia – espoleados por integristas locales. 

La escuela pública como vector de emancipación no podía – ni puede hoy – ser aceptada por los representantes del islam político. Para el islamólogo Gilles Kepel, uno de los mayores especialistas franceses y miembro de la comisión de “sabios” que propició la ley de 2004, el asunto del velo en la enseñanza pública fue parte de una estrategia de la “Unión de organizaciones islámicas de Francia (UOIF)”, hoy bajo el nombre de “Musulmanes de Francia”, ligada a la organización de los “Hermanos Musulmanes”. 

A diferencia de otras corrientes del islam, los “Hermanos Musulmanes” empujan a sus seguidores, incluidas las mujeres, a formarse en escuelas y universidades. Como los salafistas, no apoyan en teoría la yihad armada; su fin es islamizar la sociedad o “re-islamizar”, en el caso de países como Francia, Bélgica o Alemania, donde la comunidad musulmana es importante.  “En su ideario, se incluyen elementos de intolerancia, jerarquización y polarización de la sociedad, basados en criterios religiosos, explica el islamólogo belga Michael Privot, autor del libro “Quand j’étais Frère Musulman” (Cuando fui “Hermano Musulmán”).

Islamoizquierdistas pro-hiyab: el velo “embellece”

Como ha ocurrido en la localidad madrileña de Parla, un ejército de voces sale siempre en defensa del hiyab, porque “se trata de una elección voluntaria y no de una imposición”. En Francia, esa cantinela ya no cuela. Hace ya muchos años y muchos libros escritos por mujeres de cultura árabo-musulmana, y también por francesas autóctonas, que desmontan ese argumento, aunque neofeministas e islamoizquierdistas sigan insistiendo en ello. Entre las bufonadas de la extrema izquierda sobre el velo islámico, destaca la inefable ecologista, Sandrine Rousseau, para quien “el velo islámico embellece”. La sandez le valió ser abucheada en una manifestación de apoyo a las mujeres iraníes, que se juegan la vida por evitar tal producto de belleza. 

A la hora de abordar el islamismo, la extrema izquierda ignora hasta a sus propias heroínas, como la histórica abogada feminista y diputada, Gisèle Halimi (fallecida en 2020), para quien el hiyab representa “un símbolo de sumisión y alienación”.  La filósofa y miembro de la Academia francesa, Sylviane Agacinski (casada, por cierto, con Lionel Jospin,) lo tiene también claro:” Son los islamistas los que han lanzado la idea de que las mujeres llevan velo no por razones religiosas, sino por decisión propia”. Para la antropóloga, Florence Bergeaud-Beckler, “sin velo, no hay sociedad islámica; por eso, oponerse al velo es ir en contra de la estructura misma de la sociedad islámica y, por lo tanto, impedirla”. 

Bergeaud-Beckler ha publicado un denso estudio sobre las redes de la organización islamista “Hermanos Musulmanes” en Europa (“Le Frérisme et ses réseaux: l’Enquête”) que le ha valido no sólo tener que ir acompañada de guardaespaldas 24 horas al día, sino también anulaciones y escraches de sus conferencias y presentaciones en universidades francesas y extranjeras. 

El velo, “un DNI social”

Sabrina Medjebeur, abogada de origen argelino y autora de libros como “Le dévoilement français” o “Femmes, éducation et banlieue: le tryptyque du communautarisme», “el velo es un DNI social, una manera de decir no somos como vosotros; se trata de crear una identidad infra-nacional que no quiere saber nada del resto de la sociedad”. 

Si se les niega el velo en el colegio, otra variante del rechazo a los valores republicanos por parte de alumnos radicalizados por imanes o familiares es poner en entredicho o rechazar abiertamente materias científicas (Educación sexual, Darwin), la enseñanza de la Shoa, la llegada del hombre a la Luna, obras literarias (Madame Bovary) o, por supuesto, Voltaire, entre otros ejemplos.  Para el historiador francés, Pierre Vermeren, especialista en el Magreb y las sociedades árabo-bereberes, “los islamistas intentan en Francia rebajar el nivel de enseñanza para matar el espíritu crítico y fomentar la sumisión”. 

Otro ejemplo evidente es el absentismo de las alumnas musulmanes en las clases de natación, de obligado cumplimiento en los primeros años de educación. Una simple nota de excusa falsa de los padres basta para evitar que las niñas se muestren en traje de baño ante sus compañeros de clase.  

Islamizar el deporte

Prohibido el velo en la escuela pública, la ofensiva islamista se centra ahora también en el deporte. El Senado, a iniciativa del partido de la derecha tradicional (“Los Republicanos”) ha aprobado una propuesta para prohibir todo signo religioso en las competiciones deportivas.  Francia no cuenta, como en el caso de la escuela pública, con un marco legal para dirimir sobre este asunto. Por ello, mientras la Federación Francesa de Fútbol (FFF) prohíbe el velo a las jugadoras, en otras competiciones, como el baloncesto, el hiyab va enlazando triples. También la FFF prohíbe las pausas en partidos entre clubes franceses, para respetar el ramadán, pero esa norma no se aplica a las competiciones de la UEFA.

Como la estupidez y la incoherencia, cuando no la cobardía o el interés personal es universal, se puede dar el caso que, mientras algunos miembros del gobierno de François Bayrou propugnan una línea firme contra la penetración islamista en todos los estamentos de la sociedad, otros, como la mismísima secretaria de Estado para el Deporte, Marie Bersacq, se permite declarar esta semana pasada que “llevar el velo no es entrismo”.  

Que Jean-Luc Melenchón se haya convertido desde la extrema izquierda en el agente agitador, en el líder de los tontos útiles del islamismo en Francia, no es extraño, pues ya ha manifestado claramente que los votos que le faltan para llegar a la segunda vuelta de las presidenciales de 2027 están en las banlieues islamizadas, bajo control de barbudos de distintas tendencias, imanes radicalizados y una población, especialmente las mujeres,  temerosa de saltarse las normas de comportamiento y la forma de vestirse hasta poder salir de las fronteras de esos barrios y escapar de la vigilancia de sus vecinos machos, como describe en su libro con irónico título, “Nada que ver con el islam”, Lydia Guirous:  “La policía de la moral existe en los barrios musulmanes”.   

Que la extrema izquierda base su esperanza de victoria política en lo que llaman “el voto musulmán”, no sorprende ya a nadie, pues desde hace años travistieron la lucha de clases por la lucha de razas e identidades (Confunden raza con religión, a propósito). Que, desde el macronismo, como es el caso de la secretaria de Deportes, se practique la ambigüedad, tampoco es una novedad, pues su propio jefe y presidente de la República es un día capaz de presentar un plan contra “el separatismo” (musulmán, pero o lo dice así), y la semana siguiente hacerse una foto con una joven con hiyab que se autoproclama “feminista”.

Macron, hiyab y guerra civil en Francia 

Hace ya ocho años que Douglas Murray alertaba sobre “La extraña muerte de Europa: inmigración, identidad, islam” (traducido al español en 2019). En Francia esa muerte está provocada por un clientelismo suicida del que se han valido representantes políticos de izquierda o derecha, que consideraban progresista felicitar el ramadán, pero impiden la instalación de belenes en los ayuntamientos, arropándose en la ley de 1905 que separa las atribuciones de la (s) religión (s) y el Estado. 

El propio Emmanuel Macron reconoce la impotencia y la propia derrota del Estado laico cuando advertía a Marine Le Pen en 2022 que “prohibir el velo en el espacio público llevaría a la guerra civil”. Es decir, el presidente de la República francesa reconoce públicamente que hay una comunidad en su país susceptible de oponerse a la autoridad del Estado, a través de la violencia, hasta el punto de desencadenar una guerra.

Macron, como la mayoría de los políticos franceses desde hace cuatro décadas, cree que ceder terreno a los enemigos de la República laica apaciguará al monstruo. Europa muestra hoy ejemplos, desde Salt a barrios como Molembeek, Kreuzberg, o Whitechapel, donde ceder es sinónimo de sumisión y derrota definitiva.

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