Comentarios del Observatorio
Esta noticia, al margen de la polémica interna y la lucha por el poder entre esas instituciones religiosas católica, pone de manifiesto:
- El mantenimiento del privilegiado reconocimiento en derecho internacional de la Orden de Malta corrobora el poder de instituciones religiosas, especialmente la IC, en el ámbito institucional y político mundial.
- Una institución religiosa, dependiente de la Iglesia católica, y de carácter medieval mantiene un status privilegiado y anacrónico como «Estado» dentro de la ONU, igual que la propia Santa Sede, algo impropio del siglo XXI y contrario a cualquier planteamiento jurídico democrático.
- Así, hoy la propia ONU, institución moderna, no respeta el principio de laicidad que debiera regir en su seno, otorgando privilegios a instituciones religiosas, y además todas ellas católicas.
Es el único Estado soberano, reconocido por Naciones Unidas, sin territorio físico que gobernar, aunque con mucho poder, mucho dinero y también mucho trabajo solidario en todo el mundo. Hunde sus raíces en las primeras Cruzadas, cuando los papas ordenaron reconquistar Tierra Santa del ‘enemigo infiel’ al grito de “Dios lo quiere”. De hecho, la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén de Rodas y de Malta, conocida actualmente como Orden de Malta (SMOM) nació en Jerusalén y ejerció su poder durante siglos en la pequeña isla del Mediterráneo hasta que Napoleón los expulsó en 1798.
Pero, sobre todo, el grupo es una congregación religiosa que, como tal, y aunque no quiera, depende en última instancia del Vaticano, que mantiene una disputa por el control de la institución tras detectar varias irregularidades y abusos de poder. Tanto es así que esta semana el Papa Francisco, que se ha propuesto refundar la organización, ha tomado una inusual medida: la disolución del actual Consejo Soberano y la aprobación de una nueva Constitución (la actual data de 1961), que los caballeros deberán comenzar a aplicar tras un congreso extraordinario que Bergoglio ha ordenado para el próximo mes de enero.
Es, en la práctica, la intervención de la organización, a pesar de las resistencias internas, que interpretan los cambios como una amenaza a su soberanía. Con la decisión, el Papa le ha recordado a la orden que no puede escapar de su vigilancia, tal y como simboliza uno de los secretos mejor guardados, atractivo para cada vez más turistas, de Roma: la vista desde el agujero de la cerradura de Villa Magistral, que es la sede de la Embajada de la Orden de Malta ante el Vaticano, apunta justo a la cúpula de la basílica de San Pedro. Y Roma también les observa.
La medida que ha tomado Bergoglio no tiene parangón en la reciente historia de la Iglesia, y menos en el caso de un Papa que tiene fama de conciliador. Los expertos consultados confirman a elDiario.es que Francisco “no ha tenido más remedio”. Y es que, a lo largo de seis años, el Papa ha intentado hacer entrar en vereda a esta institución, y no ha podido, por lo que ha acabado por tomar cartas en el asunto después de comprobar una serie de irregularidades financieras, de gestión y de control de sus miembros “que pocos habían visto en la historia reciente de la Iglesia”, apuntan dichas fuentes.
Luchas intestinas e injerencias vaticanas
El conflicto entre el Vaticano y la Orden de Malta arrancó a finales de 2016 con la dimisión (o despido) del entonces gran canciller, Albert Freiherr von Boeselager, quien denunció la distribución gratuita de preservativos en algunos centros de salud gestionados por la orden en varios países. Sin embargo, tras esta denuncia se escondía una feroz lucha por el control de la institución, dividida en dos facciones: la comandada por el Gran Canciller, y la del Gran Maestre, Matthew Festing, que provocó la intervención de Roma, creando una comisión para investigar las causas del despido de Boeselager.
Festing no admitió la injerencia vaticana, reivindicando la plena soberanía de la Orden de Malta. Y es que el conflicto de autoridades (algo similar, con muchos matices, a lo que sucede con los sacerdotes miembros del Opus Dei cuando hay conflicto entre la organización y el obispo del lugar) ha sido una de las principales causas de la pugna con los caballeros de Malta.
El Gran Maestre Festing convocó su propia comisión, y el Papa reaccionó pidiendo su dimisión. En abril, Giacomo Dalla Torre era nombrado lugarteniente del Gran Maestre, con el encargo de reformar la congregación y un año después fue nombrado líder de la Orden, aunque falleció poco después en circunstancias jamás esclarecidas. Entretanto, el Papa encomendaba al cardenal Silvano Tomasi una investigación profunda en las ‘tripas’ de la organización, que concluyó con la recomendación al Papa de refundar, casi diez siglos después de su creación, la Orden de Malta.
El grupo cuenta con unos 13.500 miembros caballeros y damas (700 en España, la mayor parte emparentados con la vieja nobleza europea), a los que se suman unos 90.000 voluntarios y 52.000 trabajadores; gozan de doble nacionalidad, poseen su propia moneda (con un uso prácticamente reservado a coleccionistas) y matrículas estatales. Miembro Observador de la ONU, la Orden de Malta mantiene relaciones diplomáticas con 112 estados, y aunque se define como “neutral, imparcial y apolítica” su implicación diplomática en conflictos internacionales es ampliamente reconocida.
La pugna no parece haber hecho nada más que empezar. La respuesta oficial de la Orden de Malta a la decisión del Vaticano ha sido acogerla “con satisfacción”, según reza el comunicado colgado en su página web, que habla de “acciones paternales de su Santidad que demuestran su amor por nuestra Orden”. Y prosigue: “En su cuidadoso examen de las diversas propuestas presentadas en los últimos meses, el Papa ha marcado un rumbo que promete asegurar el futuro de la Orden tanto como Instituto Religioso como Entidad Soberana”.
Sin embargo, es sabido que hay resistencias internas dentro de la orden. De hecho, poco más de un mes antes los responsables de casi el 90% de las obras de la congregación escribieron a Roma advirtiendo de las consecuencias de cualquier medida que pudiera violar la soberanía de la congregación. Habrá que ver si los sectores que no ven con buenos ojos la intervención del Vaticano dan algún paso ahora y en qué dirección.
Cómo ha llegado hasta aquí
La decisión tomada por el Pontífice se explica en una carta publicada el pasado sábado en la que recuerda que la Orden de Malta “ha gozado siempre de una protección especial por parte de la Sede Apostólica”, y deja claro, en la línea de lo que ya hiciera Pío XII, que las “prerrogativas inherentes a la Orden […] como sujeto de derecho internacional […], que son propias de la soberanía, […] no constituyen en la Orden ese complejo de poderes y prerrogativas, que es propio de las entidades soberanas en el pleno sentido de la palabra”.
En otras palabras, que se trata de una “Orden religiosa, aprobada por la Santa Sede” y que, por tanto, “depende, en sus diversas articulaciones” de ella. Tras subrayar que en los últimos años ha seguido “con paternal solicitud y preocupación” la marcha de la Orden de Malta, el Papa constata “la necesidad de iniciar una profunda renovación espiritual, moral e institucional de toda la Orden, especialmente y no sólo de los Miembros de la Primera Clase, sino también de los de la Segunda Clase”.
Por ello, confió en un delegado especial, el cardenal Silvano Tomasi, “esta importante labor de reforma”. ¿Y qué ha ocurrido“. En palabras del Papa, que ”se han dado muchos pasos, pero se han encontrado otros tantos impedimentos y dificultades en el camino“. Por ello, ”ha llegado el momento de completar el proceso de renovación iniciado“.
El Papa ha ordenado así “la inmediata entrada en vigor” de la nueva Carta Constitucional, la revocación de sus altos cargos, la disolución del Consejo Soberano y la formación de uno provisional que contará con Frey Emmanuel Rousseau como Gran Comandante. Además, el próximo 25 de enero deberá celebrarse un cónclave extraordinario coordinado por Tomasi.