«El que no se movió fui yo», dijo en 1982 Francisco Fernández Ordóñez. Había estado en el ala socialdemócrata de la UCD. El PSOE de aquella levantaba el puño en los mítines y en la izquierda no estaba bien visto que te viesen con socialdemócratas. Pero la UCD implosionó, el PSOE se fue moviendo a la derecha y así en el 82 Fernández Ordóñez se encontró con que sin moverse del sitio ahora estaba dentro del PSOE. En el lenguaje ordinario decimos que algo es ideológico si es discutible. Por eso la forma ordinaria de negar los hechos es considerar ideológica su enunciación.
Los alérgicos al conocimiento, por ejemplo, llaman ideología a la teoría de la evolución. Llamamos ideología a todo lo que se puede discutir en democracia, no a la democracia en sí. Decimos que hay políticos que suben o bajan los impuestos por su ideología. Pero no llamamos ideología a que haya elecciones, aunque lo sea, para que no parezca algo opinable. Tratamos a la democracia como no discutible. Y a la democracia le pasa como al conocimiento. La forma ordinaria en que atacan a la democracia los que le tienen alergia es llamar ideológicos a sus principios definitorios. Y a la democracia también le pasa como a Fernández Ordóñez. La democracia, sin moverse de su sitio, quedó en la izquierda. La derecha se derechizó y se va de ella.
La educación es un ámbito en el que hay que trenzar con finura la complicidad de los poderes públicos con las familias, un ámbito con una fuerte capacidad de agitación social y a la vez con poca incidencia electoral. Es un ámbito donde los intereses económicos e ideológicos son intensos y que está dominado por compulsiones emocionales (miedos, aspiraciones, ansiedades por el futuro), porque la relación con los hijos bloquea como ninguna la racionalidad y la visión de conjunto. No hay acuerdos de Estado ni los habrá. En la educación, la democracia es atacada por sus alérgicos como en ningún otro ámbito.
Ningún autoritario ataca la democracia atacando sus valores, sino en nombre de sus valores. Se ataca la cultura democrática en la educación aplicando uno de los principios de propaganda de Goebbels, que es el de atribuir al rival los errores y defectos propios. La forma de atribuir a otros los defectos propios se basa en el principio de acción y reacción. Si coges carrerilla y pegas un cabezazo contra la pared, fuiste tú quien pegó a la pared, pero la experiencia es idéntica a la que se tiene cuando alguien nos golpea la cabeza. Si quieres imponer tu dogma religioso, la resistencia de los demás es una experiencia idéntica a la de que te impongan un dogma. Si crees que debe reprimirse la homosexualidad, sentirás como una imposición cruzarte por la calle con hombres cogidos de la mano. Como la fuerza de acción y reacción es idéntica, así es como puedes decir que fue la pared la que te golpeó la cabeza y que adoctrinan quienes se resisten a que los adoctrines.
Se prevé una asignatura de educación cívica y la correspondiente guerra. No sé si debe haber tal asignatura, pero sí sé que es materia de la escuela enseñar esos valores cívicos, en una asignatura o diluidos transversalmente en otras. Las emociones grupales prenden con facilidad y el ambiente está cargado de agitadores de prejuicios y odios. Naturalmente que la escuela debe familiarizar a los alumnos con la diversidad racial, sexual o lingüística y fomentar la tolerancia, más que el respeto, a tal diversidad. El respeto es la inhibición que cada uno acepta en su conducta por el efecto o perjuicio que cause a otros. La tolerancia es la capacidad que cada uno desarrolla para no afectarse por lo que otros hagan o sean. Las dos cosas se requieren en la convivencia, cada una en su sitio. Si te apetece poner música a las tres de la mañana debe imperar el respeto e inhibirte. Si te resulta raro que dos mujeres se besen, debe imperar la tolerancia y no afectarte. La diversidad no impone inhibiciones, solo hay que tolerarla (por cierto, el capitalismo explota la diversidad pero no la inventó, no enredemos). Y claro que la escuela debe sensibilizar con la salud y el medio ambiente. Cuando mis hijos empezaron a ir a la escuela, volvieron diciéndonos que fumar era malo y que había que reciclar la basura. No sé qué perjuicio se les hacía. «Chica follada y humillada con la cabeza metida en el váter». Busquen al azar los vídeos porno que los chicos miran en su móvil cuando aún no practican sexo. ¿De verdad es malo que alguien más que esas páginas les hable de sexo con un poco de buen juicio?
Son valores que afectan a la convivencia y a la felicidad de la gente. No es el tipo de cosas por los que se mejora en el informe PISA. Este informe solo mide el efecto del sistema educativo en el desarrollo económico. Quien escribe tiene un sobrepeso de unos 15 kilos. Si adelgazase lo que debo, yo no sería mejor profesor. Hay muy pocos oficios en los que 15 kilos de más perjudiquen la productividad del sujeto. Por eso, si el informe PISA fuera sanitario, el sobrepeso no figuraría como un índice de calidad de salud. Así de claro.
Es definitorio de la democracia que la gente no sea perseguida o marginada por lo que piense o sea. Atacar planes para que la escuela enseñe la igualdad de derechos entre razas o entre hombres y mujeres es atacar a la democracia de la manera habitual: diciendo que eso es ideológico; diciendo que es la moral religiosa lo que es atacado, pretendiendo confundir la reacción con la acción. La religión es un factor clave en la presión ultraderechista internacional. La religión es una emoción muy ligada a la identidad de las personas y al vínculo familiar e intergeneracional. Atacar a alguien por su religión puede sentirse tan violento como hacerlo por su nacionalidad. Por eso se protege la religión más que cualquier otro credo. Precisamente por eso y porque la intuición común así lo comprende, la religión se viene usando como el caballo de Troya de la democracia en EEUU, Brasil, Hungría, Italia o España. Hay agrupaciones fundamentalistas religiosas muy financiadas que utilizan la emoción religiosa legítimamente respetada por la sociedad para impostar ataques al credo católico, que no son más que la resistencia de la democracia a su sectarismo, por mucho que ellos pretendan que fue la pared quien les golpeó la cabeza. La Iglesia oficial, y no solo los sótanos de agrupaciones fanáticas, lleva mucho tiempo con este discurso tratando de controlar la enseñanza con el dinero público. La extrema derecha desquiciará más el debate aplicando otro de los principios de Goebbels: simplifica a tus enemigos en un solo enemigo. Así que los veremos diciendo que la tolerancia racial en la escuela persigue la ruptura de España, la imposición del catalán y la conversión del país en una colonia islámica de Venezuela. Lo que va en el caballo de Troya como libertad religiosa son los contenidos ultras que socavan las democracias. Brasil y EEUU ya dieron ejemplo.
No hay que engañarse con la educación. Una educación pública integradora y de calidad en democracia molesta a la derecha reaccionaria (en España no hay otra) por cinco razones: 1. garantiza una población formada y con igualdad de oportunidades; 2. es un servicio caro que requiere impuestos; 3. restringe el negocio que se podría hacer con un servicio tan esencial; 4. puede evitar que la educación se reduzca a un potente y caro instrumento al servicio de las empresas; 5. es lo que impide la extensión del adoctrinamiento sobre todo religioso. Y sigamos no engañándonos con dos apuntes. El PSOE lleva desde los 80 volcando la perspectiva neoliberal en los currículos. Prima el interés de las empresas (la mayoría de los think tanks educativos son de los bancos) y se reducen las materias que educan el pensamiento, el análisis y las artes. El segundo apunte es que la razón por la que no podrá ser nunca una cuestión de Estado es la Iglesia y los lobbies ultracatólicos, su entente con los partidos conservadores y su estrategia organizada y financiada para inyectar en la democracia ciertas intransigencias que en estos tiempos son ya abiertamente odios. Democracia laica es una redundancia. Si es democracia, es laica.