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Uruguay: La hazaña de poner a la Virgen en un espacio público

“Somos un país laico y por lo tanto los espacios públicos deben estar libres de las imágenes religiosas”, afirmó la edila departamental por Montevideo del partido oficialista uruguayo, Frente Amplio, Graciela Villar, quien además indicó que si bien existe la libertad de culto, otra cosa es “imponer a toda la sociedad imágenes que responden a un determinado sector”.

Estas declaraciones publicadas en el diario local El Observador forman parte del debate sobre la laicidad en Uruguay, una discusión con sueño liviano que suele despertarse cada vez que se plantea la instalación de alguna imagen con sentido religioso en algún espacio público.

En este caso, la imagen de la polémica se trata de una escultura de la Virgen María (Medalla Milagrosa) en una zona costera de Montevideo lindante con un predio conocido como Museo del Arma de Ingenieros “Aduana de Oribe”.

El pedido de su instalación corrió por cuenta del cardenal uruguayo Daniel Sturla, sobre todo porque en el lugar donde se pretende que esté se ha transformado en los últimos años en un espacio de encuentro para las familias montevideanas. Desde hace unos años a esta parte ya es tradicional ahí el rezo denominado Rosario de Bendiciones.

El responsable del Departamento de Comunicación de la Arquidiócesis de Montevideo, el sacerdote Pablo Coimbra, explicó a Aleteia que desde que se realizó hace cinco años el primer rosario en ese lugar siempre estuvo acompañando por la imagen de la Virgen Milagrosa. “Después de 5 años parecería que es la imagen que correspondería colocar en ese sitio”, indicó.

La estatua que se pretende instalar mide cerca de cuatro metros (imagen mide dos metros más un resto que lo conforma una base de piedra) y en principio obtuvo el visto bueno del gobierno departamental local, aunque también con resistencias.

La imagen fue comprada en México con donaciones de fieles  y el proyecto, así como la ambientación (base, entorno, luces) está a cargo de la artista uruguaya Alicia Bauer junto con el arquitecto Nicolás Guerra, confirmó Coimbra.

“Una vez aprobada la instalación estamos en condiciones de en un breve lapso poder instalarla”, expresó Coimbra.

Sin embargo, tras el visto bueno de las autoridades competentes, el proyecto debió presentarse a la  Junta Departamental de Montevideo (similar a un parlamento departamental) y ahí se volvió a abrir el viejo debate sobre la laicidad en Uruguay debido a que aparecieron las voces en contra.

Más allá de la Virgen

Varios representantes políticos, con mayor énfasis del partido oficialista, no están para nada de acuerdo con la instalación de esta obra, aunque la oposición no es estrictamente contra esta imagen puntual, sino que tiene más bien un componente histórico conceptual y el argumento de violación de laicidad.

Según la representante política del de un sector del oficialismo Mariana Felártigas, que tiene que votar en la Junta Departamental cuando se considere el tema, la colocación de imágenes religiosas “no colabora” con el respeto a los espacios públicos, por lo que se “debe poner un alto”, dijo a El Observador.

“Hay diferentes opiniones o consideraciones porque si bien es verdad que existen otros monumentos de este tipo, ya también la Iglesia Católica tiene la cruz y el papa (la escultura de Juan Pablo II) y es un momento para darnos un debate sobre la laicidad y los espacios públicos”, agregó Felártigas.

Otro de los representantes políticos, también del oficialismo, pero del sector Partido Socialista, Sebastián Valdez, expresó al mismo medio que tiene serias dudas sobre esta instalación. “En un país laico debería respetarse cualquier tipo de credo y tendríamos que colocar en cualquier lugar público algo que represente a todas las creencias que tenemos, lo cual sería imposible”, señaló.

En tanto, en tiendas de la oposición, conformada principalmente por una coalición entre partidos tradicionales uruguayos, tampoco todas las voces son de unanimidad a favor de la estatua, aunque la mayoría apoya la iniciativa.

El viejo debate sobre la laicidad

Para alguien que no es uruguayo a veces cuesta entender por qué en ese país es tan difícil colocar una imagen religiosa en un espacio público, más cuando los gastos corren por cuenta de quienes presentan la iniciativa.

La respuesta más sencilla tiene que ver con la tradición histórica uruguaya de país laico por excelencia, aunque en muchas oportunidades con aires de laicismo.

Por ejemplo, el partido oficialista aún no tiene la posición que tomará al respecto de este tema, pero algunas voces de los denominados“librepensadores uruguayos” a través de una carta al intendente de Montevideo, Daniel Martínez, pidieron expresamente que no se permita la instalación porque es una  “violación de la laicidad”.

“La laicidad es la libre manifestación de todas las concepciones religiosas, políticas e ideológicas en igualdad de condiciones, sin preferencias para una en particular, en función de su peso o tradición social o alguna otra consideración particular, plasmándose institucionalmente en el Estado Laico. En él todos los ciudadanos y ciudadanas son iguales, no admitiéndose favoritismos que, sea por el resultado del orden jurídico o por vía de los hechos, resulten en la instauración de ciudadanos de categorías A, B, o C, de triste memoria en el recuerdo de los uruguayos. Consagrar favoritismos implica romper una regla fundamental de la democracia republicana y laica”, indica la misiva.

“La instalación de un símbolo religioso en ese espacio, en forma permanente, constituye una violación a la laicidad y la vulneración de las reglas de convivencia tolerante entre todos los ciudadanos. Significa, en los hechos, un claro favoritismo hacia quienes tienen determinada influencia en las esferas estatales, en detrimento de otras expresiones minoritarias discriminadas, suponiendo una injusticia y generando condiciones de dominación inaceptables en una república democrática y laica. La opresión consentida y consagrada jurídicamente es la peor de las opresiones”, prosigue en otro pasaje.

Poner esta imagen “no sólo sería violatoria de la laicidad sino que también se apartaría de la aplicación justa e igualitaria de la libertad de cultos”, agrega.

La misiva finaliza llamando a la ciudadanía a movilizarse contra la instalación de esta estatua

“Estos debates, que en sociedades evolucionadas, tolerantes y respetuosas de la heterogeneidad, ya forman parte de la historia, en el Uruguay remueven el rancio polvo jacobino de pretéritas posturas laicistas”, expresó Coimbra en una columna de opinión en una red social.

“Debemos tener en cuenta que el laicismo, como ideología, propicia una sociedad que públicamente debe mostrarse homogénea, casi sin vida, procura recluir al ámbito privado y oculto toda manifestación no uniforme y divergente con la monotonía invocada bajo la forma de neutralidad. En sentido puro no deberían existir, según esta postura, ningún tipo de símbolo o monumento público que represente ideología, filosofía, pensamiento o religión alguna”, prosiguió Coimbra.

Con respecto a los que se expresan en contra agregó: “Les molesta y consideran una ofensa, que públicamente se les recuerde que la sociedad no es uniforme, argumentan que la colocación de una imagen religiosa como la que se pretende, transformaría a ese espacio público en un lugar excluyente, en este caso para los no católicos, quienes según ellos, se sentirían molestos, incluso ofendidos por la imagen que allí se encontraría”.

Otro de los aspectos sobre los cuales hizo un llamado de atención tiene que ver con la particular molestia que genera que se trate de algo religioso, a diferencia de otros monumentos en Montevideo con significados políticos y que no han generado controversias.

“El  argumento se presenta como válido sólo para el caso de la religión, pues se sienten incómodos particularmente con las expresiones religiosas y de manera superlativa con las que refieren a la Iglesia Católica. Nunca se arremete tanto con el debate, la oposición y los cuestionamientos, como cuando se trata de la Iglesia Católica”, consideró.

Para Coimbra, a la hora de encontrar una respuesta sobre tal resistencia generalizada y ensañamiento, considera que muchos en el fondo se sienten interpelados por la Iglesia católica. “Basta que sea la Iglesia católica la que se manifiesta, para que lluevan las críticas, las demandas y las conjuras laicistas de siempre”, concluyó.

A pesar de todo la Cruz está ahí

Tras la visitas del Papa Juan Pablo II a Uruguay en 1987 y 1988 surgió la idea de la permanencia de una enorme cruz en una reconocida  avenida de Montevideo como recuerdo de aquella misa campal que ofreció en ese lugar.

Inmediatamente, el visto bueno de las autoridades políticas de aquel momento, a cargo del expresidente Julio María Sanguinetti, reconocido por su postura agnóstica, desató una enorme discusión filosófica sobre la presunta violación a la laicidad que es recordada hasta el día de hoy.

Algún tiempo después, el debate se volvió abrir con el traslado a ese mismo lugar de una estatua también de Juan Pablo II. En ese momento la autoridad que terminó dando el permiso fue el actual presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, cuando era el intendente capitalino.

De esta manera, más allá de los debates, posiciones a favor y en contra de la laicidad e imágenes religiosas en espacios públicos, la cruz del Papa está ahí, intacta.

¿Pasará lo mismo con la estatua de la Virgen María?


COMENTARIO: La iglesia católica considera un derecho propio poder ocupar el espacio público con su simbología religiosa tratando de catequizar a la ciudadanía con su impronta simbólica en la ciudad. Si el Estado le permite este privilegio, que no derecho,  todo va bien, sino todo son críticas por no dejarle adueñarse de lo que es de todos. Y hay algo peor, que el Estado, le permita ese uso privativo y privilegiado del espacio común favoreciendo una opción particular, en vez de promover la convivencia y el respeto mutuo. Para venerar a sus dioses tienen sus espacios propios, no deben pretender sacralizar el que es común a todos. Y eso ya ha pasado, hasta en el laico Uruguay.

Cruz del papa Juan Pblo II Montevideo 1987Cruz y monumento a Juan Pablo II en una avenida de Montevideo

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