J. I. Martínez y Guadalupe Jasso, delante del cerro donde quieren construir la virgen. MISAEL CAMARILLO
A principios de octubre, un alcalde mexicano anunció su intención de construir la mayor estatua de la virgen que el mundo haya visto. Sorprendidos, los vecinos no saben qué pensar
El 5 de octubre, el alcalde de un municipio del norte de México recuperó un antiguo proyecto, una vieja ambición. Queremos construir una virgen, dijo, una virgen monumental. Medirá 47 metros, una figura de mayor tamaño que la Estatua de la Libertad o el Cristo Redentor. Mayor incluso que la más grande de las vírgenes, la efigie de Nuestra Señora de la Paz, que domina el marianismo del mundo desde lo alto de una montaña en el Estado de Trujillo, en Venezuela. De construirse, la mexicana sería la virgen más grande del planeta.
El pueblo se llama Guadalupe y está en Zacatecas, en el norte de México. Se llama así en honor a la patrona de los mexicanos, la virgen de Guadalupe. El año pasado, días antes de visitar el país, el papa Francisco dijo que hay mexicanos que son ateos pero guadalupanos. La patrona es probablemente la figura más venerada de México. La única incuestionable. Cada mes de diciembre, cientos de miles de fieles peregrinan a su basílica, situada en el norte de la capital. Algunos hacen parte del recorrido hincados.
La fijación de algunos gobernantes mexicanos con las figuras monumentales, religiosas o no, es sorprendente. En Aguascalientes, la figura de un cristo yace en mitad de un pantano, una escultura de 25 metros visitada cada año por decenas de miles de personas. Algo más al sur, en Guanajuato, otro cristo, este de 20 metros, corona el Cerro del Cubilete. En Xicotepec, Puebla, la estatua de una virgen domina la plaza del pueblo. Otros 20 metros. En Chimalhuacán, en el área metropolitana de la Ciudad de México, una efigie de rojo metálico con forma de guerrero se apodera del paisaje. 60 metros.
Y no es solo cosa de gobernantes. Hace unos años, una santa muerte de 22 metros heló la sangre de los vecinos de Tultitlán, pocos kilómetros al noroeste de Chimalhuacán.
¿Por qué? ¿Por qué tan grande? ¿Por qué en Guadalupe la más grande?
Porque el pueblo se llama Guadalupe. Por poner el pueblo en el mapa. Por potenciar la industria del turismo religioso… Zacatecas es una de los centros más importantes del catolicismo en México. Luis Rubio Hernansaez, profesor de la Universidad de Zacatecas, escribió hace unos años Zacatecas Bronco, un pequeño ensayo sobre la cristiada, la guerra que enfrentó al gobierno revolucionario con un buen puñado de insurrectos, defensores de la fé. Durante finales de la década de 1920, Zacatecas se convirtió en uno de los escenarios principales de la batalla. El poso queda. “Este es uno de los Estados con más migración a EEUU”, explica Rubio, “una migración muy antigua, desde la revolución. Y después, con la guerra cristera, también. Hay un millón de zacatecanos fuera, además de sus descendientes. Yo creo que con la virgen quieren hacer un guiño, no para que vuelvan, sino para que vengan de visita”.
Un columbario para la patrona
El alcalde de Guadalupe se llama Enrique Flores. Es del PRI y se peina de izquierda a derecha. Usa fijador. A veces viste un saco encima de la camisa, otras, chaleco. El 5 de octubre, Flores informó de que el coste de construir la virgen y adecentar el entorno ascendía más o menos a 90 millones de pesos, unos cinco millones de dólares. 10 saldrían del tesoro local, 20 del estatal y algo más de 50 de la iniciativa privada.
En los días que siguieron, las críticas arreciaron. Muchas aludían al gasto de fondos públicos. Otras, a cuestiones más fundamentales. El académico Marco Antonio Flores escribió una “carta abierta” al alcalde en su muro de Facebook: “Las esculturas religiosas no son de tu constitucional competencia. No son tu responsabilidad”. En entrevista con EL PAÍS, Flores explicaba hace unos días que nunca antes se había compartido tanto nada que hubiera escrito. “El asunto es que lo promueve un presidente municipal”, explicaba. “El fin es crear una zona comercial y el pretexto es colocar una escultura religiosa. Constitucionalmente el alcalde no puede promover la construcción de una escultura religiosa. Nosotros vivimos en una república laica”.
El 16 de octubre, el alcalde matizaba sus intenciones: “El proyecto va íntimamente correlacionado a la posibilidad de construir allí un columbario (…) Para que podamos atraer a la inversión privada tiene que ser un negocio”.
Un columbario es un depósito de urnas funerarias. Un almacén de cenizas. De acuerdo a las declaraciones del alcalde, los pies de la patrona podrían alojar el polvo de sus fieles. EL PAÍS trató de contactar al alcalde para profundizar en el asunto, pero declinó la invitación. Una de sus asistentes informó, no obstante, de que la presidencia municipal presentará este diciembre el estudio de viabilidad de la obra.
“Nos ayuda en nuestras creencias y en nuestra economía”
¿Es una cuestión económica, religiosa o ambas? ¿Es más económica o religiosa? ¿Importa acaso que sea una cosa o la otra, que sea una mezcla de ambas?
Guadalupe es un pueblo que nació de las actividades de un convento. A principios del siglo XVIII, monjes franciscanos establecieron allí el centro evangelizador más importante del norte de México. El Gobierno lo confiscó a mediados del XIX. Con el tiempo, el convento se convirtió en una fábrica de cerillas, luego en un albergue para niños y finalmente en un museo.
A poco metros de las puertas del viejo templo se ve la cima del cerro San Simón. Es allá arriba donde el alcalde quiere instalar a la virgen. Del convento a la cima hay poco más de tres kilómetros. El convento simboliza lo antiguo, lo vetusto. El cerro es lo nuevo, tan nuevo que que a veces parece que el pueblo no ha llegado del todo.
El jueves pasado, a eso de las dos de la tarde, la señora Álvarez lavaba platos en un pila de piedra que tiene en la puerta de casa. La señora Álvarez no se llama así. Prefirió ocultar su nombre, aunque le pareció bien que le tomaran fotografías. La señora Álvarez vive desde hace 17 años en una casa que primero fue de un cuarto y luego, de más. El agua corriente llegó hace poco tiempo. El drenaje lo hará quién sabe cuándo. Su casa yace en una de las laderas del cerro de San Simón. Es una de las más cercanas a la cima.
“A mi me parece bien que pongan a la virgen”, decía el jueves pasado, “porque nos ayuda en nuestras creencias y en nuestra economía. Luego hay gente que dice que somos marginados y que la virgen no va a lucir bien aquí, pero, ¿por qué no?”. El agua con que lavaba los trastes caía por un desagüe al piso, de tierra. Junto al chorro, un gusano del tamaño de un meñique danzaba a la sombra de la piel de un tomate. Al lado, restos de fideos.
El alcalde ha prometido que salga o no el proyecto, el municipio invertirá en las calles de los barrios del cerro. Los más grandes, por cierto, se llaman colonia Tierra y Libertad sección I y sección II. Tierra y Libertad, el lema del revolucionario Emiliano Zapata.
Preguntada por los motivos del presidente municipal, la encargada de la parroquia de Tierra y Libertad sección I, opinaba: “Quieren hacer la virgen más grande porque le da proyección al presidente municipal. Aquí todos quieren dejar su sello personal, como los faraones”.
La señora Lety Vásquez, que vive enfrente, apuntaba: “Se me hace un poco fuera de lugar… Me gustaría pero no sé qué tan conveniente sea”.
La señora Guadalupe Jasso, ama de casa, explicaba: “A mi me parece bien. ¡Que sí la hagan, para que nos vea más bien!”. Su marido, José Isabel Martínez, se mostró de acuerdo.
Sandra Luz Hernández, que ese día había ido al barrio a visitar a su mamá, decía: “Estaría bien que la construyan. Como que aquí son muy católicos, igual les haría falta una virgen”.
María de la Luz Castro, profesora y vecina del barrio por más de 30 años, argumentaba: “Si la ponen ¡se va a hundir el cerro! Abajo de ahí -de la cima- hay minas. Todavía hace diez años barrenaban el cerro. Si la trajeran tendrían que mejorar muchas cosas, todavía hay casas de lámina ahí arriba”. Respecto a su preferencia, añadía: “La virgen no necesita eso. Usted no necesita ir a ningún lado para ir a verla. Y porque sea tan grande no va a haber más gente que crea en ella”.
Este diario habló en total con más de 20 vecinos, desde las faldas del cerro hasta el centro. Casi todos mencionaron que antes que nada, el alcalde tendría que solucionar el tema de la inseguridad.
Zacatecas no se libra de la ola de violencia que sacude México. Igual que en el resto del país, los asesinatos aumentan, además de los secuestros y las extorsiones. Beatriz Ortega, que trabaja enfrente de la parroquia Sagrado Corazón, en el centro, añadía que “todos los días” ven “difuntitos de asesinatos”, porque “las misas son ahí enfrente”. Ivan Ortega, entrevistado igualmente en el centro, confirmaba que “hay muertitos diarios”.
Ortega decía además que le parece triste lo de la Virgen.
– ¿Triste? ¿Por qué?
– Es que a ese lugar le llaman la frontera. Del lado izquierdo está la cañada, del derecho, la pobreza extrema.
La Cañada es un barrio de clase media alta que hay bajando el cerro. Las casas son blancas, todas parecidas, todas relucientes. Cruzando la calle, el polvo, el barro, los gusanos. Si la construyen, el primer milagro de la mayor virgen del planeta sería eliminar esas diferencias.
Vista de Guadalupe, desde los alto del cerro de San Simón. MISAEL CAMARILL