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Una sociedad ni pagana, ni cristiana

Estamos viviendo una continua confrontación en prácticamente todos los países entre confesiones y laicismo.

Por una parte, las religiones no sólo no desaparecen de la sociedad y la vida pública, al contrario, a pesar del deseo de algunos que pretenden eliminar esta realidad, alegando que no se puede legislar en base a valores religiosos, cuando ellos pretenden legislar con “valores paganos”.

Por otro lado, la mala actuación de las jerarquías, lobbys y líderes religiosos de influencia originan una reacción lógica que no admite que se imponga una política religiosa a la población general, en la que muchos no coinciden con las creencias de quienes quieren imponer su Ley (nunca mejor dicho).

Esto hace, por ejemplo, que en España con cada giro de signo de Gobierno cambien en forma de bandazos la Ley del aborto (que volverá a cambiarse), las asignaturas “sensibles” como Educación para la ciudadanía (en la que adoctrinan unos y otros, según quien mande), la Enseñanza Religiosa, y un largo etcétera.

Se impone el “aquí mando yo, que para eso tengo el poder”, en lugar de buscar la convivencia de iguales, en las que todos cedamos, pero ninguno sea relegado de sentarse a la mesa común que es la sociedad.

No nos gusta en este sentido la línea de muchos cristianos evangélicos que pretenden legislar acorde a la Biblia, cuando la Biblia en muchas cuestiones se presta a variadas interpretaciones, o simplemente plantea principios que cada cual debe saber aplicar a los casos concretos que la vida plantea.

En último caso, Dios mismo permitió elegir a Adán y Eva en el huerto en lugar de aplicarles el “rodillo del poder” obligándoles a obedecer o acabando con ellos.

Además, imponer la Biblia a quienes no son cristianos, o ni siquiera creen, es convertirse en ayatolas cristianos.

Tampoco, como decíamos al principio, es de recibo que se imponga a los cristianos una legislación que no les escuche, ni les tenga en cuenta, ni les respete en lo más mínimo (y al decir cristianos -por favor- no hablamos sólo de católicos).

Por ejemplo, ser cristiano consecuente en la España de hoy en un aula de bachillerato es sufrir una discriminación, burlas y hasta bullying, sin duda en mucha mayor medida que declararse abiertamente homosexual. Es una afirmación políticamente incorrecta pero rigurosamente cierta.

Lo que indica que andamos muy mal.

Necesitamos una sociedad que no sea ni pagana, ni cristiana. Un espacio de convivencia, de encontrar los puntos de encuentro y equilibrio. Y miramos a nuestro alrededor y no vemos partidos políticos, asociaciones (y tristemente, tampoco entidades religiosas) que tengan clara esta idea y sean capaces de llevarla a la sociedad.

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