Ramón Acosta es el precandidato a senador por la iglesia cristiana “Pueblo de Dios”
La inscripción del Movimiento Republicano para la Libertad, de la secta cristiana Pueblo de Dios, que en el pasado apoyó fervientemente al desaparecido general Lino Oviedo, no es novedad. Era cosa de tiempo. Tampoco sorprende que lo haya hecho como parte de las internas del Partido Colorado, atendiendo su adscripción ideológica atávica y conservadora.
La Iglesia Católica no lo hace –abiertamente– porque muchos de los que están candidatados o están en el gobierno son de su rebaño; y además, es un poder fáctico que siempre tiene injerencia en el poder político. Lo hace de otro modo. Poco o nada le importan el laicismo constitucional del país y otras yerbas.
A los de Pueblo de Dios tampoco les perturba la Carta Magna y su explícita prohibición de candidatar a pastor o líder de alguna agrupación religiosa (aunque lo disfracen). Ni al presidente Horacio Cartes, quien pugna en las internas para senador de la República en el próximo periodo. Más allá de lo que digan los asesores y juristas que le moldean el discurso y los encuadres legales para tratar de forzar el andamiaje constitucional, la poca sujeción a hacer cumplir las normas que juraron defender es la impronta en todo este tole tole.
La incursión abierta de Pueblo de Dios, explicitada en el discurso de uno de sus líderes, Ramón Acosta, da pistas de la línea, intención y peligro. Todo a la vez: “Gente que tenga realmente esa dosis evangélica para gobernar a este país”. “…a través de la política vamos a hacer caridad”. El Estado es arreligioso, pese a las malas prácticas de las autoridades; y tiene la obligación de garantizar condiciones y derechos básicos humanos a la población, no es su función hacer caridad. Tampoco puede parcializar su mirada dentro de un espectro confesional, sino amparar y garantizar la diversidad y las expresiones multiculturales de la población. Incluso corren riesgo los espacios conquistados en derecho y legitimidad por las mujeres, atendiendo el sentido y prácticas sucedáneos que siempre les dieron dentro de su congregación o círculo religioso. Es lo que se ve y sabe de ellos en todos estos 50 años en el país, amparados en la libertad de culto, que es un derecho.
Como diría el amigo campesino Baldomero, na iporãi ko amenáso. Ivai ha ivaivéta la ñane situación. El horno no está para bollos, la temperatura comienza a rebasar el grado requerido y los está carbonizando. Mientras, parte del medioevo parece fortalecerse cada vez más en el país.