Al cardenal Sean O’Malley le faltan palabras para explicar la crisis de abusos sexuales. Solo le quedan sentimientos de consternación, decepción, enfado… y silencio. Y la determinación de conseguir que los castigos a los obispos negligentes realmente signifiquen algo.
“Es una decepción grandísima. Cada vez que pienso que estamos pasando página, hay otra explosión. Es muy decepcionante”, se ha sincerado el arzobispo de Boston en una entrevista con Boston Globe, a propósito de la crisis de pederastia y encubrimientos en la Iglesia estadounidense.
Crisis que se ha tornado aún más grave después de que una investigación periodística revelara que más de 130 obispos –casi una tercera parte de los obispos del país– han respondido de forma negligente a denuncias de abuso sexual en algún momento en sus carreras episcopales. Y en el caso de más de cincuenta de ellos, después de que la Conferencia Episcopal adoptara un nuevo protocolo anti-pederastia tras el escándalo de Spotlight en 2002.
Desde estos sentimientos de ira y de desencanto, el purpurado pide dos cosas de sus hermanos obispos en su asamblea otoñal de la próxima semana. Uno, que pidan permiso a Roma que los obispos abusadores y encubridores “no puedan presentarse como clérigos ni participen en actividades de la Iglesia o celebraciones litúrgicas”. Y dos, que cuenten a fondo “con la ayuda de los laicos”, en forma de “juntas de revisión de denuncias compuestas por no clérigos” y con otros expertos no sacerdotes.
“Es inexplicable”, recalca O’Malley. “No entiendo que a estas alturas de la historia haya obispos que no entiendan las consecuencias de no abrazar la tolerancia cero y la transparencia”.
El arzobispo de Boston, nuevo presidente de la Fundación Papal
Por otra parte, el cardenal O’Malley ha sido elegido nuevo presidente de la Fundación Papal, la asociación benéfica de filántropos estadounidenses administrada por los obispos del país.
Así, el arzobispo de Boston -quien ha servido en el ejecutivo de la Fundación durante los últimos doce años- sucederá al cardenal Donald Wuerl, el ex-arzobispo de Washington a quien el Papa Francisco aceptó la renuncia por razones de edad a mediados de octubre.