Carlos Martínez, investigador y experto en arte bizantino, niega que la construcción del monumento fuese diseñada por expertos cristianos
“En modo alguno, puede considerarse la Mezquita de Córdoba una obra de influencia cristiana, ya que el espíritu que inspiró estos trabajos era netamente islámico”. El profesor e investigador del Centro de Estudios Bizantinos de la Universidad de Granada, Carlos Martínez Carrasco, ha contestado a través de una extensa publicación al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y su polémica afirmación de que la Mezquita de Córdoba “es arte bizantino” y que “los moros solo pusieron el dinero”, publicada en la revista 17.
“Las últimas declaraciones en torno a al-Andalus y su huella, tanto en la identidad española, como en la fisonomía de nuestras ciudades, hacen necesario reconducir el debate y evitar distorsiones intencionadas”, arranca el investigador de la Universidad de Granada, en un artículo publicado en la revista científica Descubrir la Historia.
“Existe toda una corriente historiográfica, que hunde sus raíces en la tradición nacionalcatólica que busca deslegitimar al-Andalus, período de difícil digestión por cuanto se aparta del mito de la España católica”, escribe Carlos Martínez Carrasco, experto en arte bizantino. “Es labor de los historiadores hacer el esfuerzo por ofrecer una imagen del pasado andalusí exenta de todo maniqueísmo. Por eso son necesarios trabajos como los de A. García Sanjuán o E. Molina López que insertan al-Andalus como parte esencial en la formación de la identidad nacional española, pero también aquéllos que lo contextualizan en un marco más amplio”, detalla.
Así, el investigador entra a desmentir una de las afirmaciones del obispo a la revista: “El mosaiquista que trabajó en la decoración de la mezquita no provenía de Damasco, como erróneamente afirmaba el obispo Fernández, sino que fue enviado por el emperador Nicéforo Focas –que había derrotado a los árabes en Creta y Asia Menor– a petición de al-Hakam II. Se trató de un maestro que se rodeó de un grupo de aprendices cordobeses, con los que trabajó en el mihrab y la cúpula del maqsura, nada que ver con un traslado forzado por las autoridades musulmanas. De nuevo, se trata del prestigio que daba contar con un artesano de la principal potencia cultural, política y económica del Mediterráneo altomedieval”, concluye.