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Un juez avala el veganismo como creencia filosófica y considera que debe gozar del amparo de la Ley de Igualdad como cualquier religión o convicción

Cuando la jurisprudencia anglosajona califica una «creencia» como «religiosa» no necesariamente implica que su contenido sea sobrenatural, sino que viene a significar «convicción profunda» o «de conciencia». Asume, en cierto modo, la distinción de Mircea Elíade entre lo profano (vulgar) y lo sagrado o religioso (especial) sin que lo sagrado en ese sentido tenga que ser sobrenatural sino muy importante para el sujeto: son creencias que comprometen su identidad de forma fuerte. De esta manera, puede distinguirse la mera preferencia, gusto u opinión sobre algo, por un lado, y los asuntos de conciencia por otro: las opiniones serían vulgares y los temas de conciencia sagrados. Esto justifica que ambos derechos se protejan de formas distintas (con diferentes artículos constitucionales y leyes) y sean más graves los ataques a la conciencia que a las opiniones, gustos o preferencias. La equiparación como «creencias religiosas» de las propiamente sobrenaturales y las no sobrenaturales es para proteger a ambas y no solamente a las sobrenaturales. Su origen está en que las leyes de EEUU solían proteger las creencias religiosas pero no las que, aún siendo muy importantes para quienes las tenían, no eran religiosas. De esta forma, se justificaba la exención del reclutamiento militar a quienes alegaban motivos religiosos pero no a quienes alegaban convicciones pacifistas pero no religiosas. Fue la jurisprudencia norteamericana la que extendió la exención al reclutamiento por motivos pacificistas no-religiosos alegando que la firmeza de dicha convicción de esos pacifistas era del mismo tipo que la firmeza de los creyentes en sus creencias religiosas y que comprometía por igual sus identidades y conciencias. Para más información puede consultarse el libro de Ronald Dworkin: Religión sin Dios, Madrid: FCE, 2014. Especialmente el tercer capítulo: «Libertad religiosa» (pp. 68-91).
Siendo esto así, no tiene sentido distinguir la libertad religiosa de la más amplia libertad de conciencia, y mucho menos sentido tiene que en España haya una Ley de Libertad Religiosa (que excluye a las convicciones de conciencia no-religiosas) en vez de una Ley de Libertad de Conciencia como la que exigimos desde Europa Laica.


Un tribunal laboral inglés dictaminó este viernes que el veganismo es “una creencia filosófica” y, como tal, debe ser protegida por la ley. La sentencia, que ha provocado considerable revuelo en el Reino Unido ante sus posibles consecuencias para trabajadores y empresarios, responde a la demanda presentada por un ciudadano británico de origen catalán, Jordi Casamitjana, en contra de su despido, que considera discriminatorio y que atribuye a sus firmes convicciones veganas.

El juez de Norwich (localidad del este de Inglaterra, a 160 kilómetros de Londres) este viernes aún no se había pronunciado sobre si el despido de Casamitjana, un zoólogo de 55 años que trabajaba para la organización animalista League Against Cruel Sports, fue o no procedente. Pero sea cual sea el desenlace final del litigio, el magistrado Robin Postle ya ha sentenciado de antemano que el veganismo como filosofía o modo de vida merece gozar del amparo de la Ley de Igualdad aprobada en 2010 para evitar que religiones y creencias sean objeto de cualquier forma de discriminación.

Si bien el dictamen de un tribunal laboral no sienta precedente legal en la jurisprudencia del país, la resolución del caso Casamitjana abre muchos interrogantes en el ámbito de las empresas y sus trabajadores. Por ejemplo: ¿podría el cajero de un supermercado, a partir de ahora, negarse a cobrar al cliente que lleva en la bolsa de la compra productos cárnicos? Las implicaciones son considerables y anuncian posibles futuras demandas en otros sectores como la educación o el suministro de bienes y servicios. Tampoco puede descartarse que otros empleados busquen el amparo legal de sus “creencias” de otra naturaleza, como la necesidad de luchar contra el cambio climático. La gran patronal británica CBI se ha acogido a un “sin comentarios, en este estadio del proceso”, al ser preguntada por EL PAÍS sobre el incierto impacto de la sentencia en el mundo empresarial.

Dominika Piasecka, portavoz de la veterana sociedad británica Vegan Society, no cree que los efectos de esa resolución “histórica” lleguen tan lejos de forma inmediata. Aunque sí confía en que, a lo largo de los próximos años, se traduzca en una cultura de respeto a las convicciones de los empleados a la hora de desempeñar su trabajo. Se pone a sí misma como ilustración de quien ejerció de camarera en un restaurante, obligada a llevar un determinado calzado de cuero a la hora de atender a los clientes. Un horror para quien rechaza el consumo de toda alimentación y productos de origen animal, incluidos los objetos fabricados con piel o la miel.

El dictamen del juez Postle, aventura Piasecka, quizá abra la vía para que personas como ella y como Jordi Casamitjana, que reniegan de todo tipo de explotación de los animales, no tengan que pasar por ese mal trago que atenta contra sus profundas convicciones. Ese ha sido el principal argumento del británico de origen catalán para justificar su causa ante unos tribunales en la que contó con el apoyo de la Vegan Society.

Una pequeña revolución

Licenciado como zoólogo por el departamento de Biología de la Universidad de Barcelona, instalado en el Reino Unido desde hace 26 años y nacionalizado británico, Casamitjana se ha declarado feliz por una sentencia que, según espera, “beneficiará” a todos los veganos. Este residente londinense inició su batalla particular tras descubrir que en el plan de pensiones de la organización en la que trabajaba participaban compañías que experimentan con animales. Alega que sus jefes no le hicieron caso cuando planteó esa contradicción y que acabaron despidiéndole por su insistencia en movilizar a otros trabajadores de la organización.

Desde entonces, la imagen de este etólogo centrado en el estudio del comportamiento animal, y que suele aparecer ataviado con una gorra de lana en la que luce bien visible el lema “vegano”, ha sido popularizada por la BBC y otros medios británicos que le atribuyen el protagonismo de una pequeña revolución. La de un vegano convencido que cultiva sus propias verduras sin necesidad de fertilizantes, reniega del uso del coche e incluso prima los recorridos a pie frente a la opción del transporte público.

Que su causa no solo llegara a los tribunales ingleses, sino que además acabara ganándose el amparo judicial, ha sido posible gracias a una campaña de crowdfounding alimentada por quienes comparten la misma visión que el ciudadano británico Csamitjana.

LA CUESTIÓN DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES

“Debemos desarrollar e implementar políticas sociales y prácticas que reflejen nuestra compasión por los animales y sus derechos”, subrayó a EL PAÍS Jeanette Rowley, experta legal de la Vegan Society y exponente de los mismos argumentos durante el juicio de Norwich, en el que avaló la reclamación de Jordi Casamitjana.

La representante de la más antigua sociedad vegana del mundo, fundada en 1944, considera que la decisión del juez “supone un apoyo a los veganos y a quienes están en la transición de convertirse al veganismo, reconociendo la importancia de sus convicciones y de su protección bajo la Ley de Igualdad de 2010”. Al entender de la abogada Rowley, el caso Casamitjana “no versa sólo sobre los derechos de los veganos”, sino que ilustra “cómo una sociedad que respeta el veganismo y se adapta a los veganos también expresa el indiscutible aval a los derechos de los animales no humanos”.


“La ofensa al veganismo no es tan grave como a la raza o a la sexualidad”

Filósofos critican que cualquier estilo de vida busque legitimarse en el derecho

Ana Torres – El País

Para cualquier filósofo sin conocimientos sobre derecho es complicado pronunciarse sobre la sentencia del juez de Norwich que ayer consideró que el veganismo es “una creencia filosófica” y dictaminó que merece gozar del amparo de la Ley de Igualdad, aprobada en 2010 en Reino Unido para evitar que religiones y creencias sean objeto de cualquier forma de discriminación. “Podemos llegar al absurdo de que cualquier forma de vida se reivindique como un derecho; pero es un terreno peligroso. La ofensa al veganismo no es tan grave como a la raza, la sexualidad o la religión”, considera Germán Cano, profesor de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Alcalá de Henares.

A su juicio, el problema es que en las sociedades avanzadas del “primer mundo” se comete el error de que los seguidores de diferentes estilos de vida tienden a arrogarse un privilegio. Cano sitúa la raíz de esa distorsión en la secularización de la sociedad y la progresiva pérdida de peso de la religión. “Se da la circunstancia de que uno piensa que su estilo de vida, independientemente del que sea, se debe equiparar al peso que han tenido las religiones, y por eso buscan el encaje de su ideología en el ámbito del derecho”. A falta de que el tribunal se pronuncie sobre si el despido de Jordi Casamitjana, ciudadano británico de origen catalán que demandó a su empresa por despedirle como consecuencia de sus “declaradas convicciones veganas”, fue o no procedente, Cano cree que su argumentario de que se le discriminó por ser vegano es una “justificación extemporánea” que carece de sentido.

Jorge Rlechman, profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, recuerda que los ordenamientos jurídicos incorporan creencias filosóficas, una realidad que puede conducir a algunos ciudadanos a equívoco en cuanto a sus exigencias morales. “La declaración de derechos humanos de 1948, por ejemplo, tiene muchos principios filosóficos detrás, pero es complicado adaptar las diferentes creencias en un marco jurídico”.

Para Javier Morales, autor del libro El día que dejé de comer animales, más que una creencia filosófica, el veganismo es un movimiento político. “Si hablamos del marco regulatorio, lo que tendría sentido es que los gobernantes se preocupen por ofrecer opciones a los veganos en servicios públicos como los comedores de los hospitales o de los centros educativos”. En su opinión, esta corriente no se puede considerar una religión, sino una revolución con una fuerza similar a la del feminismo. “Luchamos para visibilizar a los animales y para erradicar las prácticas deplorables a las que los sometemos; los seres humanos no somos el centro del universo”.

 

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