Descargo de responsabilidad
Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:
El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.
Permitir el velo en las escuelas públicas equivale a normalizar una práctica que, en su esencia, contradice la lucha por la igualdad de género y la emancipación de la mujer.
En el Parlamento de Catalunya se ha abierto un debate crucial sobre la prohibición del velo islámico en las escuelas públicas, un tema que pone en tensión valores fundamentales como la laicidad, la igualdad de género y la cohesión social. Desde una perspectiva progresista, la prohibición del velo en los centros educativos públicos no solo es coherente con los principios de un Estado aconfesional, sino que resulta imprescindible para garantizar un espacio educativo neutro, libre de imposiciones religiosas y patriarcales, y comprometido con la emancipación de las mujeres.
La escuela pública como espacio neutro
La escuela pública debe ser un espacio de igualdad, donde las diferencias religiosas, culturales o ideológicas no impongan barreras ni marquen jerarquías entre el alumnado. El laicismo, pilar de las democracias modernas, exige que los centros educativos sean espacios libres de simbología religiosa de todo tipo. Permitir el uso del velo en las aulas públicas supone introducir una práctica religiosa en un entorno que debe priorizar la neutralidad para fomentar la convivencia y el pensamiento crítico. La educación pública no puede ser rehén de ninguna confesión religiosa, ya que su misión es formar ciudadanos libres, no perpetuar dogmas.
El velo islámico: Una imposición patriarcal
El velo islámico, más allá de las interpretaciones individuales, tiene un origen y una función profundamente arraigados en estructuras patriarcales. En muchos contextos, su uso no es una elección libre, sino una imposición cultural o religiosa que refuerza la idea de que las mujeres deben cubrirse para ‘proteger’ su modestia, perpetuando la cosificación y el control sobre sus cuerpos. En el caso de menores de edad, esta coerción es aún más evidente, ya que la decisión suele recaer en la familia o la comunidad, no en la propia niña o adolescente. Permitir el velo en las escuelas públicas equivale a normalizar una práctica que, en su esencia, contradice la lucha por la igualdad de género y la emancipación de la mujer, valores irrenunciables para cualquier proyecto progresista.
Desmontando las acusaciones de islamofobia y racismo
Las críticas a la prohibición del velo suelen incluir acusaciones de islamofobia o racismo, pero estas etiquetas son un intento simplista de desviar el debate. La defensa de la prohibición no se dirige contra las personas musulmanas ni contra su identidad cultural, sino contra una práctica específica que choca con los principios de laicidad y equidad. Criticar el velo no implica rechazar a las mujeres que lo llevan, sino cuestionar una norma que, en muchos casos, las oprime. Equiparar esta crítica con racismo es una falacia que ignora el hecho de que el laicismo se aplica a todas las religiones por igual, sin distinción. Defender la prohibición del velo es, en esencia, una postura universalista que busca proteger los derechos de las niñas y adolescentes promover un modelo educativo inclusivo, no excluyente.
La necesidad de un progresismo coherente
El debate sobre el velo también pone en evidencia las contradicciones de ciertos sectores de la izquierda posmoderna, que, en su afán por evitar cualquier crítica a temas asociados a la inmigración o al Islam, han abandonado los principios del laicismo y la defensa de la igualdad de género. Esta postura, marcada por un complejo de ‘culpa’ y un relativismo cultural, ha llevado a tolerar prácticas regresivas en nombre de la ‘diversidad’. Al mismo tiempo, es imperativo rechazar el discurso racista y xenófobo de la derecha radical, que utiliza la crítica al velo para alimentar narrativas de odio contra la población migrante. Un progresismo coherente debe trazar una tercera vía: defender la laicidad y la emancipación de la mujer sin caer en el discurso de la derecha radical.
Concienciación y asimilación
La prohibición del velo en las escuelas públicas no debe ser una medida aislada, sino parte de un proyecto más amplio para fortalecer la cohesión social y prevenir la formación de guetos culturales. Es fundamental acompañar esta medida con planes de concienciación dirigidos al alumnado, los docentes y las familias, que promuevan los valores de igualdad, laicismo y respeto mutuo. Asimismo, se necesitan políticas públicas que fomenten la asimilación de la cultura autóctona, entendida no como una imposición homogeneizadora, sino como un proceso de integración que facilite la convivencia y el acceso a los derechos y oportunidades de la sociedad de acogida. Las ‘sociedades paralelas’, que surgen de la falta de integración, dinamitan la cohesión social y perpetúan desigualdades que el progresismo debe combatir.
La prohibición del velo islámico en las escuelas públicas es una medida necesaria para garantizar que la educación pública sea un espacio neutro, igualitario y comprometido con la emancipación de las mujeres. Lejos de ser una postura islamófoba o racista, esta medida defiende los principios universales del laicismo y la igualdad de género, mientras rechaza tanto el racismo de la derecha radical como el relativismo cultural de la izquierda posmoderna. Acompañada de políticas de concienciación y asimilación, esta prohibición puede ser un paso hacia una sociedad más cohesionada, donde la diversidad no sea un obstáculo, sino una oportunidad para construir un futuro común basado en la libertad y la igualdad.





