En un pequeño pueblo de Suiza, de menos de tres mil habitantes, y semejante a tantos otros de los hay en este país, los días transcurren tranquilos y sin historias que sean dignas de contar. Hasta que un día, el obispo responsable de la diócesis en la que se encuentra este pueblo, decide de expulsar al párroco del territorio de su jurisdicción. El cura había procedido a dar la bendición a dos muchachas del pueblo que se prometían el amor. Lo que el Señor obispo no podía consentir, ya que estima que era una falta grave a los principios y a la moral de la Iglesia católica. Los ciudadanos del pueblo, que apreciaban al sacerdote por su espíritu cristiano y por su humanidad, no aceptaban la decisión de Su Señoría del que no comprendían las razones de esta expulsión del párroco. Por su parte, el Sr. Obispo no comprendía que los habitantes de un pueblo, y entre ellos los creyentes pudieran oponerse a su autoridad y a sus decisiones, él que representaba la misma Iglesia Católica por decisión papal.
El pueblo, con su iglesia, la iglesia con su párroco y con sus habitantes, cada uno con sus creencias y con sus opiniones, formaban una comunidad en la que todos se respetaban y el ambiente de la convivencia era de lo más armonioso y natural. El sacerdote era uno más entre sus habitantes, él se interesa a las todas las personas del pueblo sin preocuparse si eran creyentes o no. Siempre presente en todas las actividades sociales del pueblo, y siempre disponible a todos aquellos que le necesitasen, ofreciendo su ayuda sin condiciones. No era de esos eclesiásticos que juzgan los comportamientos humanos y menos el que lanzara condenaciones, pues para ello estaba Dios. Su misión era la Caridad cristiana en el amor al prójimo sin discriminaciones. Eran estas las virtudes de este cura de pueblo que todos apreciaban y amaban. ¿Cómo podrían aceptar de separarse de él? Hacía años que estaba en esta parroquia con el agrado de todos y ahora el intransigente e incomprendido Prelado quiere enviarlo al destierro? Y no se comprenden las razones.
En los pequeños pueblos todo el mundo se conoce. Entre los habitantes estaban dos muchachas, católicas y practicantes que se amaban, como pueden amarse dos hombres o una mujer y un hombre. Estas han pedido al cura que les diera la bendición, en acción de gracias por haberlas dado este amor. Pues, el amor, mismo entre dos personas del mismo sexo no puede provenir del Mal como tantos otros lo pretenden. Cuando Dios creo a los hombres, los creo en la diversidad de los sexos y en de las diferentes capacidades al amor, ya que todas esa variedades eran lo que mejor correspondían a la imagen y semejanza de su Creador.
El cura conocía a las muchachas y comprendiendo su situación no podía negarse a un acto de caridad cristiana, reconociendo la identidad humana con la que nacieron y afirmando el respeto a su dignidad. Bendición cristiana, no significa unión matrimonial que la Iglesia niega a las parejas católicas homosexuales. Las bendiciones, en la Iglesia Católica, son costumbres o tradicionales que remontan a los tiempos de Jesús, una de esas bendiciones que los católicos celebran, en recuerdo a la ultima cena, es la bendición del pan y del vino… Pio XII, también bendijo los cañones que partían para la guerra para matar enemigos, y otro Papa, Juan Pablo II, dio su bendición a unos hipopótamos de una reserva, en uno de sus viajes al continente africano. ¿Entonces, por qué no bendecir a dos personas que se aman y que son creyentes católicas? ¿Los hipopótamos tienen más derecho a una bendición que los homosexuales?
La bendición a las dos muchachas fue recibido con respeto y con estima hacia el párroco que no compartía los prejuicios que la Iglesia ha mantenido y mantiene hacia la homosexualidad humana. ¿Cómo Dios puede discriminar a seres que el mismo ha creado? La discriminación no procede de Dios, sino de los hombres religiosos, que por sacrificar su propia sexualidad, temen caer en las tentaciones que ellos mismos combaten.
La orientación sexual nunca hizo a los hombres diferentes, pero si hace diferentes los hombres, que discriminan a sus semejantes, ya sea por la condición sexual con la que nacen o por tener ideas diferentes a las de ellos.
¿Cómo comprender al catolicismo cristiano cuando guzga a los hombres con tanta arbitrariedad y obscurantismo, cuando sus criterios dogmáticos solo sirven para dividir a los hombres y separarlos y al mismo tiempo decir que la iglesia católica es universal? Cuándo Jesús dijo que el primer fundamento de la Cristiandad es “amar al prójimo como a sí mismo”, ¿Por qué la realidad de la Iglesia católica es otra, por qué ha bifurcado hacia otro destino opuesto al del mensaje del Evangelio?
Cuando el Señor Obispo supo que en una de las iglesias de obispado se ha dado la bendición a dos lesbianas, no tardo en oírse el clamor de la cólera de Dios por bosa de su representante eclesiástico en este lugar de la tierra. Al cura se le enviara una de esas misivas que solo los obispos pueden escribir, texto solemne, con algunas frases en latín para que tenga más relevancia, y que a la simple lectura del texto, el cura pueda ya sentir el peso abrumador de su falta. A tal falta tal castigo, así pues es condenado al destierro del territorio del obispado. Tendrá que buscar otro obispo que esté dispuesto a acogerle en su diócesis a pesar del pecado tan grave que ha cometido.
Todo podría haber quedado como un problema interno a la Iglesia Católica, sino no hubiese sido los habitantes del pueblo. Conocida la noticia de que el cura iba a ser despedido del territorio diocesano, se juntaron para hacer oposición a la decisión del obispo. Lo que aumento la cólera de Su eminencia, no podía aceptar que siendo el representante de la Iglesia católica su decisión no fuera aceptada por un grupo de ciudadanos de los que todos no son católicos. Pero la noticia salto a los medios de comunicación y llego al conocimiento de otros tantos ciudadanos de origen diverso del helvético país. Pronto a la protestación de los habitantes del pueblo surgieron otros, constituyendo un grupo importante, representativo de la opinión general de la sociedad civil suiza. Lo que los suizos no aceptan en su sistema político es las injerencias de la religión cuando estas producen problemas de convivencia en el espacio público.
En Suiza, y en su sistema político, las religiones no intervienen en los asuntos de Estado, pues aunque en la Constitución no se dice que Suiza es un Estado Laico, en los hechos, el Estado así funciona. La religión no es asunto del Estado y aunque existen diferencias entre Cantones, la religión, a parte de algunas subvenciones bien delimitadas, la religión es un asunto privado. No se habla de política en los sermones, como tampoco se hablan de leyes relacionadas con la religión en el parlamento.
Habiendo comenzado este asunto como un hecho de la sociedad civil, pero como las posiciones de los unos y del obispo no avanzaban se hacía necesaria una solución al conflicto que esta vez correspondía a las autoridades políticas hasta el nivel del estado. La solución tenía que pasar forzosamente por evitar que el cura fuese desplazado del pueblo si se quería calmar a la ciudadanía.
Esta vez es al nivel del estado que las negociaciones comienzan, siempre discretas y anónimas para encontrar la fórmula mágica que conviniese a la Iglesia Católica como a la sociedad. El dicho Monseñor, ya era conocido por su fundamentalismo católico y por su carácter autoritario hacia la misma comunidad católica del país.
A su antecesor, tuvieron que echarle diplomáticamente de Suiza por sus extremos y los conflictos que entretenía con los feligreses y con el mismo cuerpo sacerdotal. Los dos provenían del grupo de nuevos jerarcas de los tiempos de Juan Pablo II, que si fue juzgado como un buen político por haber contribuido a la destrucción del muro de Berlín, no era un papa abierto en términos de dogmas ni de la moral. Prefirió, durante su reinado apoyarse sobre el Opus Dei, situándose a la derecha extrema y tradicionalista de un catolicismo que se dirigía en el camino opuesto a la racionalidad científica y a los avances en la mentalidad de la sociedad.
La solución fue encontrada para resolver el conflicto, todos tenían que parecer vencedores para el exterior. El obispo renunciaba al castigo impuesto al cura del pueblo y este se comprometía a no dar más bendiciones a parejas homosexuales. También, pero en toda discreción se le aconseja al obispo de ser más diplomático en sus acciones de Pastor, pues el catolicismo de Suiza tiene sus particularidades que no se encuentran en otros países de pura tradición católica, lo que tiene como resultado: “La paz entre las religiones.” Sólo en Ginebra, ciudad internacional existen unas cuatrocientas comunidades religiosas que viven en paz.
Las negociaciones, han resuelto el problema en esta ocasión, sin embargo el fondo del problema queda como siempre, sin solución.
A penas acabado este artículo, se puede leer hoy en la prensa que la Organización Homosexual suiza ha depositado una denuncia al mismo obispo por incitación al crimen y a la violencia.
El obispo hace una semana, en un foro católico en Alemania, y hablando de lo que dice la Biblia, esta los ha condenado a muerte por la abominación que representa que dos personas del mismo sexo se acuesten juntas.
A título de comparación con declaraciones muy semejantes a las de este obispo, aquí, se justifican y se perdonan por la justicia declarando que ellas son naturales y que corresponde con la religión que profesan.