Fue Jean Piaget quien acuñó y describió el concepto de justicia inmanente como parte del proceso del desarrollo moral humano. Consideraba Piaget que los niños durante la etapa premoral, que se prolonga hasta los siete u ocho años y es anterior a la formación de su conciencia social, asumen la teoría del bien y del mal como válida sin cuestionarse la sanción expiatoria porque todavía carecen de la idea de reparación. Hasta esa edad los niños creen que a una falta siempre le corresponde un castigo pero en las posteriores etapas su capacidad de reflexión aumenta y les permite adquirir conciencia social.
Es evidente que André-Joseph Leonard, arzobispo de Bruselas-Malinas, está anclado en su etapa premoral y afectado por una profunda confusión que le lleva a considerar la enfermedad como un justo castigo para todo aquel que se aleje de los dictados de una iglesia que no sobresale precisamente por su conducta moral y que dictamina, siempre a favor de sus intereses, lo que está bien y lo que está mal.
Algunas “mentes biempensantes” ya se han apresurado a aventurar que las declaraciones del arzobispo de Bruselas, el prelado católico de mayor rango en Bélgica, expresan únicamente una opinión personal y como tal tienen que ser consideradas. Una de dos, o nos toman por idiotas o los idiotas son ellos. Permítanme decantarme por la segunda opción.
El amo y señor de la Iglesia belga – figura muy cercana a Benedicto XVI- califica sus intolerables declaraciones de “honorables” y “respetables”. Considera este tipo que el sida y el cáncer son consecuencia de “un acto de justicia inmanente” porque no se puede “jugar con la naturaleza del amor” o fumar sin recibir el justo castigo en forma de virus o de tumor.
Si esta afirmación la realizase un ciudadano de a pie, estaríamos igualmente ante una declaración inaceptable pero carente de la responsabilidad que se le tiene que exigir a un representante del Vaticano en un país donde, no lo olvidemos, millares de niños fueron violados por curas católicos. “Un error del pasado” según el arzobispo.
Si nos atenemos a la peculiar interpretación de la “justicia inmanente” del patrón de la Iglesia belga y si “hay consecuencias que están relacionadas con los actos” es obvio que este tipo estará a un paso de que un terrible plaga caiga sobre su impresentable figura porque una persona que no respeta ni a los enfermos ni a sus familias y que califica de error la pederastia debería recibir un justo castigo tal y como postula su particular código ético.
Pilar Rego es educadora social y bloggera