Las madres creen que protegen a sus hijas de un desmedido apetito sexual
A Amina, una joven de 26 años licenciada en literatura inglesa, le extirparon el clítoris cuando tenía ocho años en un centro médico privado muy cerca de su casa de El Cairo. "Fue una experiencia horrible. Lo recuerdo como si fuera ayer, detalle a detalle; jamás olvidaré ese día", dice. El suyo no es ni muchos menos un caso aislado. Más del 95% de las mujeres casadas egipcias menores de 50 años han sido sometidas a la ablación o mutilación genital femenina. El porcentaje es del 77% entre las adolescentes de 15 a 17 años.
Son datos escalofriantes que dan cuenta de hasta qué punto esta práctica, que data de la época faraónica y que nada tiene que ver con el islam, sigue todavía vigente en el país del Nilo, tanto entre la población musulmana como entre la cristiana. "Lamentablemente, en este país todavía hay mucha gente que cree que a una mujer no circuncidada se le despierta un gran apetito sexual cuando llega a la pubertad, lo que le hace perder el control fácilmente y practicar sexo antes del matrimonio; es decir, pierde su himen, que significa su honor", explica Amina.
"Matan a sus mujeres"
En su caso, como en el de la mayoría de las mujeres mutiladas egipcias, fue su propia madre la que decidió practicarle la ablación. "Lo hizo creyendo que así me protegía. En ocasiones, los maridos matan a sus mujeres la misma noche de la boda cuando descubren que han perdido el himen, sobre todo en el Alto Egipto", sostiene. Tras salir de la clínica, Amina necesitó más de un mes para recuperarse físicamente. La herida le quemaba "como el infierno", apenas podía caminar y dejó de comer y beber porque "el dolor era insoportable cuando orinaba". Pero lo peor para ella han sido las secuelas psicológicas que ha arrastrado.
A pesar del tiempo transcurrido, aún siente "escalofríos" cuando pasa cerca de la calle donde está la clínica. "Me lo hizo una médica islamista, vestida enteramente de negro, y que llevaba el niqab", el velo que cubre la cara y solo deja al descubierto los ojos. "A su lado estaba su marido, un hombre con una larga barba. Todavía no he podido borrar de mi mente los ojos de esa mujer", dice. Para superar el trauma, Amina optó por "transformar todo este dolor en una acción positiva".
Ahora trabaja en una organización que defiende los derechos de las mujeres y que tiene como una de sus prioridades erradicar definitivamente la práctica de la ablación en Egipto. Para ello, la entidad cuenta con el apoyo del Gobierno, que en el 2002 puso en marcha un programa para reducir el impacto de la mutilación sobre la población y que aprobó, el verano pasado, una ley que castiga con la cárcel a toda persona que lleve a cabo este tipo de intervención. Además, el gran muftí, Alí Gomaa, máxima autoridad musulmana del país, se pronunció en contra de esta práctica, que calificó de "pecado".
El plan gubernamental contra la ablación lo coordina el Congreso Nacional para la Infancia y la Maternidad que, con ayuda de otras organizaciones, como Unicef, desarrolla el denominado modelo de pueblo libre. "Explicamos a la gente de las zonas rurales que deben de acabar con esta práctica que solo produce efectos negativos a las mujeres", dice Nadra Zaki, responsable de los programas de protección del menor de UNICEF en Egipto. "Son sesiones educativas que imparten mujeres que han padecido la MGF y que intentan convencer al resto para que no lo hagan", cuenta.
"Educación completa"
A pesar de que el modelo está dando ya sus frutos, Zaki considera necesario reforzarlo con un programa mucho más amplio que incluya "una educación sexual completa". En su opinión, todavía queda un largo camino por recorrer, porque no es fácil acabar de la noche a la mañana con una costumbre tan arraigada. "La ablación –sostiene– no es más que un sistema para controlar la autonomía y la sexualidad de las mujeres, bajo la apariencia de asegurar la castidad y el matrimonio virgen".
Amina, por su parte, recuerda como, todavía siendo una niña, intentó convencer a su madre para que no circuncidara a su hermana menor, pero no lo consiguió. Hace dos años, sin embargo, logró evitar que lo hiciera su tío con una de sus primas. "Le hice entrar en razón y le dije que iba a perjudicar a su hija",, recuerda. "Gracias a Dios le convencí y al final la salvé", añade, satisfecha.