Estambul sigue siendo un refugio para las personas LGTBI de la región, pero las presiones gubernamentales y el discurso de odio propugnado desde las instituciones turcas pone en riesgo los avances logrados por la comunidad.
Hace más de un lustro que las autoridades turcas apenas dan permisos para organizar protestas en la calle. Se han prohibido huelgas de sindicatos, manifestaciones feministas, declaraciones de prensa ante los juzgados e incluso conmemoraciones a víctimas de terrorismo. Sin embargo, a finales de septiembre, la Gobernación de Estambul dio luz verde a una marcha llamada la Gran reunión familiar, que pedía el cierre de asociaciones LGTBI y la prohibición de expresiones de apoyo a la homosexualidad en el espacio público.