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Turquía: del laicismo de Ataturk a la «Ley seca» de Erdogan

Las crecientes restricciones e impuestos al consumo de alcohol están afectando enormemente al sector de las bebidas alcohólicas

«¿Nos vende unas cervezas?», dicen los clientes. «Vale, pero ponedlas en las mochilas», responde el vendedor, añadiendo: «Si os paran, no las habéis comprado aquí». Mientras salen, otro comprador, bastante ebrio, entra haciendo eses. Saca unas latas de cerveza de la cámara frigorífica, las paga, y las esconde en los bolsillos de su chaqueta.

La escena, nada inusual, transcurre ante los ojos del corresponsal de ABC. Han pasado las diez de la noche, y, si las autoridades sorprenden a los infractores, tanto el vendedor como los clientes se exponen a importantes multas que, en el caso del establecimiento, podrían llegar a llevarle a la quiebra. La nueva ley que regula la venta de bebidas alcohólicas, aprobada el año pasado y cuyas últimas disposiciones entraron en vigor esta primavera, está teniendo un profundo impacto en el sector.

Desde entonces, las etiquetas de las bebidas alcohólicas incluyen etiquetas con la leyenda «El alcohol no es tu amigo». La ley prohibe asimismo la publicidad de bebidas espirituosas, por lo que estar marcas han cancelado la esponsorización de equipos deportivos o eventos culturales. Además, los grandes carteles con la marca de cerveza «Efes», que hasta ahora eran la forma de anunciar que una tienda tenía licencia para servir alcohol, también han tenido que ser retirados.

«Esta regulación va a causar grandes costes a los propietarios de estas tiendas. Dado que hablamos de anuncios por valor de billones de liras turcas, y que los carteles más baratos cuestan 3.000 liras [alrededor de 1.000 euros], los tenderos no pueden llevar esta carga financiera por sí solos», protestaba recientemente el líder de la Confederación de Artesanos y Comerciantes de Turquía, Bendevi Palandökeni.

Cancelación de licencias

Los comercios han recurrido a una solución ingeniosa: utilizar letreros con los mismos colores que hasta ahora, proporcionados por la empresa productora de «Efes», pero sin ninguna referencia a la cerveza. Sin embargo, ABC ha constatado que ya son varios los establecimientos de Estambul que no han visto renovada su licencia para servir bebidas alcohólicas, al encontrarse a menos de cien metros de una mezquita, otra de las nuevas medidas implementadas por el gobierno de Recep Tayyip Erdogan.

Más impacto todavía está teniendo la constante subida de impuestos al alcohol, considerado por las autoridades un producto «de lujo» (según un informe hecho público por el Ministerio de Justicia a principios de año, un 87 % de los encuestados asegura no haberlo probado en su vida, aunque son muchos los que cuestionan su credibilidad). El mercado de la cerveza, por ejemplo, se hundió un 12 % en 2013 respecto al año anterior, y se espera un descenso todavía mayor este año. En otras bebidas alcohólicas, los impuestos llegan a suponer más del 70 % del precio total del producto.

En este contexto, el consumo de alcohol en público se ha convertido para muchos en un acto de desafío contra el gobierno. En los bares del ostentosamente secular barrio de Kadiköy, en el lado asiático de Estambul, no es infrecuente escuchar a los bebedores alzar su vaso y decir cosas como «Serefine, Tayyip!» («¡A tu salud, Tayyip!»). De hecho, se cuenta que este gesto a manos de unos jóvenes borrachos, al paso de la comitiva de Erdogan por una zona de ocio en Estambul, le causó tal ataque de ira al entonces primer ministro que fue lo que motivó la consiguiente prohibición de las terrazas callejeras en varias zonas de la ciudad, allá por 2011.

«Protección de la juventud»

El ejecutivo turco, de hecho, justifica las restricciones como medidas de salud pública o protección de la juventud. Pero el propio Erdogan ha sido mucho más vocal respecto a sus verdaderos motivos: «No queremos una generación que ande borracha noche y día», declaró el año pasado, calificando a aquellos que beben –sin distinción- de «alcohólicos». Este año se quejó ante la oposición en el Parlamento: «Cuando dos borrachos hacen una ley, la respetáis. Pero cuando hacemos una ley por algo que ordena la fe, la rechazáis».

La incesante labor de zapa de los gobernantes islamistas –que en la mayoría de las ciudades de Anatolia han relegado ya el alcohol a los bares de carretera– va dando sus frutos. Incluso en lugares como Estambul, las zonas en las que se consume alcohol de forma abierta y popular son cada vez menos, y en barrios conservadores como Tophane uno se arriesga a que le partan la cara si osa cruzarlo con una lata de cerveza en la mano.

Y mientras, la oposición secularista se resigna a ahogar sus penas en cerveza y «raki», incapaces de hacer frente a un ejecutivo que obtuvo más del 43 % de los votos en las elecciones locales de la pasada primavera, y que este agosto logró que Erdogan fuese elegido como «presidente del pueblo» con mayoría absoluta en la primera vuelta. Más de la mitad de la población, aparentemente, apoyan con el programa de los islamistas. El problema, pues, lo tienen aquellos que no quieren una Turquía «seca».

cerveza turca

Una botella de «Efes», cerveza turca

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