El silencio internacional ha permitido que el régimen talibán despoje a la población afgana de sus derechos y libertades fundamentales.
La comunidad afgana vive un profundo desencanto después de tres años de gobierno talibán, marcados por violaciones sistemáticas de derechos humanos y crímenes contra la población, en especial contra mujeres y niñas. Amnistía Internacional (AI) destaca en su último informe la inacción de la comunidad internacional frente a esta crisis, permitiendo que los talibanes actúen con total impunidad.
Con la caída del sistema de justicia tras la vuelta de los talibanes al poder, el líder supremo talibán ordenó en noviembre de 2022 la aplicación estricta de la sharia en todo el país. Esto ha llevado a la eliminación de abogados en los procesos judiciales y a la implementación de castigos corporales como la flagelación, ejecución pública, y amputación de miembros. Ahmad Ahmadi, un exabogado ahora exiliado en Europa, denuncia que los talibanes no reconocen la justicia formal y se basan en interpretaciones religiosas de la sharia para imponer su autoridad, según el testimonio recogido por AI.
Las mujeres silenciadas, sin libertades ni derechos
Las mujeres afganas han sido despojadas de casi todas las libertades y derechos que habían logrado en las últimas décadas. Más de 20 defensoras de derechos humanos en 21 provincias han reportado a Amnistía Internacional cómo han perdido su capacidad de acción en sus vidas.
Antes del regreso talibán, estas mujeres trabajaban en diversas áreas como el derecho, la política, el periodismo, la educación y el deporte. “Nos dijeron que los talibanes habían cambiado. Nos dijeron que no estropeáramos los esfuerzos por lograr la paz. Nos dijeron que el mundo nos apoyaría. Hoy en día vivimos nuestra desgracia solas”, ha declarado Nazifa, profesora de la provincia afgana de Mazar-e-sharif. De hecho, AI ya contabiliza que tan solo mediante el cierre de los salones de belleza, se han perdido mas de 60.000 puestos de trabajo.
Hoy, muchas de ellas se sienten invisibles, sin oportunidades laborales y excluidas de cualquier participación en la vida económica o cultural del país. «Nos están quitando todo, nuestra libertad, nuestra educación, nuestros derechos. Pero lo que nunca podrán quitarnos es nuestra dignidad y nuestra determinación de luchar», declaraba la activista afgana Mahbouba Seraj en una entrevista para la National Public Radio (NPR) en 2021.
El declive de la sociedad civil y el éxodo de activistas
El espacio para la sociedad civil en Afganistán se ha reducido drásticamente. Los talibanes ven a defensores de derechos humanos, periodistas, y activistas políticos como enemigos, sometiéndolos a desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, torturas y encarcelamientos.
Muchos se han visto obligados a huir del país, dejando atrás sus familias y trabajos por temor a represalias. Sin embargo, incluso en el exilio, enfrentan nuevos desafíos, como las dificultades legales y económicas en países como Irán, Pakistán y Turquía, donde están en riesgo de deportación. Tabasoom Noori, una activista exiliada en Estados Unidos, denuncia cómo la comunidad internacional también los excluye, ya que su voz es considerada ilegítima por no estar en Afganistán.
Sin respuesta de la comunidad internacional
La comunidad afgana expresa una frustración creciente ante la falta de respuesta efectiva de la comunidad internacional. Zarifa, una defensora de los derechos de las mujeres exiliada en Estados Unidos, subraya el cinismo de la situación.
Las mujeres y niñas afganas están perdiendo su libertad bajo el control talibán, y nadie hace nadaMALALA YOUSAZFAI, GANADORA DEL PREMIO NOBLE DE LA PAZ
La inacción de la comunidad internacional frente a la brutalidad del régimen talibán en Afganistán no solo es una traición a los valores de derechos humanos, sino también una demostración palpable de complicidad por omisión.
Desde que los talibanes retomaron el control en agosto de 2021, las violaciones a los derechos humanos se han multiplicado, con las mujeres y niñas sufriendo de manera desproporcionada. Sin embargo, a pesar de los informes y denuncias continuas de organizaciones internacionales, la respuesta global ha sido lamentablemente insuficiente, caracterizada por declaraciones vacías y falta de medidas tangibles. La comunidad internacional, en su silencio y pasividad, se ha convertido en cómplice de un régimen que ha devastado a la sociedad afgana.
Si la comunidad internacional continúa fallando en su deber, no solo será responsable de la perpetuación del sufrimiento en Afganistán, sino que también habrá socavado irrevocablemente la credibilidad y los principios de derechos humanos en todo el mundo. El tiempo de la complacencia ha terminado; la acción es urgente y no puede esperar.