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Trasfondo religioso del genocidio contra Gaza · por Juan José Tamayo

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Del trasfondo religioso del genocidio de Netanyahu contra Gaza no suele hablarse. Ahora bien, como de lo que no se habla no existe, pareciera que dicho trasfondo no existiera. Pero sí existe, y me gustaría explicitarlo y visibilizarlo recurriendo a una serie de manifestaciones y textos bíblicos, que están en el imaginario de los dirigentes políticos de Israel, leídos de manera fundamentalista y considerados válidos ética, política y jurídicamente para todo tiempo y circunstancia histórica, para justificar la destrucción de Gaza y los asesinatos contra la población civil, con la complicidad de Estados Unidos, que ha enviado armamento a Israel para seguir matando y se ha opuesto en las Naciones Unidas a un alto al fuego que frene la masacre provocada por el ejército israelí.  

1, El primero es el de la venganza, más allá del “ojo por ojo y diente por diente”, que practica hoy Netanyahu en su literalidad y con total desmesura. En el Éxodo, libro de la Biblia hebrea, 21,19ss, se formula el ojo por ojo y diente por diente, conocido como “ley del talión”, que establece la equivalencia entre el daño y el castigo con el objetivo de evitar los excesos en la venganza: 

“Si al reñir unos hombres, golpean a una mujer encinta, haciéndola abortar, pero sin causarle ningún otro daño, el culpable será multado con la cantidad que el marido de la mujer pida y decidan los jueces. Pero si se sigue otros daños, entonces se pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”.

Con el genocidio contra Gaza, Netanyahu no solo ha aplicado la ley del talión, sino que ha ido más allá y ha aplicado a la Franja “el canto de venganza” extrema de Lámec, que dice: “Lámec dijo a sus mujeres: Adá y Selá, prestad oído a mis palabras: por una herida mataré a un hombre, a un muchacho por un golpe; si a Caín se le venga siete veces, a Lámec setenta y siete” (Gn 4,23-24). 

El poder de Dios se hace realidad en la guerra, batallando del lado del “pueblo elegido”, y su gloria se manifiesta en la victoria sobre los enemigos

Por los 230 rehenes retenidos y los 1.200 israelíes asesinados por Hamás, Israel ha provocado más de 18.000 gazatíes muertos, entre ellos 7.000 niños y niñas y 5.000 mujeres, 7.000 personas desaparecidas, asesinatos del personal sanitario y de periodistas, daños en 50 instalaciones de la ONU, 26 hospitales y 55 ambulancias fuera de servicio, 81 mezquitas, iglesias cristianas y lugares sagrados de otras religiones, 278 escuelas y decenas de miles de viviendas y edificios públicos destruidos. Los daños se han producido principalmente entre la población civil, transgrediendo así el Derecho Internacional Humanitario, como han denunciado el secretario general de la ONU y otros dirigentes políticos mundiales. ¿Cabe más desproporción en la respuesta, más odio a la vida de los gazatíes, más ignominia e indignidad de Netanyahu y de la población isarelí que le apoya en la masacre?

2. En no pocos textos fundantes de las religiones, la imagen de Dios va asociada a la sangre, hasta conformar lo que René Girard llama sacralización de la violencia o violencia de lo sagrado. Entre esos textos se encuentra la Biblia judía, que, según el biblista alemán Norbert Lohfink, es uno de los libros más llenos de sangre de la literatura mundial. Hasta mil son los textos que se refieren a la ira de Yahvé que se enciende, juzga como un fuego destructor y castiga con la muerte. El poder de Dios se hace realidad en la guerra, batallando del lado del “pueblo elegido”, y su gloria se manifiesta en la victoria sobre los enemigos. El tema de la venganza sangrienta por parte de Dios, según el teólogo alemán Schwager, aparece en la Biblia judía con más frecuencia incluso que la violencia ejercida por los seres humanos. Sólo hay tres libros de la Biblia judía en los que no se asocia a Dios con la guerra: Ruth, Esther y Cantar de los Cantares.

Esa imagen violenta y sádica de Dios está muy presente en la mente militarista, despiadada y sin corazón de Netanyahu, en su gobierno, en el Ejército y en un sector de la población de Israel que reclama el exterminio de la población gazatí. 

3. Hay todavía otras dos imágenes de carácter religioso que han llevado a esta masacre —que no pocos juristas ya empiezan a calificar de crímenes contra la humanidad—, e impide a Netayahu escuchar las voces de organizaciones internacionales y del secretario general de la ONU que reclaman un alto el fuego: el considerar a Israel el “Pueblo elegido” y al territorio de Palestina “Tierra prometida”. Tras una lectura fundamentalista de la Biblia, creen que esa tierra les pertenece por Derecho Divino que cualquier cesión de la misma constituye un retroceso en la realización del reino de Dios. Por eso, desde la creación del Estado de Israel hace 75 años no han cesado de ocupar territorios de Palestina.

4. Hay, ciertamente, otros muchos textos de la Biblia judía, pertenecientes a las tradiciones jurídicas, proféticas y sapienciales, que defienden los derechos de los huérfanos, los extranjeros y las viudas, reclaman hacer justicia con los pobres en los tribunales, abogan por la paz fundada en la justicia (“la justicia y la paz se besan”, afirma el salmo 85) y presentan a Dios como liberador, lleno de ternura, lento a ira y rico en clemencia, abogado los pobres y oprimidos. Estos textos constituyen la mejor herencia que el judaísmo nos ha legado. Pero Netanyahu no quiere ni oír hablar de ellos y menos ponerlos en práctica en su política colonial y terrorista. Los dirigentes judíos los vienen trasgrediendo de manera sistemática y cada vez más violenta contra la comunidad palestina desde la creación del Estado de Israel en 1948.

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