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Todos moros · por Javier Aroca

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El asunto de los bautizos tiene y merece una reflexión constitucional para que comprobemos si de verdad hay tantos católicos certificados como para que su Iglesia merezca un trato tan preferente

Todos moros o muchos, que es como se llamaba a aquellos que no estaban bautizados. La Iglesia avisa y no es cuestión baladí, ni más ni menos que viene el aviso del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. No es para tomárselo a bromas, es otro sinvivir a los que nos tiene acostumbrado el Vaticano últimamente. Ahora resulta que como resultado de la creatividad sacerdotal –el sacerdocio es otro sacramento– se han usado formas litúrgicas que no producen el efecto adecuado de los sacramentos que no son muchos pero son fundamentales para la fe y brotan de Cristo.

No se aclara si la alarma afecta solo al sacramento del bautismo o a otros sacramentos, un poner, al matrimonio o la ordenación sacerdotal que son otros dos más de gran relevancia, también civil, que no afectan solo a los cristianos, el asunto tiene su miga.

Quién nos garantiza que han sido simples errores o una creatividad intencionada que conlleva dejación de las costumbres, desmoronamiento de la ciudad de Cristo, mediante un acto de terrorismo litúrgico diocesano o parroquial. Una calificación dura en estos tiempos de dudas y de anuncio del anticristo que requiere, desde luego, una previa interpretación de los textos canónicos de manera muy rigurosa para que, investigado el asunto, pueda ser perseguible por los jueces celosos de la doctrina cristiana. O quizá todo sea una manifestación más de la esperada y temida revolución eclesiástica, una confabulación masónica de la que Francisco, ese argentino del San Lorenzo de Almagro y amigo de rojos, sería su cabeza visible, como ya han barruntado los más radicales del conservadurismo preconciliar.

¿Y si los jueces del Opus, que así lo manifestasen en sus sentencias, en realidad no gozan de la gracia sacramental del bautismo, es decir, que son jueces fakes?

Imaginen que después de la murga beata que nos ha dado el una vez ministro Fernández Díaz, un día sí y otro también, poniendo por delante su fe al Estado de Derecho, resulta que de verdad no estaba bautizado y no gozaba de su gracia sacramental; y que como consecuencia quepa sospechar que su ángel, de nombre Marcelo, no sea sino un ángel caído. ¿Y si los jueces del Opus, que así lo manifestasen en sus sentencias, en realidad no gozan de la gracia sacramental del bautismo, es decir, que son jueces fakes?

Al final son unas pocas palabras litúrgicas pero significan y no se pueden malversar. Si no, el sacramento no vale. Es decir que tendríamos un número indeterminado de católicos sin certificar. No se dan cifras desde las diócesis pero más difícil es saber cuántos hay bautizados válidamente y cuántos han hecho apostasía, la trasparencia en la Iglesia es cosa en exclusiva del Espíritu Santo. ¿A cuántos matrimonios ha afectado? Pero no se preocupen que no viven en pecado civil, el matrimonio sin liturgia vale, incluido el celebrado entre personas del mismo género. Se tendrán que casar otra vez, con las palabras adecuadas, en el civil es más fácil, Código Civil y punto.

La creatividad tiene sus riesgos, de manera que aunque la Iglesia quiera acercarse al pueblo, cuando vean venir un cura por bulerías, desconfíen

El asunto tiene, incluso merece, una reflexión constitucional para que comprobemos si de verdad hay tantos católicos certificados como para que su Iglesia merezca un trato tan preferente, tanto que a veces nos lleva a pensar si en realidad no sea que seamos un país confesional, basándonos en una piadosa fantasía estadística de recuerdos venerables que tiene consecuencias de toda índole. 

La creatividad tiene sus riesgos, de manera que aunque la Iglesia quiera acercarse al pueblo, cuando vean venir un cura por bulerías, desconfíen. Uno que aprendió de Emile Durkheim la diferencia entre culto pasivo y activo y creyó que la liturgia, las palabras mágicas, no era solo de aborígenes australianos, ahora ve confirmadas aquellas teorías; y sí, un culto negro basado en la creatividad heterodoxa puede afectar, dice el Vaticano y los aborígenes australianos, los fundamentos de una religión. Si afecta a la religión me da igual, lo malo es que nos afecte a todos creando un estado de ansiedad social en nuestros conciudadanos por no saber si son cristianos acreditados o no.

Otro sinvivir del domingo. Está la cosa pa quedarse acostao, Caballero Bonald.

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