Daniel Fernández, El Comercio, 27 de julio de 2024
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Un verano no es verano sin culebrón. Y el de este año ya lo tenemos: las homilías del arzobispo Sanz Montes cada 8 de septiembre. Estaba claro que, tarde o temprano, la llegada de Adriana Lastra a la Delegación del Gobierno iba a suponer un choque de trenes entre el prelado y la dirigente socialista. Lo que no se esperaba es que fuera tan pronto. La batalla entre ambos ya está encima de la mesa y la mayoría de los partidos ya están posicionándose al respecto. La derecha, como cabía esperar, hace una defensa a ultranza del prelado y una parte de la izquierda, como estaba claro, pide al Gobierno que no esté representado en Covadonga el próximo 8 de septiembre. La FSA sale en defensa de Lastra, que además de delegada del Gobierno es vicesecretaria general de Acción Política de los socialistas asturianos, pero no se moja en lo que sus socios, IU-Convocatoria por Asturies piden, que es un plantón institucional a la Iglesia. El Ejecutivo regional, mientras tanto, calla.
Y al margen de la clara intención política de Sanz Montes en sus homilías, el quiz de la cuestión está en esto: ¿deben participan los gobiernos en actos religiosos? España es un país que se define como laico, donde la libertad religiosa es un derecho fundamental recogido en la Constitución. Los gobiernos, y por tanto, nuestros gobernantes, son representantes de la sociedad civil, porque es a ella a la que se deben y representan.
Por tanto, cada vez que un presidente del Gobierno, consejero, alcalde, concejal, ministro o representante de los poderes o instituciones del Estado participa en actos religiosos en representación del cargo que ostenta no sólo está contraviniendo el principio de laicidad del Estado, sino que excluye y discrimina a una parte de la sociedad –me atrevería a decir que es la inmensa mayoría– de este país. El presidente del Principado, si quiere acudir a Covadonga este 8 de septiembre, debería hacerlo a título personal, no como jefe del Ejecutivo autonómico. Porque lo que en Covadonga se celebra es el día de la Santina, no el de Asturias, que parece que algunos siguen sin tenerlo claro o se olvidan de este matiz.
El silencio de la vicepresidenta del Principado, en funciones de presidenta estos días por las vacaciones Barbón, es ensordecedor. No puede ser que a día de hoy se mantenga en su habitual línea de indefinición al respecto. Y menos, cuando quien abre la caja de Pandora es la número tres del partido que dirige el presidente. Tampoco Adriana Lastra, que recordemos que es quien tiró la piedra, ha dejado claro si acudirá o no a Covadonga este año. Si es coherente con lo que dijo de Sanz Montes y sus críticas a la politización que el arzobispo hace de sus homilías, no debería estar presente este año en la basílica. Está bien tirar la piedra, pero esconder la mano, pues como que no.
Como también cabía esperar, Sanz Montes justifica sus discursos. Y se parapeta detrás del Evangelio para defender sus mensajes. Pues hombre, qué quiere que le diga, en ningún Evangelio de los admitidos por la Iglesia –lo reconozco, no he tenido el gusto de leerme los apócrifos, que seguro son más interesantes y en incluso más ajustados a la historia que los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan– he leído mensajes homófobos, misóginos o negacionistas del cambio climático. Aspectos, que por contra, sí he escuchado en boca del arzobispo y en las de algunos líderes políticos. ¿Quiere decir esto que el Evangelio de Sanz Montes es el programa electoral de algún partido?
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Daniel Fernández es Jefe de Área. Sección Asturias y política del diario EL COMERCIO
