Una mujer musulmana reclama el derecho a llevar velo en su trabajo. Trabaja de azafata en Acciona, que tiene definido un determinado uniforme para las personas que realizan esa tarea. La mujer musulmana muestra una declaración de derechos humanos en la foto que sirve de ilustración a la noticia.
Parece que existe un conflicto entre el derecho de quien contrata con los derechos de la persona contratada. Y es así porque el conflicto es aparente. De hecho esta controversia viene a ilustrar la real confrontación entre el mundo laico y el religioso. Las religiones desde sus inicios han establecido, mediante sus credos, regulaciones o dogmas, pautas de comportamiento observables, para de esta manera establecer un control social sobre los usos y costumbres de las personas adeptas a ellas. El abanico de procedimientos utilizados es amplio, llegando en sus extremos a quedar cuasi difuminados, bien en el normal discurrir de la ciudadanía laica o, por el contrario, sojuzgando a las personas y llegando a cautivarlas en el interior de las sectas.
En el ámbito de los derechos humanos nadie puede imponer una determinada idea a nadie. Y este, digamos axioma, funciona bidireccionalmente. De manera que el ejercicio de mi derecho no puede evitar el ejercicio del derecho de otra persona. Este respeto mutuo está enmarcado por lo que el común en una sociedad (lo laico) establece como normalidad.
Si normalmente el espacio social, no privado, el ámbito de lo cívico, de lo común, está organizado de una determinada manera, pretender alterarlo enarbolando la bandera del derecho individual a manifestarse de manera diferente, es un ejercicio de nulo respeto por el sentir mayoritario. Pero es evidente que las religiones no entienden de respeto hacia quien no comulga con sus dogmas. Por ello a las religiones les parece “normal” invadir los espacios laicos con símbolos y modelos de conducta. Ocupar las calles y plazas con elementos ornamentales religiosos, esculturas, pinturas… o con sonidos provenientes de campanas, gongs o altavoces, invitando a sus oraciones, concitando la presencia de fieles en los espacios de culto, recordando la hora de la oración… son aspectos vividos por las religiones como derechos.
En el fondo casi todo se concreta en una extrema falta de respeto hacia el prójimo, porque al fin y al cabo, como las otras personas no creen lo mismo que uno, ¡que se aguanten! ¿Qué daño hace una manifestación religiosa o ideológica? Evidentemente, para quienes están convencidos de sus creencias, ninguno. Díganselo por ejemplo a quienes profesan el credo nudista.
Libertad religiosa toda, en los espacios religiosos y en los privados. En los públicos, esta libertad debe ajustarse a las normas laicas, propias de una sociedad plural que no pretende imponer ningún credo o dogma a nadie.
En Melilla se suscita la polémica de esta mujer musulmana, en Algeciras la noticia se produce por mezclar el mundo del toro, con la feria de la ciudad y la exposición pública de la imagen de la Virgen de una cofradía de penitencia. Hay asuntos que no cuadran y que suponen un absoluto desprecio por las coordenadas espacio temporales en los que se desenvuelve la vida cotidiana (laica) de la ciudadanía. Pero evidentemente quienes adoptan estas decisiones, estando imbuidos de la gran verdad de su FE, sólo se les ocurre una cosa: Si mi creencia es un bien ¿por qué no van a comulgar los demás con ella?