El líder supremo de Irán, Ali Jamenei, durante la celebración del fin del Ramadán el 5 de junio en Teherán. OFICINA DE PRENSA DEL LÍDER SUPR EFE
La policía acusa a los establecimientos de “incitar al libertinaje” y “utilizar música no autorizada”
Las autoridades han cerrado 547 cafeterías y restaurantes en Teherán por “contravenir la moral islámica”, según ha anunciado el jefe de la policía de la capital iraní, el general Hosein Rahimi. Entre las violaciones que menciona, “utilizar música no autorizada” e “incitar al libertinaje”. Desde la Revolución Islámica, el régimen trata de imponer estrictas normas de vestido y comportamiento en los espacios públicos, y las campañas de vigilancia son recurrentes. Sin embargo, las nuevas generaciones han ido empujando los límites hasta convertir las reglas en una caricatura.
“Durante los últimos diez días, en el curso de una operación de lucha contra la publicidad inmoral en Internet, la utilización de música no autorizada y la incitación al libertinaje por parte de cafeterías y restaurantes, se han cerrado 547 establecimientos y se ha detenido a 11 propietarios”, declaró el general Rahimi el pasado sábado citado por la agencia Fars. Para este responsable, la vigilancia del respeto a las normas islámicas es “una de las misiones más importantes” del cuerpo policial.
Entre esas normas destacan la prohibición del alcohol, que ha dado lugar a un lucrativo mercado negro; la obligación de que las mujeres se cubran el pelo y las formas del cuerpo en público, y la proscripción de las fiestas mixtas. Los cafés son uno de los pocos lugares públicos donde los jóvenes de ambos sexos pueden encontrarse; también el escaparate del fracaso de la República Islámica en imponer sus valores a una población, dos tercios de la cual tiene menos de 40 años.
En los últimos años, se han multiplicado las cafeterías y restaurantes de estilo occidental en las ciudades, sobre todo en la capital, donde vive una quinta parte de los 82 millones de iraníes. Por un lado, el sector más abierto del régimen ha entendido que la juventud necesita lugares de esparcimiento. Por otro, el propio sistema ha dado lugar a una clase de nuevos ricos a quienes las sanciones limitan los viajes y las inversiones en el exterior.
“Había oído del cierre de 180 restaurantes por falta de carne y otros productos que se han encarecido con las sanciones, pero aquí en el norte no se ha notado nada”, responde sorprendido S. A. por teléfono desde Teherán. Este joven profesional estuvo el pasado fin de semana con su novia en el Sam Center y asegura que “estaba lleno de pijas sin pañuelo”. En las cafeterías del Sam, el Palladium, el Royal Address o el parcialmente inaugurado Iran Mall, el ambiente se asemeja mucho al de los centros comerciales de Dubái, en los que se han inspirado.
Pero no se trata sólo de los establecimientos para los más adinerados. En cualquier café de barrio, como el Sepanj de Yusefabad o el Chai Bar Cafe de Niavarán, que esta corresponsal visitó el pasado abril, las mujeres, sobre todo las más jóvenes, ignoran los pañuelos caídos sobre sus hombros, mientras suena una música que los más conservadores tachan de “invasión cultural” por venir de Occidente.
Coincidiendo con las dificultades económicas que han agravado las renovadas sanciones estadounidenses, se había notado un cierto relajo en las restricciones sociales, al menos en la capital. A decir de algunos observadores esa aparente liberalización era un ejercicio de pragmatismo ante el cúmulo de problemas que afronta el sistema. Los responsables “eligen sus batallas”, señalaba recientemente un diplomático.
No está claro si los cierres anunciados por el general Rahimi indican una vuelta a las campañas de vigilancia del pasado o un mero gesto ante los más conservadores. En la misma comparecencia, el responsable policial también dijo que se habían llevado al depósito municipal 559 coches “por dar vueltas”, un eufemismo para referirse al incumplimiento de normas no escritas como llevar la música alta o utilizar el vehículo para ligar. Sin embargo, desmintió que se hubiera habilitado un número de teléfono para que los ciudadanos pudieran denunciar “actos inmorales” cometidos en el espacio público.