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Financiamos con dinero público el adoctrinamiento ideológico ultracatólico en colegios privados que reciben subvenciones de los impuestos de todos y todas
Con motivo de las fechas en que la religión católica conmemora la muerte y resurrección de su fundador (lo que denominan “semana santa”), hay centros educativos que lo utilizan como excusa para “adoctrinar” a menores con rituales religiosos y actuaciones que exaltan valores contrarios a los que establecen los derechos humanos y que reflejan la herencia del nacionalcatolicismo de la dictadura.
Se ha vuelto a hacer viral en las redes sociales el desfile paramilitar de menores del colegio El Divino Pastor de Málaga a quienes disfrazan de legionarios (una fuerza fundada por un conocido golpista y genocida, el general Millán Astray). Niños y niñas que, mientras cantan a voz en grito el himno paramilitar El novio de la muerte desfilaban por el patio de este colegio privado concertado (financiado con dinero público), imitando una procesión pseudorreligiosa ultra. Desfilan con réplicas de las armas que llevan los legionarios y haciendo malabares con ellas, tras haber estado ensayando toda la semana, guiados por un padre exlegionario. Emocionados de que todos los adultos les observen, les aplaudan y les graben para “hacerles virales en TikTok”.
Una de las coordinadoras de esta “locura”, como la denomina ella misma, declaraba entusiasmada a los medios de comunicación que llevan 31 años realizándolo en este centro con total impunidad, sin ninguna consecuencia. Al revés, surgen cada vez más centros que imitan esta forma de adoctrinamiento católico ultra sobre menores en centros educativos.
El colegio privado-concertado Nuestra Señora de Lourdes de Valladolid, perteneciente a la congregación católica La Salle, disfraza y hace desfilar vestidos de papones, “manolas” y policías a niños y niñas, desde los cero a los cinco años, en lo que denominan una “procesión infantil de semana santa”. El colegio privado-concertado San José, integrado en la Fundación Educación y Evangelio, hace “procesionar” por las calles de Ciudad Real a niños y niñas desde los cuatro años hasta tercero de Primaria, disfrazados con túnicas, velas y pasos del Cristo de la Caridad y la Virgen de la Luz.
No son casos aislados. La legislación, la administración pública y la inspección educativa permiten que se haga y se mantenga este tipo de “adoctrinamiento” con total impunidad. Los directores de esos colegios y quienes coordinan estas actividades afirman que estos actos “va unidos a la educación del centro”, dado que es una forma de unir “religión y educación”, una manera para “acercar a los niños ‘los misterios’ de Jesús”.
Financiamos con dinero público el adoctrinamiento ideológico ultracatólico en colegios privados que reciben subvenciones de los impuestos de todos y todas. Es decir, financiamos con dinero público el adoctrinamiento. El problema de fondo es que la legislación educativa lo ha amparado.
Lo estableció el gobierno del PSOE cuando consagró en la ley educativa de 1985 (LODE) el modelo de “conciertos educativos” (financiación pública para centros privados) y además que éstos pudieran tener ideología propia y educar en esa ideología. Un “ideario propio” impuesto por los dueños o propietarios del centro, en función de la cual contratan al profesorado, imparten la educación y establecen el funcionamiento del centro.
Frente a los centros públicos, que son plurales, porque su profesorado, su comunidad educativa y su dinámica de funcionamiento es plural y se acuerda democráticamente el proyecto educativo, los dueños de los centros privados deciden la ideología en la que se va a adoctrinar al alumnado matriculado en ellos.
Estos casos de exhibición sin pudor del adoctrinamiento nacionalcatólico durante las celebraciones religiosas mediante procesiones, a veces de carácter paramilitar (uniendo devociones ultra tan queridas para la ultraderecha: patrioterismo, exaltación ultracatólica y militarismo) muestran el progresivo deterioro de un sistema educativo que constitucionalmente debería ser público, laico e inclusivo y que, con total impunidad y connivencia de las administraciones educativas, se mantiene concertado, católico y segregador.
Autoridades públicas
Es más, en muchos casos las autoridades públicas participan en esos actos de carácter religioso y confesional, con la excusa de la “tradición” (como si el que algo se haya hecho anteriormente fuera garantía de nada) o para promover el “turismo” y el “desarrollo económico” (como si el mercado y el negocio fuera el fundamento de la educación). E incluso algunos presidentes de comunidades autónomas envían circulares a todos los centros educativos para que impulsen actividades relacionadas con la semana santa, como “visitas a capillas”, “recrear un pequeño museo cofrade”, o “música de semana santa”, dado que, se asegura, es un “elemento singular del patrimonio cultural andaluz, valorado y respetado dentro de la cultura española y universal”.
Si la “religión católica” se ha mantenido como una forma de adoctrinamiento sistemático y en todos los niveles en la educación española, hasta en la universidad, cómo va a extrañar que la denominada “semana santa”, en lenguaje católico, se haya convertido en una excusa más para adoctrinar en la ideología ultracatólica en los colegios. Especialmente ahora que, con la llegada de la “ultraderecha sin complejos” a la política pública, algunos centros, viéndose apoyados e impunes, desplieguen con más ahínco y viralicen toda una panoplia de “competencias y aprendizajes” para adoctrinar a menores en una revisión casposa y ultra de los “valores” más rancios y contrarios a los derechos humanos y la democracia.
La pregunta de fondo que nos hacemos en pleno siglo XXI, cuando hablamos de que la educación tiene que adaptarse a los nuevos tiempos es: ¿Hasta cuándo vamos a mantener la anomalía educativa del adoctrinamiento religioso en la educación? La Escuela debe superar esta forma de adoctrinamiento y ser el lugar para educar en conocimientos científicos universales, en valores cívicos y universales.
Cada religión, que es una creencia entre otras muchas, debe difundirse en todo caso en el ámbito privado de la familia y en los lugares de culto. Necesitamos una escuela laica, donde se sientan cómodos tanto las personas no creyentes como las creyentes. Por eso debemos negarnos a que con el dinero público se financie el adoctrinamiento religioso. La escuela es un lugar para razonar no para creer, para la ciencia no para el dogma. Debemos superar ya la Edad Media educativa.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Universidad de León y autor de ‘Pedagogía del Decrecimiento’, ‘Pedagogía Antifascista’ y ‘La Historia Silenciada’.