Desde su Gobierno -una coalición de centro-derecha con los ultraderechistas Demócratas Suecos (DS) como aliados externos- se ha condenado cada uno de esos actos en su territorio. Y recordado también que están bajo el amparo de las leyes suecas y bajo el precepto de la libertad de expresión. Un precepto que en Suecia es casi una señal de identidad nacional.
Pero que de pronto topa no solo con el peligro para la vida pública, por los disturbios que pueda provocar dentro o fuera del país o a escala diplomática, sino también por los posibles efectos colaterales sobre su ingreso en la OTAN. El propio Kristersson y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunciaron antes de la pasada cumbre de la Alianza, en Vilna, que Turquía levantaba el bloqueo mantenido durante meses a la incorporación del país nórdico. Sigue pendiente, sin embargo, la ratificación por parte del Parlamento turco, lo que teóricamente debe ocurrir en otoño.