La actual ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) cuya gestación y aprobación en el Parlamento se ha conseguido con los únicos votos a favor del grupo parlamentario que sostiene al Gobierno, es decir el Partido Popular, recoge en la Resolución de 11 de febrero de 2015 el currículo de la enseñanza de Religión Católica de la Educación Primaria y de la Educación Secundaria Obligatoria.
Una vez leídos los contenidos curriculares de dicha asignatura de Religión Católica, resulta asombroso el retorno al pasado al que nos trasladan dichos contenidos; algunos de ellos caen incluso en el más pueril de los infantilismos. Hablar en 2015 del “pecado original”, es decir de que “miles de generaciones posteriores sean culpables de algo que hicieron sus antepasados remotos” está tan trasnochado y fuera de lugar que cuesta trabajo creer que eso esté publicado en un BOE de una sociedad compleja del primer mundo como es la española, con centros de investigación en algunas disciplinas punteros. Decir que “Dios, padre de la humanidad, quiere nuestra felicidad” es un contrasentido en sí mismo habida cuenta de su radical fracaso en conseguirlo. Basta con echar una ojeada al mundo en que vivimos o a otro cualquiera de los que nos han precedido en cualquier lugar del planeta. No es precisamente felicidad lo que se constata.
Y que fantasías como esas computen lo mismo a efectos de calificaciones que computan la Física, la Biología, la Historia y el resto de las materias llega a lo escandaloso. Con la nueva resolución tanto valdrá a efectos de notas para los alumnos el “milagro del pan y los peces” como el principio de Arquímedes; y saber que “Adán y Eva son nuestros primeros padres” como saber la Teoría de la Evolución por Selección Natural de Darwin. En consonancia con esos disparates la asignatura sustituye la teoría del Bing-Bang (un paradigma en Astrofísica) por “el origen divino del cosmos”. Lo dicho un escándalo.
Lo que está haciendo dicha ley es intentar elevar a categoría de conocimiento lo que no es sino una creencia en que la narración bíblica es cierta. Sin embargo, las pruebas de que la Biblia no es sino una reescritura de narraciones mesopotámicas previas son tan abrumadoras que prácticamente no hay estudioso del fenómeno que no las dé ya como ciertas.
A lo dicho se agrega que esa asignatura se impartirá, como ha venido siendo hasta ahora por profesores directamente decididos por la Iglesia, que lo hará como hasta ahora entre aquellos que sean más fieles a la ortodoxia de su doctrina, o entre aquellos cuyas relaciones clientelares sean más poderosas. En cualquier caso se les elegirá de una manera discrecional aunque se les paga y se les seguirá pagando con cargo al erario público.
Aun así, a la Conferencia Episcopal dicha resolución le ha sabido a poco y querrían que la asignatura tuviera carácter obligatorio y más número de horas. En franca contraposición a los países de nuestro entorno (Francia, Reino Unido, Holanda,…) donde se estudia el hecho religioso, de indudable importancia a la hora de dar cuenta de cualquier civilización, desde una perspectiva sociológica, histórica o filosófica y donde lo profesores que la imparten son coherentemente filósofos, sociólogos o historiadores el gobierno español con la citada resolución, no ha hecho sino aumentar la importancia de una asignatura confesional y equipararla a la asignaturas científicas. Muy probablemente el gobierno que reemplace al actual si no es del mismo signo político derogará la Resolución y se volverá otra vez a lo que había. Llama la atención que los países europeos hayan sido capaces de consensuar unos contenidos curriculares prácticamente blindados a los cambios de gobierno, mientras en España se sigue sin ser capaz de alcanzar un consenso así. Debe ser por la intromisión en la enseñanza de instituciones que deberían estar al margen de ella y por Gobiernos que lo consienten.
Federico Zurita Martínez
Profesor Titular de la Universidad de Granada
Departamento de Genética