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Sobre la creación de una comisión para investigar los casos de ASI en la Iglesia

Es necesario investigar los abusos infantiles y acompañar la investigación de otras medidas para evitar nuevos casos.

En varias ocasiones he escrito sobre mi experiencia como testigo casos de ASI (abuso sexual infantil). Ante todo, me parece absolutamente necesario abrir una investigación seria de los abusos que se han producido en centros de enseñanza, parroquias y otros ámbitos en la iglesia católica, que no debe estar en manos de los que han protegido durante décadas a los victimarios. 

La vivencia, la búsqueda de información y el interés por aclarar lo que ocurrió me ha facilitado tener contacto con varias víctimas, rememorar aquellas situaciones con antiguos compañeros, también he compartido experiencia con redactores de varios medios de comunicación, todos muy interesados en esclarecer estos abusos (El Periódico, Racc, El País). Además, en diciembre 2018, me puse en contacto con una dirección de correo electrónico escoltar@… que hicieron pública los jesuitas de Barcelona. En esta ocasión, tuve la sensación de estar colaborando en la confección de una lista de afectados sin detectar ningún interés en hacer una investigación seria y profunda. Pongo como ejemplo la referencia sobre el caso del hermano que yo fui testigo, incluida en un documento de marzo 2019  encabezado como: Estado del proceso de escucha e investigación de abusos en escuelas de la Compañía de Jesús en Cataluña: Existe un último caso sobre un hermano jesuita que hubiera llevado, sin duda, a iniciar otro procedimiento canónico.

Preguntados explícitamente por él desde la prensa, y tras aparecer algún testimonio en la misma dirección, se decidió hacer también una investigación para clarificar su conducta en el pasado y ver qué medidas había que tomar. Sin embargo, su fallecimiento el pasado febrero hizo que dicho proceso se cerrase. Muy señores míos, la mayoría de las víctimas no se han muerto, son personas singulares —quiero decir, únicas—, la agresión que recibieron no fue una particularidad genérica sino un abuso individual, vivido en primera persona y se merecen todo el esfuerzo por su parte para aclarar esta situación.

La agresión que recibieron no fue una particularidad genérica sino un abuso individual, vivido en primera persona y se merecen todo el esfuerzo por su parte para aclarar esta situación

Los investigadores de El País, que están haciendo un trabajo muy minucioso y detallado, me escribieron a primeros de mes de enero comentándome: “Desde las órdenes y las diócesis implicadas nos han pedido que les pongamos en contacto con las víctimas para poder escucharlas y tomarles declaración”. Por si estaba interesado en colaborar. Sin dudarlo, me interesó y pocos días después mantuve una conversación telefónica de 34 minutos con un responsable de Entorno Seguro de la Compañía de Jesús, donde narré mi vivencia y posteriormente hablamos sobre el ASI desde diferentes puntos de vista.

Mi sorpresa vino cuando la persona que me entrevistó para cerrar el encuentro telefónico me preguntó que buscaba, qué quería o reclamaba… No lo entendí exactamente, yo no acudí a ellos. Entiendo que son ellos que buscaban testimonios. ¿Qué busco o quiero reclamar? Bueno, en mi caso, como en el de muchos ciudadanos, está muy claro: nada mas lejos que el esclarecimiento de estos crímenes sea llevado con transparencia e investigado, que las víctimas, entre las cuales no me incluyo, puedan recibir una reparación a todos los niveles por las agresiones que recibieron, que la organización (Iglesia Católica), su jerarquía, actúe con todas las cualidades que se le suponen y predica: integridad, honradez, ética, sinceridad, amor al prójimo, generosidad…


En esta misma conversación también me insistieron en que intentara a los protagonistas de los casos que yo conocía a presentaran testimonio. La verdad, me parece bastante pueril pretender al cabo de 50 o 60 años ganarse la confianza de nadie cuando durante todo este tiempo han estado tapando y protegiendo los delitos de una serie de miembros de su organización, además de provocar trastornos sicológicos, en ocasiones crónicos, en muchas de las víctimas.

La manera de actuar de la Iglesia, de muchos de religiosos y jerarcas respecto a sus asuntos internos, pero que repercuten en la sociedad, ha sido siempre hermética y rodeada de secretismo

Porque, bajo mi punto de vista, el problema lo tiene la Iglesia. La particularidad de utilizar la confianza y la jerarquía para actuar de forma delictiva está en sus miembros. Las víctimas eran seres singulares, únicos, a los que se agredió. Sinceramente, y respetando a un buen número de integrantes de esta organización que se desmarcan de sus rígidas y casposas normas, la manera de actuar de la Iglesia, de muchos de religiosos y jerarcas respecto a sus asuntos internos, pero que repercuten en la sociedad, ha sido siempre hermética y rodeada de secretismo, cualquier organización que actuara de la misma manera sería tildada de como mínimo sospechosa y arrogante, teniendo en cuenta que siempre han usado el miedo como arma contra las acusaciones creo que sin un cambio radical de sintonía con la sociedad no tendrán la capacidad de generar la confianza necesaria para que la mayoría de las víctimas señale a sus agresores delante de sus gestores.

Nosotros como sociedad nos debemos preguntar cómo, frente a un problema como este, solo haya tres partidos políticos interesados en la creación de una comisión de investigación. ¿A qué se tiene miedo?Indudablemente, bajo mi punto de vista el único camino para esclarecer esta cuestión debe ser a partir de una investigación, como ahora han propuesto solo tres partidos políticos, desde los poderes sociales fuera de la Iglesia. Esta, paralelamente debe investigar los casos, las causas, la desidia de sus miembros que lo han permitido, sus normas, sus reglas, sus tabús… porque tiene un problema interno importante, y no como se refería el portavoz de los obispos españoles, Luis Argüello, el pasado 19 de noviembre, cuando fue interpelado sobre el problema al que se enfrenta la Iglesia católica por los numerosos abusos sexuales a menores contestó con un displicente “solo son pequeños casos”.


Nadie tiene que avergonzarse de lo que otros le hicieron y él desconocía siendo un menor. Para evitar nuevos casos creo que se debería intentar, por un lado, esclarecer y facilitar la denuncia todos los abusos ocurridos dentro de la familia, de los centros de enseñanza o en cualquier otro espacio social y, por otro, dentro del currículo de enseñanza, a una edad prudencial, explicar la amplitud del ASI, que no incluye únicamente las penetraciones, los ámbitos sociales habituales donde pueden ocurrir, las estrategias del agresor, crear las herramientas para poder detectarlos además de las facilidades y la protección para denunciarlos.


Nosotros como sociedad nos debemos preguntar cómo, frente a un problema como este, solo haya tres partidos políticos interesados en la creación de una comisión de investigación. ¿A qué se tiene miedo? Quién ha faltado al respeto de forma continua por los métodos utilizados durante décadas, quién se ha aprovechado de un estatus privilegiado en la sociedad para ocultar sus propias infamias

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