Tarde o temprano habrá que admitir que el feminismo tiene que tener unos límites normativos más allá de los cuales no es feminismo. Cómo y dónde fijar los límites es complejo, llevará tiempo y mucho debate, supongo que habrá que apelar a la tradición feminista, como ocurre con cualquier ética, política, ideología etc. pero habrá que hacerlo. De lo contrario nos encontraremos, cada vez más, que feminismo es una cosa y la contraria. Gallardón dice ser feminista, hay un feminismo antiabortista y varias encíclicas de Juan Pablo II se reclaman feministas; eso sin contar con que en internet varias páginas del Opus Dei reivindican el verdadero feminismo. No voy a entrar aquí en lo que sí es feminista y lo que no, pero si el feminismo sigue manteniendo que cualquier cosa es feminista, vamos listas.
Sí que veo a veces, siempre que sale este tema, una cierta confusión entre pañuelo y burka. No es lo mismo, bajo ninguna circunstancia el burka o el nioqab que el pañuelo islámico. Aunque ninguno de los dos puede defenderse desde el feminismo, no hay nada que decir desde los poderes públicos acerca del pañuelo si la que lo lleva es una adulta. Una adulta puede ponerse lo que quiera en la cabeza, de la misma manera que hay monjas con toca o hábito y no creo que nadie haya hablado de prohibir profesar como monja. Un pañuelo no impide hacer vida normal. Es una muestra de fe religiosa y ninguna religión es feminista, pero ese es otro asunto. El feminismo no quiere prohibir por decreto la fe religiosa, aunque desde luego debe combatir en el terreno de las ideas la misoginia de todas las religiones. Otra cosa es la prohibición del pañuelo en niñas y en la escuela pública. En principio a las niñas tampoco se les permite profesar de monja y hay que ser mayor de edad para tomar esa decisión. Es controvertido, pero en tanto el pañuelo no impida hacer vida normal, por ejemplo hacer gimnasia, en mi opinión no debería prohibirse a menos que se haga lo mismo, como en Francia, con todo signo religioso incluida por supuesto la cruz católica. Pero siempre hablamos de la escuela pública. Es decir, en Francia se ha prohibido los signos religiosos en la escuela por tratarse de niños y niñas y de un ámbito público en el que se busca preservar la laicidad del estado. Luego, nadie ha hablado de prohibir el pañuelo por la calle. El pañuelo es un signo de sumisión patriarcal, por supuesto, pero hay muchos signos de lo mismo que asumimos, como los zapatos de tacón, que no queremos prohibir, aunque quizá sí combatir. Se puede ser feminista y hacer vida normal (ejem) con zapatos de tacón y asumo que el pañuelo puede ser no sólo un signo religioso sino también cultural, incluidos ciertos significados de resistencia que no pueden ser desdeñados. A veces sí pecamos de islamofobia al percibir únicamente los signos de sumisión patriarcal o de desigualdad más evidentes del pañuelo que es una prenda que, como muchas otras, no tiene un significado unívoco. El burka en cambio, es una cárcel en la que la mujer no puede ser ciudadana, apenas persona. Esto no es discutible.
El tema de la agencia. Creo que hacemos mal en empeñarnos en dilucidar si ellas lo llevan porque quieren o las obligan. Unas serán obligadas y otras no. Eso, como feministas, debe darnos lo mismo en nuestra crítica al burka. Lo que importa del burka es lo que significa para todas, no sólo para las que lo llevan. Es su significado en tanto que afecta a la igualdad lo que tiene que importarnos y no tanto si ellas lo eligen o no. Que algunas o muchas lo lleven voluntariamente nos tiene que ser indiferente, muchas mujeres adoptan voluntariamente comportamientos o tienen ideas antifeministas. El feminismo no es apoyar todo lo que quieran o digan las mujeres por el hecho de serlo. El feminismo son ideas y prácticas políticas determinadas y lo mismo da que las defiendan hombres o mujeres. Podríamos discutir qué es lo que hace que las mujeres defiendan cosas que las perjudican pero eso es otra cuestión.
Creo que caemos en una especie de neoorientalismo al apoyar cualquier cosa que nos parezca exótica con la excusa de huir del colonialismo y aceptar cualquier diferencia, a veces creo que incuso con alegría. Las diferencias no son todas aceptables por el hecho de ser diferencias pero, el problema fundamental es que si apoyamos a las mujeres que quieren llevar burka ¿quién apoya a las que luchan –en esos países y en esas familias- por no llevarlo? Si asumimos que hay mujeres que quieren llevar burka, tendremos que asumir que hay otras que no quieren llevarlo y se ven obligadas a hacerlo. Si no apoyamos activamente la prohibición del burka dejamos a esas mujeres que no quieren llevarlo a merced de poderes que las superan, como el poder de sus familias, de su tradición etc. ¿Qué clase de feminismo se pone de parte de las mujeres que quieren llevar burka (y de los hombres que quieren que ellas lo lleven) y abandona a las que luchan contra el mismo? En ese neoroientalismo complaciente y celebratorio de cualquier diferencia olvidamos con mucha facilidad que en esos países, en esas culturas, en esas familias, hay feministas y mujeres que no quieren burka, que se juegan la vida por no llevarlo o combatirlo, que luchan por la igualdad y contra la religión. Y resulta que muchas feministas de aquí, atenazadas por el pánico a no ser o parecer colonialistas, parece que apoyan más la tradición misógina que la opción feminista revolucionaria, porque lo es, de unas cuantas valientes. ¿En qué lado estamos? ¿O no estamos en ninguno? ¿o en todos a la vez?
Otra cosa sería que mucha gente, aun estando de acuerdo en todo esto, no estaría a favor de prohibir radicalmente por encontrarlo contraproducente. Contraproducente ¿para quién? Se suele decir que si se prohíbe el burka muchos maridos prohibirán a sus mujeres salir a la calle. Eso no es muy probable y la experiencia demuestra que es muy difícil prohibir que una mujer salga a la calle nunca, pero aun así volvemos a lo anterior, ¿apoyamos a las que van con burka o a las que quieren ir sin él?
Más allá de esto hay una cuestión que creo que es fundamental y a la que no suele hacerse referencia. ¿Qué importancia otorga esta sociedad a la igualdad entre hombres y mujeres? ¿Qué tipo de apuesta hace el estado por esta igualdad? ¿Una apuesta leve, profunda, radical…o ninguna? Y las feministas ¿cómo le pedimos al estado qué se manifieste en relación a la igualdad? ¿Permitiríamos una manifestación de la desigualdad, tan evidente como el burka, si la desigualdad fuera racial, por ejemplo, o en relación a la capacidad/discapacidad? Las cuestiones relativas a la igualdad en el acceso a la ciudadanía no son negociables para el estado, ni deben ser superficiales. El estado debe asumir que la ciudadanía igual sin distinción de sexo es fundamental y no opcional. No se puede mantener a un niño albino, por ejemplo, encerrado en casa sin ir al colegio aunque la persona que lo haga provenga de una cultura en la que eso se hace para protegerle y por amor, por ejemplo. Si esto ocurre el estado interviene y lleva al niño al colegio, porque la apuesta por la igualdad es superior a la tradición o las propias creencias religiosas. No importa que ese niño o niña albino quiera estar en casa con sus padres, ni que estos consideren que si el niño sale de casa ofende a sus dioses. Tiene que ir al colegio y no hay vuelta de hoja.
El estado/la sociedad acepta y defiende un ámbito en el que las creencias personales, la religión, la cultura, la tradición o las propias ideas, pueden manifestarse con libertad pero ninguna de estas religiones, cultura, tradición…puede afectar a los derechos fundamentales de las personas, ni a las ideas fundacionales de esta sociedad: la igualdad entre mujeres y hombres, el acceso igual a la ciudadanía, es una de estas ideas. En este ámbito el estado no puede ni abdicar ni hacer concesiones. Las mujeres aceptamos con mucha facilidad que en este ámbito, y no en otros similares, el estado haga excepciones y así fragilizamos la importancia de esta igualdad. ¿Por qué las mujeres aceptamos siempre que la apuesta del estado por la igualdad sexual sea la que más transige con valores religiosos y culturales que atentan claramente contra la misma? Repito: que algunas quieran estar debajo de un burka no es razón ninguna. En este ámbito no hay creencias particulares que valgan.
Una mujer con burka por la calle es un atentado a la supuesta determinación del estado español, expresada en su constitución y leyes, por luchar a favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Una mujer con burka por la calle socava la posición de todas las mujeres, no de ella (cuya posición ya está bastante socavada de principio) porque hace ver que esta igualdad no es algo fundamental para esta sociedad,sino algo relativo y particular, que depende de las creencias particulares de las personas. Y en teoría no es así, la igualdad entre mujeres y hombres es un mandato o debería serlo y una exigencia, no algo opinable ni relativo.
(Este texto forma parte de un debate en el Foro Ciudad de Mujeres)