«Si la asignación tributaria que recibe la Iglesia pudiera subir del 0,5 al 0,8 por ciento, como ocurre en Italia, no sería necesario el complemento que el Estado da cada año» a la Conferencia Episcopal Española para el mantenimiento de la Iglesia. Estas fueron las palabras del arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, durante la presentación, por una parte de las cuentas del año 2004 de la diócesis de Barcelona y, por otra, del Día de la Hermandad, o más conocido como Día de la Iglesia Diocesana en el resto de España, que se celebrará el próximo domingo día 13.
En temas de financiación, dejando de lado comentarios que afirman que «la Iglesia es rica», Sistach señaló que las principales fuentes de ingresos son las aportaciones de las parroquias y la asignación tributaria, pero que, mediante una adecuada administración y la búsqueda de nuevas fuentes de financiación, se podría «construir una economía de la Iglesia para el futuro», ya que «es una necesidad». El hasta ahora delegado de Economía del arzobispado, Joan Benito, insistió en aclarar que «la Iglesia no tiene por objetivo ganar dinero»
«Decisión libre». El arzobispo apuntó que la medida propuesta de incrementar la asignación tributaria hasta un mínimo de 0,8 por ciento, tiene una voluntad de «decisión libre de los ciudadanos, que sin ninguna coacción, deciden dónde quieren que vaya su dinero, siendo el Estado sólo un mediador». Tanto Sistach como Benito coincidieron en señalar que «los creyentes son los que han de mantener la Iglesia» y «ser solidarios con el mantenimiento» de los distintos edificios.
El actual delegado de Economía, nombrado por Sistach, Antoni Matabosch, apuntilló que «la economía de la Iglesia tiene que estar únicamente por la misión de edificación, acción evangélica y solidaridad», pero que «esta administración se tiene que hacer con profesionalidad» y «con un equipo de colaboradores que quieran promover un buen ambiente de trabajo y creatividad».
Cuentas claras. Asimismo confirmó que «la economía de la Iglesia se tiene que llevar con austeridad, pero no con precariedad». Matabosch aseguró que su intención es llevar a cabo una auditoría de las cuentas del arzobispado «como se ha hecho en otros años» para demostrar la claridad con la que se hacen las cosas.
La actividad ordinaria de la diócesis de Barcelona en 2004 fue de dos millones de euros negativos, mientras que la actividad financiera fue de 415.801,6 euros y la actividad extraordinaria ascendió a 306.272,80 euros, que suma un total deficitario de 1,3 millones de euros. Tras la división de la Archidiócesis de Barcelona en las diócesis de Sant Feliu de Llobregat y de Terrassa, está previsto un inventario para establecer los criterios de separación a nivel económico, ver las necesidades que tiene cada una y averiguar exactamente «de dónde se puede sacar rendimiento».
Los recursos que tienen estas tres diócesis no son suficientes para cubrir los gastos, no obstante Sistach reconoció que la división de la diócesis «puede comportar más gastos» aunque si la disgregación «contribuye a que el ministerio del obispo y el trabajo de los curas sea más fecundo, bienvenido sea el déficit».
El nuevo subdelegado de economía, Manuel Segimon Bernardes, después de asumir su responsabilidad social, afirmó apoyando las palabras de Sistach que «hemos de conseguir que nuestros fieles financien la Iglesia», aunque esto sea un proyecto a más largo plazo.
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