Se enfrentan a cadena perpetua por la gravedad del delito Cortaron las barbas y el cabello a varios de sus compañeros para humillarles La barba es un símbolo sagrado en estas congregaciones cristianas
Siete miembros de una secta separatista amish del norte de Estados Unidos se enfrentan a una posible condena perpetua por un delito de odio al cortar forzosamente para humillarles el cabello y las barbas a varios de sus correligionarios, con los que mantenían una querella por razones religiosas según han publicado medios locales estadounidenses, informa Efe.
Los siete hombres del norte de Ohio "han preparado una serie de ataques contra otros amish con los que había un conflicto de carácter religioso", ha informado en un comunicado el Departamento de EE.UU. de Justicia según France Presse.
De acuerdo con los preceptos bíblicos de la comunidad amish, que emigró al nuevo continente en el siglo XVIII de Alemania, Suiza y Alsacia, la barba es una muestra de fé y compromiso religioso que no ha de cortarse hasta estar casado.
Los sospechosos, miembros de una secta separatista amish dirigidos férreamente por su líder Sam Mullet, sujetaron a la fuerza a varios amish y les cortaron las barbas y el cabello con tijeras y máquinas de rasurar, causando a las víctimas heridas corporales además de a terceros que intentaron impedir los ataques.
Los cargos presentados por la Oficina Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), incluyen el haber causado heridas a otras personas o intentar hacerlo con el uso de un arma peligrosa y en razón de la religión de la víctima.
En Estados Unidos y la provincia canadiense de Ontario, hay repartidos más de 250.000 protestantes amish: un grupo de congregaciones cristianas dentro de las iglesias menonitas, conocidos por su vida austera y su oposición a las comodidades de la vida moderna. Viven en ámbitos rurales, no se mezclan con los foráneos y visten de manera muy sencilla.
El líder espiritual Sam Mullet causó un cisma en los amish en 2005 al excomulgar a varias familias. Según la acusación que se basa en el testimonio de dos hijos del patriarca, nada en la comunidad se decide sin el consentimiento de Sam Mullet. A los que discrepaban con su opinión, les imponía severos castigos y además abusaba sexualmente de las mujeres casadas para, según el líder, exorcitarlas.